lunes, 30 de diciembre de 2013

Cuando me muera quiero que me toquen.... Cuarteto! Historia de pibes cuarteteros





Denominación:

En 1943, las orquestas "características" (las que tocaban "de todo") tenían muchos integrantes encargados de tocar diversos instrumentos, pero ello encarecía el costo de las mismas, no sólo porque eran más para la repartija sino también porque ello hacía más difícil el traslado.

Cuando surge "La Leo", el primer grupo de "cuarteto" soló cuatro integrantes la conforman con sus cuatro instrumentos: Leonor Marzano (piano); Miguel Guelfo (acordeón) y Luis Cabrero (Violín) y también un cantante que hacía las veces de anunciante, Fernando Achával (voz).

Allí surge el término "cuarteto" como el más propicio para designar a ese nuevo género musical que surgiría casi por azar.

En la zona de inmigrantes rurales nace el género con reminiscencias de "paso doble"y "tarantela", que se hace único debido al compás del piano dado por Leonor Marzano (el tunga-tunga) a esos ritmos y el timbre del acordeón que le da su color o timbre especial. Tal es así que Jean Florine, -etnomusicóloga-, en su libro " Cuarteto Music and Dancing: In search of Tunga Tunga, certifica que realmente el gènero es único en el mundo por sus acordes.

La melodía "tipo" es lineal, repetida y sòlo conmocionada brevemente por ese piano de Leonor dándole acabado a cada segmento de notas con su "tunga tunga".
Los temas en un comienzo eran muy rudimentarios, facilitando el "tarareo" de los mismos con recursos onomatopéyicos.

Historia:

En la historia del cuarteto, podemos reconocer seis etapas:

1943-1955 Etapa fundacional y campesina, que luego tiene incidencia en provincias cercanas como Santa Fe, La Pampa y zona norte de Buenos Aires.

1956-1968 Etapa "suburbana" que liga su desarrollo a la ciudad con la pista de baile "El Negrito", lo que le da aún mayor popularidad y arraigo, sobre todo, en las clases populares sin poder adquisitivo para ir a bailes más caros.

1969-1973 Época de arraigo total, por medio de los carnavales en "Rieles Argentinos". El cuarteto es objeto de consumo de todas las clases sociales en Córdoba y tiene valor como "espectáculo familiar" que reúne a las diversas generaciones en su seno.
El "cuartetazo" coincide con el "Cordobazo" y muchos obreros y estudiantes toman al cuarteto como hecho social que vislumbra sus propios reclamos de equidad y justicia. El cuarteto, así, pasa a ser una bandera para muchos.

1974-1975 Difusión masiva a través de las radios y la televisión y hasta con programas propios. Carlos "La Mona" se hace conocido con el Cuarteto de Oro -antes era menos renombrado cuando estaba en el cuarteto Berna-.

1976-1981 Etapa oficialmente "anti-cuartetera", con temas censurados por La Dictadura y que acaso incidió en la "criminalización" de sus adeptos ya que se lo consideraba un baile "procaz y obsceno" (aún cuando antes había sido "familiar") e "incitador del delito", lo que también minó a otras formas populares como la cumbia en ascenso. (para màs información sobre la música cordobesa y la dictadura ver el CD de Mariano Medina para Abuelas de Plaza de Mayo en Córdoba). Los "cuarteteros de catacumbas" siguieron bailando a "escondidas" de la proscripción y acaso de sus mismos padres. Tal vez este período también sea incidente en el arraigo del cuarteto hacia sus adeptos jóvenes.

1982 hasta la fecha:  El "regreso" de los cuartetos a la escena masiva, sin censuras, no estuvo exento de problemas. En 1982, el director de Industria y Comercio de la Provincia de Córdoba encarnó la defensa institucional por el cuarteto hacia las radios que cometían "deseltad al público" al negarse a transmitir los cuartetos en sus frecuencias (Ver. Hepp, 1998: 82).
En 1988, Carlos Jiménez alza la voz en Cosquìn. Es el retorno de los cuartetos a la escena de los festivales populares. Alrededor de 20 mil personas pueblan los escasos asientos que que quedan ampliamente desbordados. El lema de aquél regreso fue "vuelve la alegría". En Córdoba, algunos comerciantes directamente cerraron sus negocios con el cartel "Me fui a Cosquìn".
Lamentablemente un episodio de violencia entre bandas de jóvenes opacó la fiesta y eso exacerbó más los ánimos de los que repudiaban al cuarteto.
A tal punto que La Mona interrumpió el recital ante el desmadre de los propios policías que amenazaban a jóvenes, ancianos y niños. "Vamos, ¿no ven que nos creen unos bárbaros?".

Para Hepp, las consignas "Civilización o Barbarie" ubicaban al rock inglés y al remixado  en la primera designación y al cuarteto en la segunda.`

Se apagaba así el telón de la tolerancia. Con los años del período menemista este hecho se afianzaría aún más.  Fomentado por la construcción de "barrios-ciudades" como "ghetos" de pobres. Con una disminución de la propuesta "cuartetera" en las radios y con canciones que se hicieron cada vez más  sociales. El término "cuartetero" vino a ser un sinónimo de "delincuente" para algunos.

Sin embargo, esto provocó alianzas con otros sectores musicales "criminalizados" por la dictadura, como el rock local o el folclore y ubicó al cuarteto en la lucha por la memoria y la dignidad de los oprimidos por razones políticas y sociales.  

El nuevo siglo encuentra al cuarteto en una zona de progresiva "institucionalización", los gobiernos locales lo legitiman permanentemente como hecho popular y hasta se valen de sus figuras para candidatearse. Sin embargo, poco se hace por mejorar realmente las condiciones de vida de esos "pobres" que escuchan cuartetos.
Algunas pautas legales como el Nuevo Código de Faltas y en especial "la ley de Merodeo" (que permite detenciones por pre-suntos rasgos sospechosos) vuelven a provocar la división social y el sufrimiento de las clases populares, en especial los jóvenes.

Ante la inusitada situación de "legitimación pública" y "discriminación interna", el cuarteto crece y forma alianzas e intercambios musicales con otros géneros como el reggaetón, la cumbia, el merengue, la salsa.

El "Rodrigazo" (pero musical) selló la emergencia del cuarteto en Buenos Aires. Tal vez era Rodrigo la figura más propicia para lograrlo: carilindo y rubio, era sin duda una figura más asimilable para algunos que cantantes como La Mona o Pelusa. Eso lo dicen los propios "moneros" que también tienen sus reservas para grupos como La Barra.

Todavía hay mucha tela para cortar con el cuarteto y esto es el primer vistazo nada más a un fenómeno cordobés y popular... único en el mundo.

Próximamente: Escaneado del libro "La Mona"...

Ver:

Hepp. Osvaldo. T. La soledad de los cuartetos. 1988. Editorial Letra. Córdoba.





miércoles, 25 de diciembre de 2013

Consideraciones sobre la representaciòn de lo marginal en las literaturas de Còrdoba

"El Marginal me llaman": Tensiones en torno a las posibilidades de representación de la marginalidad, sus estrategias y retóricas discursivas en las "literaturas" de Córdoba.


Proyecto de Doctorado en Letras, aprobado en diciembre de 2010, financiado por CONICET. Universidad Nacional de Córdoba.  Director: Pablo Heredia.






Marginalidad:
El término "marginal" es cercano al de otros como, "pobreza", "subalternidad" u "otredad", por eso retomaremos los aspectos que de éstos últimos conceptos nos permitan comprender el corpus seleccionado.

Sin embargo, cabe aclarar que por "marginal" no entendemos un equivalente a "subalterno" sino, retomando la doctrina marxista, al de "lumpen proletariado", término  de origen alemán  con el que se designa a la población situada socialmente "al margen" o debajo del proletariado , desde el punto de vista de sus condiciones de trabajo y de vida, formado por las poblaciones no incorporadas al sistema formal de la economìa


Representaciones:
 

Ángel Rama escribe en un ensayo de 1974, que en "estos momentos se ha formado un proletariado que conforma una baja clase media y hay un sector marginalizado, en su mayoría de procedencia rural, pero de reciente urbanización gracias al proceso de industralización y de ampliación de las ciudades en este siglo".

Ésta forma una subcultura dominada y religada subterráneamente a una herencia criolla premoderna y precapitalista, depositaria de antiguas tradiciones rurales aún supervivientes bajo la cáscara industrial modernizada (250). Son los exponentes que Lewis describe en Los Hijos de Sanchez (1959)

La literatura ha revelado el nivel expresivo de ésta a través de productos como el sainete grotesco de los años 20 o los músicos y letristas del mismo período (250).
La cultura dominada –dice- nos es un "producto químicamente puro" , por lo cual "es frecuente que acarree y defienda formas tradicionales que pueden estimarse espurias por ser contradictorias a sus propios intereses, pero que son conservadas por las por la persistencia propia de las adquisiciones hechas en el pasado aunque haya sido por imposición de los sectores dirigentes de la vieja sociedad" (252), pero hay momentos en que se tornan notorias y perfiladas las culturas cuando se produce la irrupción de las masas marginadas, como sucedió en Argentina en 1943- período de emergencia social retratado en el "Poema Conjetural" de Borges (252), allí entran las "fuerzas en pugna" entre las culturas. Cabe aclarar que Argentina y Uruguay son singulares, pues son "sociedades transplantadas", marcadas por su filiación europea mayoritaria y dominante que comparten las culturas en pugna, a diferencia de aquéllos países donde la tensión radica entre la cultura autóctona y la española, que no supo destruir ni asimilarla, limitándose a congelarla (253). Ribeiro, sin embargo, anota la "pervivencia de las etnias originarias en los "cabecitas negras que comienzan a ascender a la condición de obreros de la industria" y se encuentran a medio camino entre comportamientos rurales y urbanos (254).


"Una de las sabidurías de l proyecto oficial de la cultura dominante consistió en no negar e ignorar (como hicieron las culturas andinas de dominación) a los productos de las subculturas, sino que se los integró al plan de encuadre ideológico, claro está, neutralizándolos y despojándolos de sus violencias reivindicativas" (255). De José Hernández a Gabino Eseiza, del pericón al tango, del gaucho al compadrito, de Florencio Sánchez a los saineteros, todo producto de las subculturas fue molido en la rueda del plan de dominación (255).

Autores como Marechal ubican arquetipos en las culturas dominadas.

Walsh desemboca, sin embargo, en un género que pertenece muy ahincamente al imaginario de las clases populares (…) y en la tradición nacional de la misma subcultura popular. Se trata de los "dramas policiales", como tituló a una parte de su abundante producción folletinesca el primer novelista popular que tuvo América Latina, el argentino Eduardo Gutiérrez (1851-1889) quien espigó historias reales de "gauchos malos" en los archivos de la policía (278).

En los libros de Walsh, "el resorte de la obra no es meramente la investigación de un hecho de sangre hasta descubrir al asesino (como en los modelos del género que descansan sin decirlo sobre la confianza en la imparcialidad y eficacia de la justicia) sino que buena parte trata de la lucha contra la venalidad judicial, las triquiñuelas abogadiles que enredan la verdad, las palancas que maneja el poder político para deformar la acción de la justicia. Si estos volúmenes reestablecen una verdad, es en oposición a los tribunales que instauran silencio o injusticia. Estábamos, como pensaba Gramsci, ante una de las aspiraciones vehementes de las culturas sometidas, para las cuales el aparato judicial fue un instrumento para aplastarlas y para justificar a los grupos sociales superiores" (278)


Contextos:

Desde su surgimiento en 1943, con respecto al cuarteto algunos sismos se ven representados en sus letras: el ascenso del peronismo, el cordobazo y las luchas obreras (que coinciden con el fenòmeno del "cuartetazo" y su valor en la clases populares, los estudiantes y los obreros), el menemismo o neoliberalismo, la dictadura (recordemos que sistemàticamente los temas de cuarteto fueron censurados en dicha època) y hasta el kirchnerismo hasta esta parte.

En Còrdoba, el cuarteto tambièn ha acompañado muchas luchas concretas y tal vez la màs relevante desde hace un tiempo haya sido su rechazo al Còdigo de Faltas vigente y en especial al punto sobre "merodeo" como causal de retenciòn legìtima de la libertad en nuestra provincia.

Sin embargo, los testimonios de excluidos que reflejan los cuartetos parecen ser, si no indiferentes, por lo menos independientes de los procesos sociales en los que surgen siendo reiterativos y practicamente invariables desde los inicios de la humanidad hasta esta parte y con figuras actanciales bien claras y delimitadas (el pobre como vìctima, el poderoso como torturador, etc.) e incluso con ciertos rasgos míticos.



Retóricas, estéticas.


En cuanto, a la representación de la marginalidad, podemos decir que algunos de los relatos de nuestro corpus (selección de letras de cuarteto y de obras de Horacio Sotelo) pueden incorporarse en las llamadas "ficciones de la exclusión" de Ludmer (retomando un segmento específico de su análisis sobre este término y dejando de lado otras características de éste que no se ajustan a nuestro objeto de estudio):

"las diferencias entre el corpus de ficciones de exclusión y otras series o géneros narrativos dependen, por lo tanto, del lugar de la construcción de subjetividades (aquí la del delincuente y no la de la víctima o del investigador), del nivel del registro verbal (medio, y no alto ni popular), y de la representación del Estado como ilegítimo" (Ludmer, 1992: s/d).

En nuestro trabajo sobre los textos de Sotelo y La Mona, referidos a los ladrones, hemos también retomado las nociones de Eric Hobsbawm sobre los "estereotipos" de "bandidos nobles", cuyas características se articulan en la superficie de los textos discursivos a los que hicimos mención.

Hemos analizado, además la singular condición de "escritor excluido" de Horacio Sotelo en la literatura argentina:

"Del subalterno, en cambio, aparece la voz, dado que su oposición con la cultura hegemónica se basa en poseer una forma de transmisión oral. Por eso, cuando ingresa a la representación literaria, puede ocurrir que el subalterno hable, cante o cuente (…). Recién cuando la rueda ha girado, cuando el subalterno ha dado a sí mismo la escritura, cuando cuenta su vida sin el marco de otra voz letrada que lo controle, es posible situarse en el narrador que, desde la impersonalidad del sujeto colectivo, cuente la vida de los hombres ordinarios y su relación con el poder represivo; la verdadera episteme del presente (Dómine, 119-213)

Miradas:

Por otro lado, siguiendo a Horacio González, podemos decir que "se pueden distinguir tres usos ideológicos del concepto de pobreza, según las atribuciones que se hagan al sujeto involucrado: así hay un "pobre" del cual se hacen cargo las ideologías evangélico revolucionarias surgidas del ciclo de la industrialización; un "pobre" construido por las tradiciones picaresco-románticas y otro vinculado a un legado de saberes más modernos, propio de las ciencias sociales contemporáneas" (287)

La segunda visión está articulada en torno a un lumpen que podría regenerar la sociedad a partir de un estado de desposesión radical, apta para la reconstrucción del tejido social. En el comunismo redentista de Wilting se encuentran similares elementos ideológicos, basados en el delincuente, en el "pobre" del nuevo cristianismo y en el ladrón justiciero y sagrado."

No son hombres asidos por la esclavitud del trabajo, por eso funcionan como trama vital, inasimilable por la cultura dominante.

La picaresca está ante el reverso de la visión evangélico- revolucionaria, pues se trata de percibir al pobre como dotado de una fuerte cultura de subsistencia, cultura sentada en recursos, estratagemas y sabidurías más o menos ilegales (290)
La visión sociológica entiende la sociedad "como un cruce de conceptos –entre las necesidades y la producción de bienes- que no afecta la comprensión de los procesos que tienen su centralidad en la estructura social. Al contrario, ésta es la tradición sociológica para la cual tiene un alto grado de visibilidad la realidad estratificada en clases, grupos u otras posiciones ligadas a la diversidad de identidades colectivas creadas por eventos productivos, culturales, normativos y otros" (Ibíd., 295). Esta perspectiva sociológica, entendida como un ángulo científico de las ciencias sociales, se inaugura a fines del XIX y principios del XX con posturas "pesimistamente realistas" como las de Hegel, Smith y Malthus entre otros.



En conclusión, según Horacio González, el concepto de pobreza puede ser usado desde tres visiones ideológicas: la visión sociológica, para la cual la miseria es irremediable y constituye una categoría propia de la economía en las sociedades modernas; la visión picaresco romántica para la que el pobre es un sujeto que ha generado con habilidad métodos de supervivencia, herramientas alternativas y no es caracterizado por la carencia; y, por último, la visión evangélico revolucionaria que percibe al pobre como un desposeído digno de la caridad del prójimo y símbolo del padecimiento de Cristo.

 
Podemos incluir dentro de la primera visión algunas canciones de La Mona Jiménez como "Abran la Reja" o "El Hijo de Nadie" donde se ofrece una visión marcadamente pesimista sobre las posibilidades de ascenso social de los marginados, condenados –al parecer- a una eterna postración dentro de sus carencias fundamentales.


En la segunda visión, podemos ubicar a la novela Un guacho apellidado Paz de José Luis Bigi, que narra las aventuras de un cartonero y vendedor ambulante involucrado por un azaroso encuentro con la "alta sociedad" de Córdoba o el libro de cuentos Los habitantes del abismo de Horacio Sotelo, que comenta los intrincados dilemas a los que se someten cada día los limpiavidrios cordobeses subsistiendo en penosas condiciones, en donde la narración, en ambos casos, si bien destaca la carencia de los sujetos, se centra además en sus posibilidades para establecer tácticas alternativas de subsistencia.

En último lugar, podemos hallar la visión "evangélico revolucionaria" en algunos de los poemas del Padre Mariani, con motivo de la última dictadura militar como "Mueren en las calles" o "La Palabra es Historia".

Lo "marginal" asociado al "hampa" y al "otro" como "peligroso" es motivo de los policiales: Cuesta Abajo de Fernando Stefanich, que narra la increíble confesión de un supuesto hijo de Carlos Gardel que involucra al mítico cantante con la historia de una secta que pretende destruir al tango por la incòmoda nostalgia que provoca en el pùblico.

Carolina Ramallo nos recuerda que, para Nicolás Rosa, la pobreza es inenarrabale, pero sí argumentable (por ejemplo en el discurso de la iglesia católica y del anarquismo- razón y pasión- respectivamente).

En este sentido hay, para el autor, tres retóricas posibles para estas escrituras: el populismo manierista (pop art, reciclaje de la escoria cultural); el populismo arcádico (idealización de la miseria) y el populismo fúnebre (vinculado ideológicamente con el anarquismo crístico a lo "Castelnuovo.

 

Para Forastelli: "Una segunda cuestión que se deriva es que el problema de la pobreza en la literatura se realiza en términos que, desde el punto de vista semiótico estructuralista, se ubican exclusivamente en el nivel de la enunciación como problema de verosimilitud y veridicción sin excluir las pasiones hacia los subalternos" con lo cual son determinados modos de comprender el fenòmeno que median entre las ideas de los agentes sociales y su particular inserciòn socio-cultural y en sus modos de reabsorber otros discursos que abordan el problema sin excluir incluso al "sentido comùn" de la poblaciòn en que se incriben (hecho que muchas veces es ironizado tambièn por algunos relatos, hemos hablado en otro caso de los relatos de Ventura, Massei-Aguirre y Llamosas).

 


Tácticas y resistencias:

Según De Certeau hay que preguntarse por los esquemas de operaciones discursivas que distinguen las "maneras de hacer" de los discursos, es decir, la capacidad performativa de éstos: mientras que "la estrategia radica en distinguir de un ´medio ambiente´ hechizado por los poderes invisibles del Otro lo que es ‘propio´, su lugar de poder y de voluntad", la táctica, en cambio "es el arte del débil que, sin un lugar propio, sin visión globalizadora, gobernada por los azares del tiempo, se encuentra determinada precisamente por la ausencia de un poder" (De Certeau, 2006: 44-45).

Michael De Certeau, advierte que los sectores marginales carecen de espacios propios de difusión y legitimación discursiva. He aquí que no se puede hablar, en su caso, de estrategias sino de tácticas. Para el investigador francés, debiéramos preocuparnos actualmente por revisar esas "tácticas" entre los intersticios de la industria de comunicación masiva, entender de qué manera, los "usos" o las maneras de consumir estos productos, permiten a estos sujetos subalternos ejercitar -en espacios que no le son propios, y a través de desplazamientos, resignificaciones y reforzamientos identitarios- prácticas de subsistencias discursivas y rebeliones ideológicas frente al poder hegemónico que los oprime en cada caso.

Autores como Míguez, Semán, Alabarces y Rodríguez, entre otros, han sentado un precedente sobre este tipo de análisis en torno a los productos consumidos por las clases bajas. Los dos últimos incorporan la noción de "resistencia" para abordar en su libro los cánticos de las hinchadas de fútbol, el "aguante" de los rockeros, y la devoción de las "bailanteras" de cumbia entre otros fenómenos urbanos vinculados a las zonas de pobreza en el conurbano bonaerense principalmente.

Para ellos, "la noción de resistencia describe la posibilidad de que sectores en posición subalterna desarrollen acciones que puedan ser interpretadas por el analista o por los actores involucrados, como destinadas a señalar la relación de dominación o a modificarla", lo que finalmente pretende "modificar la situación de dominación mediante el desarrollo de prácticas alternativas que tiendan a la producción de nueva hegemonía" (Alabarces y Rodríguez, 2008: 33).
Míguez y Semán introducen una nueva perspectiva al panorama de la relación compleja entre "pobreza y cultura" con su concepto de "fuerza", que persigue una posición jerárquica de los sectores populares conjugando una potencia que es, al mismo tiempo, física y moral: "La fortaleza –dice- es una actitud vital que se manifiesta de diversas formas en mujeres, niños y hombres, pero lo que tiene en común es que otorga prestigio por canales alternativos a los convencionales, haciendo uso de las formas de capital simbólico, físico o cultural accesibles a los sectores desfavorecidos y no tan presentes en los demás estamentos sociales y generando sus propias reglas de validación y reconocimiento" (Miguez y Semán, 2006: 17).


Hemos abordado el concepto de "fuerza" y su uso en los relatos de fùtbol de Maretto -El Zonda- y El Gringo Ramia -Devuelvan la pelota- donde, por ejemplo, los "pibes" retoman el ideal maradoniano y hacen despliegue de talento y gambeteada para revertir su subordinaciòn social de manera no convencional al relato formal de ascenso econòmico por vìa laboral o educativa.

Con el aporte de estas teorías, tambièn hemos analizado en nuestro corpus de cuarteto las posibles "tácticas", "resistencias" y "fortalezas" que pueden proveer estos discursos a los sectores humildes que los consumen mediante la representación de los marginales como sujetos de poder.

Desde la configuración de los bandidos, que desafían los imperativos de la sociedad capitalista y se erigen bajo el identikit del "ladrón noble" (categoría desarrollada por Hobsbawm en sus estudios sobre los bandidos rurales) que, cual Robin Hood, "roban al rico para dar al pobre", pasando por la descripción de las prostitutas como figuras fuertes que desafían los mandatos sociales de su comunidad al tomar "el control" en las relaciones amorosas (siguiendo los estudios de Simmel), hasta los "buscavidas" -o "vagabundos"- que se ufanan de resistirse a alienarse en los moldes de las estructuras formales de trabajo y pueden llamarse "artistas".

Para Silvia Barei, es imprescindible en el caso de los discursos populares ubicar los textos el polisistema de la cultura en la que dialogan, en este caso, la literatura cordobesa, pero esto siempre debe hacerse bajo una perspectiva (ya que lògicamente es una tarea utópica recoger todos los discursos que conforman esa unidad).

Por tal motivo, hemos decidido, trabajar con diversos fragmentos del discurso social y, en especial masivo, que abordan también lo marginal, en especial desde las formas "literarias": grafittis, cancioneros populares, historietas, canciones de otros gèneros musicales (tango, rock, cuarteto, cumbia, reggaetòn)

 

 


Pùblicos:

Esta tarea también nos permite ver cómo, en función de los posibles públicos receptores, la representación de la marginalidad se ve afectada por el contexto de la enunciación e incluso por las posibles estrategias persuasivas orientadas al pùblico que puede localizarse en ellas. Por otro lado, podemos percibir (siguiendo la línea de estudios centrales compilados por Zubieta acerca de los usos letrados de la cultura popular) que para los autores que recogen esta problemática social (la marginalidad), la representación de sujetos marginales, propicia estrategias de posicionamiento, reubicación, afirmación, y resistencia de estos agentes sociales frente a los otros textos que dialogan con ellos desde el "canon" literario.


Campo Literario:
Si abordamos a la "literatura cordobesa" como un "campo" desde la nociòn de Bourdieu, podrìamos ver de què manera el uso del referente "marginal" sirve para escalar posiciones en ese campo, para demostrar ciertas pautas de veridicciòn, de interès y hasta recepciones favorables de la crìtica (aùn sin ser conscientes estos "usos" en todos los casos.

No cabe duda de que la mera mención de la palabra canon arrastra de inmediato otra palabra, marginalidad, que parece serle no sólo complementaria sino también subordinada;  en ese sentido, ésta no termina de comprenderse sino en relación con aquella. El canon, lo canónico, sería lo regular, lo establecido, lo admitido como garantía de un sistema mientras que la marginalidad es lo que se aparta voluntariamente o lo que resulta apartado porque, precisamente, no admite o no entiende la exigencia canónica (Jitrick, 2003: 19).

En cuanto a algunas experiencias como "Libros Son", hemos destacado que las formas "al margen" (en lo externo y en lo poètico) constituyen cierto desprendimiento voluntario del mercado masivo que buscarìa legitimar esos discursos desde sus tendencias vanguardistas imbricadas con un posicionamiento "marginal" del arte que tiee gran interès por las representaciones de los "marginados" sociales y las formas en desuso o residuales del discurso literario (el còmic, el chiste vulgar, la superposiciòn de gèneros o el "pop art" del que hablaba Rosa).

 


Literaturas marginales:

 

Como resultado de mi investigación sobre la configuración de la "cultura popular" en torno a la producción, la reproducción y la recepción del género musical "cuarteto"; he creído conveniente utilizar el término "literatura marginal" para referirme a este objeto de estudio.

Básicamente entiendo este concepto como una literatura "otra" que está fuera del canon de "La Literatura" legitimada por el aval de la academia, y que, además, involucra códigos diferentes para interpretarla que merecen rever el campo de la crítica literaria para encontrar una metodología acorde al estudio de este tipo de producciones discursivas, bajo cuyo nombre bien podemos incluir a la cumbia, a un segmento del rock actual y a las primeras manifestaciones de tango en nuestro país, entre otras expresiones artístico literarias. Si fuera el rasgo de "poetización" de lo "mundano" la cualidad definitoria de la literatura o simplemente su "oscurecimiento" de la forma real (según Shlowsky) , esto perjudicarìa el
 "ingreso" de algunos temas, que son por demás "simples" y carentes de casi todo "adorno simbólico",  a tal definición. Si bien Mucarovsky coincide con el formalismo en el hecho de que lo que se precia de estético tiene que ver con una atracción del receptor hacia las formas;considera que ello no es exclusivo del "arte" sino que hasta una disposición de las carnes en las góndolas puede tener dicho valor para el público/consumidor. Como señala Boria, así también quienes denigran al cuarteto por sus formas están tomando criterios artísticos en sus argumentos (Boria, 1998, 149). No obstante, hemos tomado una doble mirada sobre la cuestión del cuarteto y sus letras. Por un lado, reconocer que es un producto marginado del concepto de "bellas letras" que define desde muchas escuelas a nuestro objeto de estudio. Además comprender que sus modos de circulación son también singulares.
Por el otro, poner en diálogo ese compendio de temas con la Historia de la Literatura Argentina
y los entrecrucamientos permanentes con obras de la Cultura Letrada que han influenciado a los
compositores sin duda.

Si bien no se puede calificar como "marginales" a quienes escriben estas letras de cuarteto, todos los estudios consultados sobre este ritmo subrayan (hecho que puede ser comprobado empíricamente) que sus principales receptores provienen de las clases bajas, tema que renueva en sus letras la tensión existente en la dicotomía sarmientina "civilización o barbarie", de la que se hace eco buena parte de la sociedad en nuestra provincia.

El proceso de "identificación" que se produce entre el emisor cantante (en este caso hemos, por el momento, acotado nuestro estudio a las canciones de Carlos La Mona Jiménez) y el público receptor de las características mencionadas, nos permite incorporar la definición de "mediación" propuesta inicialmente por Jesús Martín Barbero, como herramienta útil para su análisis.


Proyecciòn:

Otras retóricas de autores no "marginados" vuelven sobre la esfera de la marginación como rasgo de la "cultura popular" reprimida por el pensamiento "burgués" (idea retomada por autores como kusch y De Certeau entre otros).

Esto producirìa a su vez dos fenómenos: 1) La re-presentación de lo "popular" quedarìa circunspecta a un espacio reprimido por el pensamiento "racional" que irrumpe ante determinadas situaciones provistas por la trama narrativa y 2) con ello se duplicarìa el efecto que la "cultura popular" generarìa en el entorno "real" del receptor por un pensamiento "burgués/civilizado/occidental" que lo niega y le permite vivienciarlo -a modo de catarsis- a través de la ficción, en las historias y personajes marginales.

Hemos dividido estas retóricas en tres grupos:

1) Los imaginarios de la subalternidad que en los textos seleccionados funcionan sobre la base de distintos esquemas articulados con las poéticas de cada autor: a. La transposición mental de la angustia neurótica en el flaneur melancólico o narrador-vagabundo que capta la pobreza circundante en las autobiografías de Wiellikosielek y Ferreyra; b. La concepción estética de la poesía como atributo no burgués transfigurada en la reconstrucción del poeta-mendigo y en la representación "absurda" y "surrealista" de la vida moderna como gesto además subversivo del discurso de la locura (Foucault) en el verso de Pros. c. La construcción del escritor-marginal como posibilidad de concreción del relato en el "realismo sucio" de Pablo Giordano.
2) las diversas representaciones de los marginados acordes a los rasgos propios de los géneros discursivos en los que se insertan (el género policial -y dentro de él las llamadas "ficciones de la exclusión" –Ludmer-, el género fantástico, la viñeta humorística, el relato picaresco) y sus maneras de cuestionar el orden burgués y el régimen capitalista mediante esos mismos usos: La mirada "fantástica" del personaje subalterno que encierra con ironía y sarcasmo una crítica social al sistema capitalista donde la noción de "subalterno" equivale a "surreal" debido a los rasgos de "invisibilidad" de los marginales en el paisaje cordobés (Ventura, Massei y Aguirre), los efectos de temor que genera el "otro" social como amenazante del orden burgués cuando en los relatos no son sino los mismos burgueses los verdaderos seres "siniestros" que pueden- y lo hacen- herir a la sociedad (Ventura), el sobrecogimiento generado también por la irrupción de la "barbarie" en la "civilización" hasta tornarse fantástico en la sarcástica idea de una boda interrumpida por los desaforados y simiescos parientes "pobres" del novio (Llamosas); la presencia policial del pobre que es interpelado por el poder –en este caso por los agentes del orden- como querellante o victimario en los cuentos del comisario Víctor Retamoza y también los cuestionamientos al orden policial como mero agente de la propiedad y los intereses burgueses en la novela negra de Sotelo y en varias letras de cuarteto que siguen el ideario de los "bandidos nobles" en las "ficciones de la exclusión" descriptas arriba y, por último, los ejemplos de crítica social encarnados por personajes marginados que buscan subvertir o bien cuestionar el orden social y los discursos hegemónicos excluyentes mediante el humor (capacidad inherente a él, como señala Barriaga, entre otros), tal es el caso de las viñetas: "Calito" de Gómez, "Primer Mundo" de Peyro y "Jerónimo" de Salas, así como lo hacen Grimaut y Romanzini mediante el tono no sólo risueño sino también "picaresco" de sus relatos donde los marginados emplean diversas estrategias para subsistir en su pobreza.


, 3) la incorporación de algunos discursos sociales (político, religioso, amoroso) desde los cuales ingresa la "voz" del subalterno desde distintas miradas que abarcan desde el germen revolucionario de su subalternidad ("La puta patria", "Limones para una sangría"), pasando por la comprensión evangélico-revolucionaria surgida del ciclo de la industrialización que asume una visión "piadosa" sobre el "otro" y a menudo lo inserta en una comprensión más amplia del cristianismo como un hecho verdaderamente redentor (Poemas del Padre Mariani) y culminado en la reivindicación del dominado mediante su autonomía sexual, la libertad sobre su cuerpo y su derecho al placer en la novela erótica (Orgasmo, Sexilia).


CORPUS:

Por motivos de espacio no remitimos procedencias bibliográficas.

AAVV. (2011). Poemas desde el Neuro; AAVV. (2010). La puta patria; AAVV, Páginas del Arcoiris (2013, relatos del hogar Padre Hurtado) ALMEIDA, Eugenia (2012) La pieza del fondo; BIGI, José Luis (1990): Un guacho apellidado Paz; CALLEJÓN CON SALIDA. (2013) Selección de grafittis; AAVV. Los ambulantes de la verdad (relatos escogidos del hogar de día Sol de Noche); CHUMBI Y GÓMEZ. Calito (1998 a 2013) Selección de historietas en revista La Luciérnaga; FERREYRA, Iván. (2005). El resentimiento; GIORDANO, Pablo. (2011) Chozas; GRIMAUT, Azor, Ancua (2009) y Cordobeseando (1998); JIMENEZ, Carlos (1985 a 2013) Selección de temas; LÓPEZ, Manuel. (2013). Selección de canciones reproducidas en el transporte urbano; MARIANI, José Guillermo. (2003) Selección de poemas en MEDINA, Mariano. La pisada del unicornio. CD Room Publicado por Fundación Abuelas de Plaza de Mayo en Córdoba y Poemas desde la trinchera del ocaso (2009); LLAMOSAS, Esteban (2007). "La boda Melman-Gorosito" en Decamerón cordobés. Libro III: Crímenes; LUZ, Cristina (2006). Orgasmo; MARRETO, Adolfo. (2006). El zonda. Una historia a la cordobesa. MASSEI y AGUIRRE (2010) Nadie; PEYRÓ (2013) Primer Mundo; PROS, Ramiro (2009 a 2013) El Talonario, La tierra es glotona, Sombra Compacta; SALAS (2013) Jerónimo. Selección de viñetas, STEFANICH, Fernando (1999) Cuesta Abajo; SALZANO, Daniel (2013), Salzano y Córdoba, Salzano y el arte, Salzano y el deporte, Salzano y el mundo; SOTELO, Horacio (2005 a 2010) Selección de textos en revista La Luciérnaga, número 92 a 145 y Obras completas -2003 a 2005- (Alias Árbol, Los versos del ladrón, Cavernas; A vuelo de pájaro, Los habitantes del abismo); TOLEDO, Gonzalo. Limones para una sangría (2011)TEJERINA, Lucas (2001). Poemas Cuarteteros ; VENTURA, Luisa (2009). Cuentos cordobeses de terror; WIELLIKOSELIEK, Iván. Los ojos de Sharon Tate (2011) y Desarmadero de hombres (1997); RETAMOZA, Víctor (1996). Chanfles en acción. ROMANZINI, Arturo (1978). Córdoba y su anecdotario y PANKO, Roberto. (1998). Sexilia.


Bibliografía Básica:

Alabarces, Pablo y Rodríguez, María Graciela (compiladores), (2008). Resistencias y mediaciones, estudios sobre cultura popular. Editorial Paidós. Buenos Aires.


Barbero, Jesús Martín (2003). De los medios a las mediaciones: comunicación, cultura y hegemonía. Convenio Andrés Bello. Bogotá.


Barei, Silvia (1993). El sentido de la fiesta en la cultura popular: Los cuartetos de Córdoba. Alción Editoral. Córdoba.


Boria Adriana, la representación del discurso amoroso en las letras de La Mona en La Sociedad del Espectáculo en Córdoba.  (149)

De Certeau, Michael (2006). La invención de lo cotidiano (I) Universidad Iberoamericana. Departamento de Historia. Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente. 2006.

Hosbbawm, Eric (2003). Bandidos. Editorial Crítica, Barcelona
Jitrick, Noé (1998) "El devenir de una palabra" en Cella, Susana –compiladora- Dominios de la literatura: Acerca del canon. Editorial Losada. Buenos Aires. Págs. 19 a 41.


Semán, Pablo y Míguez, Daniel. (2006) Entre santos, cumbias y piquetes. Las culturas populares en la Argentina reciente, Buenos Aires, Editorial Biblos.

SIMMEL, George (2007). "La libertad y la dominación de la mujer" en De la esencia de la cultura, Prometeo Libros. Págs. 58 a 60.

ZUBIETA, Ana María (1999). Letrados iletrados: representaciones de lo popular en la literatura. Editorial Universitaria de Buenos Aires SEM.


Notas:

1. "Esta percepción se apoya, por ejemplo, en una diferencia de foco y posición de la enunciación. En los modos elegíacos y paternalistas, ya fueran revolucionarios, ya compensatorios ("la vida es demasiado pobre para no ser también inmortal" decía Borges), la posición enunciativa no sólo miraba desde arriba en un gesto omnisciente y constituyente, sino que buscaba una suerte de elevación por la belleza, el heroísmo o el trabajo honesto…" (Forastelli)

 

2. "Paradójicamente, el intercambio sexual y el pasajero contrato de retribución económica son el régimen de lo mismo, que excede aquello cuya repetición encarna, al reinscribir la legalidad del contrato económico, del intercambio y la retribución monetaria del placer (valores admitidos, pilares máximos del funcionamiento social) en una zona de ilegitimidad,a-socialidad y de posible interrupción por robo, anulación, ruptura violenta o falseamiento de contrato" (Panesi, 2004: 346)

Y lo que llamamos ´la zona´ es una contratara nocturna y prostibularia de una misma faz diurna adecentada en los tranquilizadores paseos de compra, un mismo territorio que, para decirlo con el lenguaje de los taxi boys´se da la vuelta’" (Panesi, 2004:348)

3. Empezar como víctima de una injusticia equivale a estar imbuido de la necesidad de reparar cuando menos un daño: el que afecta al bandido mismo. Es bastante natural que los bandidos reales den muestras del ´salvaje espíritu de justicia´ (60)

No cabe duda de que el bandido es considerado un agente de justicia e incluso un restaurador de la ética, y que a menudo él mismo se considera así (61)
El prototipo de "ladrón noble" de Eric Hobsbawm en sus clásicos estudios de bandidismo rural es el siguiente:1)El ladrón noble inicia su carrera fuera de la ley, no a causa de un crimen sino como víctima de una injusticia, o debido a la persecución de las autoridades por un acto que éstas, pero no la costumbre popular, consideran criminal; 2) corrige "los abusos"; 3)"roba al rico para dar al pobre", 4)"no mata nunca si no es defensa propia o en justa venganza"; 5)si sobrevive se reincorpora a su pueblo como ciudadano honrado y miembro de la comunidad. En realidad nunca abandona su comunidad; 6) es ayudado, admirado y apoyado por su pueblo; 7) es –cuando menos en teoría- invisible e invulnerable y 9) no es enemigo del rey o emperador, fuente de justicia, sino sólo de la nobleza, el clero y otros opresores locales (citado por Míguez, 2008: 170).


4. Están en franca oposición con la postura adversa que tienen del lumpen Marx y Engels. En el 18 Brumario se hace contrastar la idea de una sociedad bandolera, desencajada, fingidora, paródica, cómico-payasesca con otra, una sociedad basada en la virtualidad crítica del trabajo (Ver Gonzàlez).

 

5. En realidad, esta aproximación a la cultura popular se inspira en una problemática de la enunciación, en la triple función de lo que debemos al análisis de lo performativo planteado por Austin, a la semiótica de la manipulación de A.J.Greimás y a la semiología de la Escuela Lingüística de Praga. Inicialmente referida al acto de habla mediante el cual un locutor actualiza la lengua y se apropia de ella en una situación particular de intercambio o de "contrato", esta problemática puede ampliarse al conjunto de la cultura en razón de las similitudes entre los procedimientos ("enunciativos") que articulan las intervenciones sea en el campo de la lengua, sea en el tejido de las prácticas sociales (Ver De Certeau, 2006: 23)

6. Por marginal, entendemos principalmente a los sujetos excluidos de los sistemas oficiales de enseñanza, las estructuras formales de trabajo, el acceso a la vivienda y los mecanismos básicos de integración social, incluso a veces, relegados espacialmente en "villas" o "barrios ciudades" en Córdoba. Sin embargo, en algunas de las letras consultadas funciona como un significante de contenido variable que puede remitirse tanto a la clase media baja, como al trabajador manual explotado e incluso al "pueblo" en su totalidad (entendido éste como el conjunto de los sujetos oprimidos por el poder político, la ideología hegemónica que avala la dominación y la oligarquía que impide su progreso social).



7. En este informe, me refiero al eje central del fenómeno que he denominado "literaturas marginales", pero por motivos de espacio no me remito al resto de las características que lo conforman. Si bien he descubierto que Jorge B. Rivera utiliza el término para referirse a producciones de circulación masiva como los folletines o las historietas, el concepto que he elaborado en torno a este término es sustancialmente diferente.

En este caso, podemos comprobar la ausencia de los "cuartetos" en las antologías de literatura aunque sì hay mucho trabajo en torno a ellos desde el punto de vista socio-antropològico y salvedad de aùntes como el de Barei en "La cultura del espectàculo en Còrdoba". .
8.El concepto de mediación refiere a la capacidad de descubrir sentidos en la compresión de los medios como "mediadores" de otros sujetos, otros discursos: "los medios constituyen hoy espacios claves de condensación en intersección de múltiples ramas de poder y de producción cultural (….) –incorporan- sentidos y usos que, en sus tanteos y tensiones remiten, de una parte, a la dificultad de superar la concepción y las prácticas puramente instrumentales para asumir el desafío político, técnico y expresivo que conlleva el reconocimiento en la práctica del espesor cultural que hoy contienen los procesos y los medios de comunicación (Barbero, 2003:21).

lunes, 23 de diciembre de 2013

La narratologìa como vehìculo de superaciòn social: historias de fe (comentario y aporte de David Avilès)

En el ámbito cultural resulta difícil encontrar a alguien que no se haya cruzado jamás con este joven ecuatoriano que desde hace años está dejando su legado aquí -y vaya que lo hace- en todo sentido. Su investigación sobre la esfera de lo social resulta interesantísima pues recoge una parte considerable de teoría y otra sumamente relevante de documentación testimonial, por lo cual se presenta como un exordio a la idiosincrasia del cordobés creyente y en potencias a otros fieles religiosos de diversos credos.
En concreto David se ha centrado en el análisis de los fieles evangelistas de una iglesia de Còrdoba -me reservo el nombre pues no creo que sea relevante en mi comentario-. Su enfoque interdisciplinario retoma aportes de la filosofía, la psicología, la antropología y, aunque la literatura no sea conscientemente un camino de examen creo que es muy propicia para comprender los fenómenos que describe.
Hablamos de la narratología, la ciencia de los relatos -ya sean orales u escritos- para devenir sujetos sujetados por palabras.
Cuando narramos estamos re-creándonos a través de las palabras y ante destinatarios presentes o no y con el objetivo de producir tales o cuales efectos hacemos uso de estrategias discursivas verbales y para-verbales. En nuestra agudeza para usarlas se nos va un poco la vida: el posible aumento, casamiento, ascenso, etc.
Pero el drama mayor surge cuando le hablamos a Dios y sin espacios propios de legitimación. Esto es válido para los "pobres", no "ilustrados", iletrados.
Ante los múltiples obstáculos de una sociedad secularizada, individualista, alienada  y atomizada en sus principios, el discurso religioso retoma la palabra del "pobre" y le confiere su lugar.
Ser pobre no sería un dato màs si no el ejemplo de la "pasión de cristo", del camino de padecimiento hacia un mundo justo en un plano superior. El "pobre" estaría próximo a esa palabra y en la "misericordia" (en la cordialidad hacia la miseria) el burgués re-encontrarìa su mundo primitivo y genuino vedado por el "retroceso del proceso material pos revolcuòn fàbril". Un edénico territorio de dominio natural y de contemplación externa.
El nostàligo pedido de un tango hacia su arrabal sombrìo. Serìan esos pobres quienes en su credo habrìan encontrado el puente necesario para no caer al abismo de La Nada satreana y en su mirada nos reconfortaríamos (Levinas). El "otro" es un ser para "El Otro" (Dios) alejado de nuestro sinsentido espiritual.
Sin embargo, el gran problema sería el caso en que las formas litúrgicas "venden" (a veces literalmente) aquello que no pueden ofrecer: prometiendo salvaciones mágicas y valiéndose de tretas y engaños.
El "entre" situado entre la carencia espiritual y el goce de su encuentro lejos está de traducirse en heladeras, autos importados y operaciones de nariz. Más bien lo creo un momento introspectivo fundado en la alegría de la protección comunitaria y la ofrenda como camino de vida.
El gran desafío de dichos relatos -y reclamos - pasa por la elaboración de un "nosotros" cobijado en una experiencia colectiva de fe, ofrenda y generosidad... y no sólo un triunfo personal espectacularizado al nivel del raid mediático y la intención del beneficio monetario.
A continuación: las palabras de David, en su sitio www.davidaviles.com.ar
LA DESTESTIMONIALIZACIÓN
La narrativa testimonial del creyente en la sociedad contemporánea

Aproximaciones
Por: David Avilés Aguirre[1]
Si yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio no es verdadero.
Jesús de Nazareth
Estamos viviendo dos historias distintas: La de verdad y la creada por los medios de comunicación. La paradoja, el drama y el peligro están en el hecho de que conocemos cada vez más la historia creada por los medios de comunicación y no la verdad.
Ryszard Kapuscinski
Nuestra Iglesia, que durante estos años sólo ha luchado por su propia subsistencia, como si ésta fuera una finalidad absoluta, es incapaz de erigirse ahora en portadora de la Palabra que ha de reconciliar y redimir a los hombres y al mundo. Por esta razón, las palabras antiguas han de marchitarse y enmudecer, y nuestra existencia de cristianos solo tendrá en la actualidad dos aspectos: orar y hacer justicia entre los hombres. Todo el pensamiento, todas las palabras y toda organización en el campo del cristianismo han de renacer partiendo de esta oración y esta actuación cristiana.
D. Bonhoffer
(mayo de 1994 desde la cárcel)
Resistencia y Sumisión

S
iguiendo la vieja recomendación de K. Barth: “…en la una mano La Biblia, y en la otra el periódico”, habría que intentar leer la misma Escritura con un ojo en el texto de la Biblia, y con el otro,  en ese texto de la vida que va cuajando en la cultura y las instituciones sociales. Solo de este modo la lectura de La Palabra evita el desenfoque de una abstracción unilateral. Espero, pues, no apartarme del tema pedido.
Considero un privilegio y una alegría especial la oportunidad de participar de esta corta ponencia llamada: “LA DESTESTIMONIALIZACIÓN. La narrativa testimonial del creyente en la sociedad contemporánea” en Córdoba. Hace algunos meses atrás, asumí con agrado el desafío de preparar una ponencia similar a esta para el encuentro de la Fraternidad Teológica Latinoamericana realizado en la ciudad de Buenos Aires en mayo del 2010. En aquella ocasión, tuve el placer de presentarla conjuntamente con Pablo Catania, Pastor de la iglesia “Jesús para todos” de la ciudad de Alta Gracia.
Desde los diálogos de aquel encuentro, se iba clarificando, al menos para mí, que una de las tareas que le espera a nuestra generación de cristianos, es la de conseguir un claro sentido de identidad cristiana, no solo como cristianos sino y sobre todo, como cristianos cordobeses, argentinos, latinoamericanos[2]. Así, la presencia y el testimonio evangélico en la sociedad contemporánea −que bien podría describirla como de aspecto misionero en el cual se cruza una frontera espiritual e ideológica−  me obliga a repensar sobre la cuestión de mí (nuestra) identidad, como creyente(s).
De la poca y casi nula trayectoria que tienen los estudios sobre la narrativa testimonial en la vida del creyente −en conjunción con la cultura y la comunicación− me ha interesado poner un énfasis    −el histórico− en la construcción testimonial del creyente y su relación con los medios de comunicación, particularmente sus transformaciones en los modos de percibir, representar y relatar.
Comprendo, sin embargo,  que para esta indagación debo incluir un círculo más vasto que forma parte constitutiva  de la vida del creyente que, concentran los encuentros espirituales por medio de los cuales éste, también se relaciona −testimonialmente− con Dios. Encuentros que a su vez requieren otra metodología para su abordaje y que, por obvias razones, son motivo de otro análisis. El anclaje temporal de dicha indagación, contempla a la Modernidad y el comienzo de los Tiempos Contemporáneos, llamados por algunos Posmodernidad. Vivimos en un tiempo de velocidad implacable, de urgencia delirante. “! Ve más rápido! ¡Los límites los pones vos!”, proclama la publicidad de Fibertel, un proveedor de Internet ADSL de Argentina. Todo se diluye y se restablece sin derechos a intervalos.
En las invitaciones a los congresos de cristianos se emplean palabras y frases como: “Sorpréndete. Experimenta. Vas a sentir el llamado de Dios como nunca antes. Disfruta de un show como NUNCA hasta hoy viste! Uno completamente ATÍPICO, fuera de las estructuras, fuera de lo de siempre. Ven a conocer a tú Dios sin las estructuras de siempre. Descubrirás cómo es Él, y cómo fue desde el principio: !CREATIVO!. Descubre tu próxima misión”.
No hay continuidad entre las acciones, no hay pausas. Vemos el presente desigual y fragmentado lleno de sorpresas, emociones y sensaciones, pero en ninguna parte aparecen las consecuencias, los resultados, los “entres” del mismo. Nada fluye libremente; apenas hay interrupciones. Son algunas de las paradojas de nuestras sociedades contemporáneas que muestran lo unificado y lo dividido, lo uniformizado y lo diverso, lo desencantado y lo reencantado. Uno de mis principales argumentos es que los cambios acelerados del mundo actual constituyen un desafío para el enfoque de las narrativas testimoniales concernientes al ámbito cristiano.
El momento actual que vive el cristianismo, exige entender tanto las continuidades, como las rupturas y transformaciones que ha traído consigo los medios masivos de comunicación, el aceleramiento tecnológico, la importancia del tiempo (carpe diem), el aumento de la exclusión y las cada vez más frecuentes economías de lenguaje que crean exacerbados reduccionismos.  El tránsito de una sociedad de flujos, no ha significado la anulación de las narrativas testimoniales del creyente o de la comunidad de la cual forma parte, sino que se han modificado creando una resignificación. Un testimonio mediatizado, digitalizado, impactante, emocionante. Un neo-testimonio. Sin necesidad de caer en antojados reduccionismos, la narrativa testimonial, se ha convertido en una especia de narración anecdótica. Esto me lleva −tentativamente− a pensar que estamos en una nueva etapa, la de una anecdotización de la narrativa testimonial.
Si esta forma de construir los relatos testimoniales en la vida del creyente contemporáneo basados −exclusivamente− en y a partir del uso de los medios masivos de comunicación se aproxima a la realidad, mi propuesta será la de repensar seriamente las formas testimoniales, pensar y dar cuenta de las exclusiones de otras narrativas que también se manifiestan y que dicho sea de paso se levantan frente a nosotros, y de las cuales conocemos poco o casi nada. En este sentido, se busca trabajar en la intersecciones −el entre− que ayuden a la articulación entre el testimonio y la espiritualidad, entre lo que emerge y la densidad histórica, entre las memorias y los olvidos, entre el presente y el futuro. Entre Dios y nosotros.
Se pretende por un lado reflexionar acerca de los procesos fragmentados que ha tenido el testimonio cristiano hasta el punto de diluirse en anécdota.  Disolviendo el entre del testimonio por un antes y un después. Por otro, es necesario revisar las relaciones que el testimonio mantiene entre temporalidades, tecnologías y medios de comunicación.
La noción de destestimonialización[3],  pretende liberar las potencialidades de las narrativas testimoniales adormecidas por los medios masivos de comunicación.  La destestimonialización, procura demostrar la capacidad de articular múltiples acciones del relato que reivindican difusiones descentralizadas y dinámicas participativas. La destestimonialización, busca la posibilidad de ver y escuchar el verdadero sentido de la diversidad en la narrativa testimonial.
La destestimonialización, es la participación activa de la gran cantidad de testimonios que se presentan en el ambiente cristiano y que éste los desconoce debido al protagonismo individual mediático que –en su mayoría cristianos− se conforman como una fuente legitimadora.
A la inversa, si no se posibilita una práctica destestimonializadora, se estaría incurriendo en una dinámica por medio de la cual el relato testimonial se reduce a una narración no solo individual y anecdótica vaciándola de sentido, sino y sobretodo en una narración que busca legitimarse en, y a partir de lo mediático.
En los ambientes cristianos de estructura individualista, la presencia del relato testimonial es poco clara, allí, donde el reconocimiento de uno mismo o del otro se realiza a partir del relato testimonial individualizado y no del grupo de pertenencia. La singularidad del testimonio recuerda a la del hombre, a la del individuo, átomo social, indivis, amo relativo de sus elecciones, que se plantea como “yo” y ya no más como “nos otros”. ¿Se ha hecho, de la narrativa testimonial, un producto mediatizado? ¿Nos encontramos los cristianos inmersos en testimonios individualizados? ¿Hemos perdido la noción de testimonio comunitario y colectivo? Son algunas de las interrogantes que se propone.
El objetivo con esta ponencia es el de presentar, dialogar y debatir los enfoques, algunos métodos y algunos resultados de varios años de investigación socialmente referida y en clave cristiana para propiciar la apropiación crítica de algunas estrategias para analizar “la narrativa testimonial contemporánea” desde una perspectiva histórica, mediática y narrativa

[1] Ecuatoriano, estudiante investigador de posgrado. Tesista  de la Maestría en Comunicación y Cultura Contemporánea (UNC). Becario del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) en el área de: “Estado y formas de participación y representación en América Latina y el Caribe contemporáneos”. Es alumno adscripto al programa de investigación: Racionalidad social, modernidad, identidad y subjetividad en América Latina en el Centro de Estudios Avanzados (UNC). Actualmente se encuentra investigando el evangelismo en Córdoba.
[2] No es un dato menor manifestar que he venido investigando, desarrollando, problematizando, complejizando y conceptualizando, las bases en las cuales se produce la construcción de la identidad del creyente evangélico en la sociedad cordobesa contemporánea.
[3] La destestimonialización, es una noción socio-antropológica que me encuentro desarrollando en la actualidad. Basada no solo en una serie de entrevistas hechas a evangélicos a lo largo de tres años en la ciudad de Córdoba, sino de también de documentos históricos (testimoniales) que han llegado hasta mí.

sábado, 14 de diciembre de 2013

"Me lo dijo un soñador" : Crónica sexual de la destrucción capitalista y redención literaria


Por Fernando Reati 
Georgia State University

POLÍTICA Y CIUDADES IMAGINARIAS EN LA LITERATURA ARGENTINA DE LAS ÚLTIMAS TRESDÉCADAS .




Sinopsis:

En Sexilia (1998), Roberto Panko nos transporta a la ciudad de Sexópolis en el año 2694 donde impera un cruel sistema de esclavitud sexual. Sexilia es una bella y libidinosa mujer dedicada a la compra y venta de esclavos sexuales, y el relato está repleto de gráficas descripciones de su ilimitado apetito erótico y de las vejaciones y perversiones sexuales a que los somete.

Hay claros ecos del Marqués de Sade, pero la pornografía y el sadomasoquismo son reapropiaciones paródicas de un modelo canónico que va de Sade a las novelas de colecciones tales como La sonrisa vertical. Al mismo tiempo, numerosas alusiones al género del comic de fantaciencia hacen pensar en la erótica viajera interestelar protagonizada por Jane Fonda en la película de 1968 Barbarella.

En Sexópolis, el poder ejercido sin límites consiste en la apropiación del cuerpo humano como objeto de placer, y recién cuando aparece un esclavo misterioso de quien Sexilia se enamora se plantea la posibilidad de un placer que no consista en la humillación y tortura de seres humanos. El nuevo esclavo, Rafael, le enseña a Sexilia un nuevo tipo de relación entre las personas, pero además  le confiesa que ella y su planeta sólo existen como fantasía erótica creada por él.

En efecto, en un capítulo posterior Rafael es un escritor bohemio en una ciudad empobrecida, que lucha por sobrevivir en una sociedad materialista y poco amiga de las ensoñaciones. Se trata de una ciudad de prostitutas, travestis, mendigos, dealers que ofrecen droga y policías corruptos, y Sexilia es la fantasía nocturna con que Rafael se reconforta de esa realidad agresiva....

Discusión: 

Podría ocuparme en este "post" de lo "superficial" en Sexilia. Es decir, de lo que en la superficie discursiva se deja muy claro entender : aquella crítica al sistema capitalista mediante un distopía sexual al estilo "Pasolini-Sade-Biza".

Y no es de sorprender que Panko no conociese "Saló o los 120 días de Gomorra" (Pasolini) para imaginar un destino tan similar en su novela "Sexilia". En realidad, es fácil de comprender que para un lector asiduo de Sade toda esta maquinaria del consumo fomentando el hedonismo y la individualidad por sobre la solidaridad y valores más "permanentes" sea representable perfectamente a la manera de una "máquina de carne" despedazando a sus oprimidos y sacando un provecho radical de su cuerpos mediante el goce sexual.

En verdad fue un gran problema del marxismo clásico desconsiderar todo lo que hace al poder "productivo", es decir, al poder no sólo como "panóptico" (Foucault) modelando conciencias y actitudes sino también generando deseos, oscuras voluntades que ponen sin cesar a girar la rueda del capitalismo como falso "garante de felicidad".

Desde una lectura "materialista" de este relato, esta sexoficción sería sin más preámbulo , una crítica radical hacia la opresión capitalista mediante el argumento de una ciudad distópica donde los esclavos sexuales obededecen a una reina tirana y sin amor...

Pero suena difícil explicar esta obra desde un lugar de "crítica marxista ortodoxa" más afianzada al terreno del realismo social. Recordemos que, las narrativas "tipo" del proletariado (Boedo) son en general "asépticas" y "maiqueístas" con lo cual se alejan mucho de Sexilia: ese gran festival de carne -un carnal-val- donde aún hay lugar para el amor.

Si nos salimos de la esfera de lo "superficial" y "más evidente" y nos concentramos en la polisemia del discurso literario; encontraremos una obra anárquica que propone el goce estético como lugar para el amor.

Pues en realidad, el pacto de la "ciencia ficción" se desmorona al final al proponer a Rafael -un internado en un hospicio mental- como el artífice de todo ese gran sueño "dantesco" que parece ser Sexilia.

O tal vez sea él un "testigo único" de ese espectáculo debido a una probable abducción de él por los seres de este planeta (lo que me recuerda a "Hombre mirando al Sudeste") o provenga él mismo de dicho planeta y haya sido "excluido" por su rebeldía al regimen.
Todo ese abanico de probabilidades ubican a Sexilia en el terreno de lo fantástico y en el lugar de la duda entre lo "normal" y lo "sobrenatural".

Como sea, Rafael ha previsto un mundo "horrendo" y se ha erigido en "salvador" de ese territorio inhóspito a través de su amor por la humanidad, que ha encantado a la "Salome" o reina infame que aunque lo tiene todo "la princesa esta triste, la princesa esta sola"...

Goce y voluntad creadora:

Stirner  (propulsor del "anarquismo individualista") se refiere al Yo, no en el sentido de ser un "vacío" sino de ser una "nada creadora". Este hombre, libre de quimeras y conceptos abstractos que determinan su existencia, finalmente tiene Propiedad sobre Sí Mismo al "liberarse de preceptos foráneos a sí mismos".

Por eso, no sólo el estado es "opresor", también lo es  LA RAZÓN (aquella temible premisa del "iluminismo" que paradójicamente vino a "racionalizar" la exclusión de lo diverso y lo "irracional" como signos de retroceso espiritual).

Un loco  o un héroe -o ambas cosas- soñándose como libertario de un mundo sin amor y duplicando en el plano de la ficción al autor "real" que es el verdadero "mago" creador de Rafael y de Sexilia (y acaso él mismo sea un sueño de otro... ¿por qué no?).

Lo que me importa de Sexilia no es tanto el problema -tristemente real- y que yo concibo como "realista" (es el realismo atroz de una ficción donde los pobres son despedazados en pos de beneficios personales de los poderosos)  sino el fantástico de esa novela: la incursión de Rafael al final. 

Siendo la Modernidad un lugar de gran "vacío" espiritual proveniente de la progresiva secularización de la vida, la alienación y la atomización comunitaria y una gran "represora" de los deseos "primitivos" en pos del progreso material - lo que Freud describió en el Malestar en la Cultura- , la verdadera rebelión consistiría en frenar los niveles de represión social.

Lejos ya de tener éstos sólo la función sustancial de "separar a la madre y prohibir el incesto" estarían provocando un agudo "Malestar de la Burguesía"  (Marcuse) que no se solucionaría ni con cientos de sesiones de diván . 

Recuperando entonces a Kant, habría que buscar el "goce" en lo estético y en la idea de "juego" hacia la vida,  siendo la literatura, por su valor "mágico" de construir con las palabras, un modelo a seguir. Para Adorno, sería el efecto "anamnético" de la literatura, el creador de la conciencia de un mundo pre-burgués naturalmente visibilizado a través de ella, y en su polisemia natural. 

Así es que el gran "salvador" de Sexilia, es un héroe romántico y bohemio incapaz de "adecuarse" a un mundo sin poesía. Un escritor, escribiendo una novela. Y a esto "me lo dijo un soñador..."


Fundamental:

 VER. Marcuse, Herbert (2006). Eros y Civilización. Ed. Paidós. Bs.As. 

Ver:  https://docs.google.com/viewer?a=v&pid=sites&srcid=ZGVmYXVsdGRvbWFpbnxzZXhpbGlhdGhlYm9va3xneDo3NjQxNGNlZGJkOTY0ZjFj
 

viernes, 13 de diciembre de 2013

Los hombres que no querían ser Kincón: Lamentos de pobres -Carlos "La Mona" Jiménez y Camilo Blajaquis-

XVI Congreso Nacional de Literatura Argentina (Chaco)
Valle, Mariana Celeste*





Antes de comenzar con nuestro análisis deberíamos preguntarnos qué es el delito y qué función cumple tradicionalmente en la literatura. Josefina Ludmer, investigadora de este tema, nos dice en El cuerpo del delito:

“Desde el comienzo mismo de la literatura, el delito aparece como uno de los instrumentos más utilizados para definir y fundar una cultura; para separarla de la no cultura y para marcar lo que la cultura excluye (…) Sirve para trazar límites, diferenciar y excluir. Con el delito se construyen conciencias culpables y fábulas de fundación y de identidad cultural” (LUDMER, 1999: 14)

 A nivel social, para Míguez, un buen punto de partida es el debate iniciado por Travis Hirshi en un texto clásico de 1967, pero recientemente reeditado, Allí se introduce una definición bastante simple de delito, como “actos cuya detección es pensada como resultante en el castigo de la persona que los comete por agentes de la sociedad mayor” (MÍGUEZ, 2008: 20).

Es decir que el delito no se propugna como un acto necesariamente reunido a las clases empobrecidas, sino que, por el contrario sería difícil para alguien de la clase media o alta reconocer que no ha vulnerado alguna vez una norma cuya pena implica el castigo de los agentes del orden: desde robar caramelos cuando chico hasta pasar un semáforo en rojo.

Sin embargo, tanto Blajaquis (el porteño), como los autores de las letras de cuarteto,  hacen hincapié en su  postura en la criminalización de la pobreza como parte del prejuicio social que difumina la ilegalidad en la esfera de poder:


 “Los barrios y las villas nunca se van a adaptar al desprecio de las ciudadanías que aman pertenecer al poder, a los que estafan con diplomacia y obedecen (...)
Si en el mercado de tracciones de mentiras absolutamente todos consumen orgullo” (BLAJAQUIS, 2010: 90).

También así lo refleja el cuarteto en "Abran la Reja" (1):


A cuatro años, ocho meses y dos dias en prisión,
una celda oscura y fría pasó a ser mi habitación,
he gritado mi inocencia pero nadie me creyó,
la justicia es sorda y ciega para un pobre como yo.



Si recuperamos la noción de delito, según Míguez, la perspectiva de Hirshi se contrapone a las teorías del rol delictivo en las que el delito no es resultado de la acción ocasional de un transgresor sino que deviene de la ejecución de un rol social preestablecido por la pertenencia o la participación en un sistema específico de relaciones sociales (MÍGUEZ, 2008: 21).

Es decir, estas teorías enfatizan en la personalidad del agresor que reincide en la práctica de la criminalización y que resulta de la performance de roles sociales específicamente provistos y sostenidos por subculturas delictivas. Para Míguez:

“Las teorías subculturales nos indican que las condiciones sociales diferenciales que produce la desigualdad distribución de los recursos en la sociedad promueve la circulación de sujetos que las padecen por los mismos ámbitos –otra vez: institutos, cárceles, juzgados, barrios, bailantas, esquinas y plazas- brindándoles la posibilidad de elaborar conjuntamente sistemas de representaciones y prácticas que terminan constituyendo una particular variante cultural” (MÍGUEZ, 2008: 238)




Esta visión del problema cuando se articula en una parte de la sociedad con una visión de delito como producto de las clases marginadas puede originar una criminalización de la pobreza, un “apriorismo” donde a la categoría de “pobre” sería reunida con la “delincuente”, lo que perjudica a Blajaquis en su búsqueda de un lugar intelectual:


“Los grandes medios de comunicación visibilizan como delincuentes a los negritos (…). Yo con poesía resistí la tiranía y la opresión psíquica de trabajadores sociales (…)No estamos a cumplir como sociedad a que un pibe piense o sea filósofo (…)La escritura me sirvió a resistir, contradecir las tareas académicas (…) hay que remarla día a día, mis remos son la poesía…” (CACOPARDO, 2011, s/d).

Esta preocupación también se visibiliza en los siguientes versos de “Estar pálida y en batalla un verso:
“Tengo miedo a veces de que el mundo se haya ido,/ pero no se fue, mañana hay visita./Una psicóloga ayer me dijo que no puedo ser escritor…/Esa piña duele más que la del guardia” (BLAJAQUIS, 2010: 106).

Recordemos que la exclusión social empuja a satisfacer las carencias-urgencias de modo inmediato para garantizar la sobrevivencia, por eso genera en el imaginario construido desde la hegemonía cultural, la identificación de las zonas de pobreza como territorios de crimen (KOROL, 2009: 65). Algo que Miguel Briante ejemplicaba de manera cruelmente real en el cuento "Kinkón" . Aquél personaje condenado a ser un ladrón o un asesino (sólo por su aspecto simiesco). Aquél hombre robusto, Kincón,  que muere combatiendo contra los representantes de un orden que lo excluye y al que ha tratado vanamente de asimilarse.


Según Ludmer el debate sobre el delito se origina en dos posiciones opuestas:


“Los de derecha lo ven como un resultado ahistórico de la ‘naturaleza humana’ sin contexto socioeconómico y adoptan políticas punitivas para controlar al ‘malvado’, priorizan el orden sobre la justicia y vuelven a las teorías genéticas para echar culpa a la ‘clase baja’. Los realistas de izquierda dan prioridad a la justicia social, o injusticia que margina a sectores y genera el delito” (LUDMER, 1999: 18).


El argumento que sigue Blajaquis, quien sufre la pobreza, es que él también está siendo vulnerado en sus derechos de inclusión social, por eso se reduce el impacto negativo que tiene el delito para la moral burguesa en una sociedad capitalista, como afirma el autor en una entrevista:

“El pibe chorro no creen lo que cree la sociedad común, el pibe chorro no tiene la moral que tiene la sociedad. La sociedad cree que el que trabaja es decente, automáticamente (…) El pibe chorro piensa que la decencia es otra cosa. Cuando sale a robar, yo no sé si realmente es robar, y acá hay que tener cuidado con los términos, por más que hay un daño físico y mental que es innegable hacia un tercero. Yo siento que cuando iba a robar estaba yendo a recuperar lo que el porvenir nunca me dio” (CACOPARDO, 2011: s/d).

El verdadero conflicto es la ilegalidad en que se sustenta el orden legal y el desamparo de la protección gubernamental hacia el excluido que lo arroja, como en el cuento de Briante, a déstinos sórdidos casi imposibles de eludir.

Para Daniel Míguez, por otro lado, un estereotipo que se refunda en las prácticas culturales de los presidiarios es la heroificación del criminal perseguido por una injusticia. Esto se percibe en los rituales religiosos destinados a San La Muerte o al Gauchito Gil. Según el investigador, lo que se rearticula es el prototipo de “ladrón noble” de Eric Hobsbawm en sus clásicos estudios de bandidismo rural:

1)El ladrón noble inicia su carrera fuera de la ley, no a causa de un crimen sino como víctima de una injusticia, o debido a la persecución de las autoridades por un acto que éstas, pero no la costumbre popular, consideran criminal; 2) corrige ”los abusos”; 3)”roba al rico para dar al pobre”, al prójimo o a sí mismo 4)”no mata nunca si no es defensa propia o en justa venganza”; 5)si sobrevive se reincorpora a su pueblo como ciudadano honrado y miembro de la comunidad. En realidad nunca abandona su comunidad; 6) es ayudado, admirado y apoyado por su pueblo; 7) es –cuando menos en teoría- invisiblee invulnerable y 9) no es enemigo del rey o emperador, fuente de justicia, sino sólo de la nobleza, el clero y otros opresores locales (MÍGUEZ, 2008: 170)

Este esquema también ha sido trabajado en la literatura, especialmente en la gauchesca donde debemos tener presente la novela de Gutiérrez, Juan Moreira, quien “articula el delito con el derecho, la economía y el poder estatal y hace la travesía necesaria del justiciero popular; el pasaje de la legalidad a la ilegalidad por una injusticia” (LUDMER, 1999: 233).
En realidad, para Ludmer, las "narrativas de la criminalidad" son los moldes típicos en que se difunden las "historias bárbaras" (también en las narrativas de los proletarios como "oprimidos" dentro de un realismo que también excluye al Estado como posible garante de justicia). 

Es decir, que las palabras de Blajaquis, si bien reconocen el delito como un innegable daño hacía la víctima, renuevan toda una tradición de visiones culturales practicadas por una subcultura delictiva, donde la dimensión del delito como ilegalidad con respecto a la justicia y como daño a terceros con respecto a la sociedad es minimizada y hasta radicalmente transformada en un prototipo positivo a partir de la injusticia que origina la transgresión.

Es el tema de la letra "Dos por Uno" (2): 



Señor juez, yo le acepto
Estuve mal, ¡yo, robé!
Pues me echaron del trabajo
Estaba desesperado
Y con el diario bajo el brazo
Mil puertas golpeé.
No quedaba alternativa,
Ni un trabajo ni una ayuda,
Ni una mano solidaria yo encontré.
Y mis hijos tenían frío,
Y mi mujer en un rincón lloraba.
Y mis hijos tenían hambre,
Y yo en mis manos nada.
¡Dos por uno, señor juez!
Por favor tenga piedad.
 

La postura del Blajaquis y de la canción , parte de la explicación del delito como producto de la ausencia del Estado y de un sistema social que funda y perpetúa la exclusión y origina los actos criminales como consecuencia de ello. El “pibe chorro”, entonces, estaría compensando en el hurto un porvenir que jamás se podría forjar en su origen humilde.

El realismo como doctrina estética garantiza la legitimad del relato sobre la pobreza para el lector que, ajeno a ese ámbito, aspira a vivir con mayor intensidad las experiencias narradas. Por eso lo que se le pide al "cantor" o al "poeta" es que de fe de su "vida bárbara" con pretensiones de vericidad. Algo que suele fomentar la teoría de que estas letras de cuarteto (escritas por muchísimos autores) son en verdad producto de lo que los presidiarios cuentan (algo que tiene mucho de cierto, como explicaré en otro post):

“El aficionado al pintoresquismo social pide a la novela realista que le haga vivir la “verdadera” vida del Pueblo, sin perder sin embargo su conciencia y su identidad burguesas; la exigencia de autenticidad es la variante populista de la fantasía romántica que consiste en querer fundirse con el Otro sin dejar de ser uno mismo” (GRIGNON Y PASSERON, 1989: 175).

Sin embargo, dicha condición sobre el relato de la pobreza, se funde con la paradoja de lo absurdo del cuadro descriptivo de un entorno marginal: la pobreza es absurdamente real o realmente absurda.

 En “Describiendo con Realismo”, Blajaquis representa las típicas zapatillas colgando sobre los cables de luz, los abuelos adormitando y el Riachuelo de su villa Carlos Gardel, de este modo:

“Aunque parezca cruel/Había cuerpos de niños/ Colgados de los cables./ Atados/ A sus dedos gordos del pie./ En las esquinas había montañas/ De cadáveres de ancianos y ancianas./Los cuales tenían los ojos cocidos (…)/Los árboles habían huido no sé a dónde/El mar era un eterno Riachuelo/Ya casi duro e inmóvil de tanta mierda” (BLAJAQUIS, 2010: 57).

Para Elías Castelnuovo, es necesario distinguir entre aquél escritor de la pobreza que escribe desde su lugar de élite o de pequeño burgués ilustrado” y el del verdadero “escritor del hambre”, que sufre el mismo contexto al cual se refiere, deducción que extraemos de sus siguientes palabras:

“Los campesinos que pinta el escritor ruso (se refiere a Tolstoi) en sus novelas no son realmente lo que fueron en la realidad, sino como él los elaboró con sus ideas señoriales en la mesa de redacción de su escrutinio. Si un artista campesino hubiese pintado a su clase, seguramente que habría procedido de modo contrapuesto” (CASTELNUOVO, 1977:20).

Blajaquis ha atravesado “en carne propia” los padecimientos de la miseria y de la cárcel, por eso el valor de su testimonio autobiográfico que nos permite decir que es doblemente un “escritor de la pobreza”: quien la sufre y quien la narra. Por lo tanto su descripción de este “otro” social no es una elaboración discursiva de un sujeto subalterno en la voz de un literato ajeno a esa condición (como sería el caso de la poesía gauchesca, por ejemplo) sino producto de la propia voz del excluido (la suya).

Por otro lado, también podemos reflexionar en su obra, los modos singulares por los que circula la literatura en un medio marginal. Blajaquis llega a ella por medio de Patricio, un tallerista amigo que le ofrece en un penal la lectura de Bukowski, Roberto Arlt y Rodolfo Walsh, quien le da el apellido de su seudónimo literario, el militante peronista asesinado en Quién mató a Rosendo (el nombre, es un reconocimiento a Camilo Cienfuegos, el compañero revolucionario del Che Guevara). Como para Silvio Astier, los libros también circulan en ámbitos de delincuencia, en este caso, en una prisión donde el presidiario ya está pagando sus crímenes

Blajaquis explica la esencia de la marginalidad en “Villas: La vida en un mundo aparte o así se vive apartado del mundo” donde se representa un panorama atravesado por la violencia:

“Familias numerosas, o mejor dicho, madres solteras con muchos hijos. Los cascotes que inventan caminos así el barro no te muerde los tobillos. Pilones de basura por acá y allá. Esqueletos de autos desmantelados, saqueados y prendidos fuego. El sonido de un disparo en una esquina, diez disparos de respuesta en laotra. Charlas de vecinas a través del alambrado mientras cuelgan la ropa en la soga: “Che, te enteraste que lo mataron a fulano”. “Sí y que a mengano le reventaron el rancho en la madrugada”. La policía y sus cacerías” (BLAJAQUIS, 2010: ,49).

Según Ludmer esta convivencia constante con el delito visible en los relatos sobre la delincuencia es, en realidad, una constante en nuestras vidas.
Marín, citado por ella, sostiene que el delito no es una “anormalidad” sino que al revés, constituye “lo normal”, lo dominante, esto es lo que recibimos como información diaria en la prensa, en la literatura, y en la comunicación en general, por eso “el discurso de lo normal es la violencia y el discurso de lo ideal es la ausencia del delito” (LUDMER, 1999: 17). Ludmer, no sin titubear, señala la imposibilidad de erradicar el germen de la violencia o el delito en nuestras vidas.

En “Alegato de un Inca ante Dios”, Blajaquis reubica los orígenes de la injusticia del orden social que padece, en la violenta conquista de América. De esta manera, localiza un delito fundante en los cimientos de nuestra historia, hacia una primera “otredad”, en este caso la indígena, subyugada por el conquistador (o el “hombre blanco”) en su afán imperialista.

La denuncia sobre el carácter segregacionista del proyecto de la modernidad elaborada desde el ángulo comunitario, según Benhabib, se localiza principalmente en la crítica hacia el mito del “ser prometeico” que privilegia el dominio sobre la jouissance (Lacan) y el placentero deleite de la alteridad.

El hombre moderno por antonomasia, en su búsqueda narcisista de la dominación de la naturaleza, persigue una lógica instrumental, una voluntad totalizante y homogeneizadora, detrás de la cual deja de apreciar la forma de ser de los “otros” no instrumentales, cuya subjetividad consiste precisamente en su proximidad a la naturaleza y en su negación hacia la instrumentalización (BENHABIB, 2006: 85).

Estos “otros” son los llamados “primitivos”, los pobres, los “excluidos” dentro del engranaje perverso del sistema capitalista y del discurso oficial.

El ladrón puede ser pensado como un “síntoma” que denota la injusticia del orden social que padece al igual que el pobre (allí radica la fuerza de la idea de comunidad dentro de la exclusión en la obra de Blajaquis), sin embargo tiene más impacto que éste ya que irrumpe sobre el principio básico que mantiene todo el engranaje económico: la propiedad (pensemos que los casos de delincuencia abundan en los noticieros y en los diarios, pero no son muchos los testimonios de la pobreza que se recogen y analizan aunque en número lógicamente los superan).

Feuillet en su trabajo sobre el policial negro, recupera la teoría marxista que establece que el derecho de la propiedad privada de una minoría se basa en la privación de la propiedad de las mayorías, lo que nos remite a la ironía brechtiana “es tan delincuente quien funda un banco como quien lo roba” y a la idea de legalidad como mecanismo para mantener el control de las clases dominantes, según el escritor alemán (FEUILLET, 2011: 87-119).

 El ladrón visibiliza la ficción que sostienen los ideales del capitalismo y externaliza la violencia “silenciosa” y diaria que día a día enfrentan los desposeídos.

Como respuesta estética a esta realidad violenta, el autor que nos ocupa desarrolla un estilo “agresivo” en La venganza del cordero atado, entendido en el sentido que le da De Certeau:

“Esta agresión tiene por característica ser una manera de tratar el lenguaje, y no la mera adición de algunos giros, funciones o enunciados de más. Político, erótico o gratuito, el ultraje maltrata la lengua. No funda, golpea (…) Por eso mismo revela la violencia encerrada en un orden. Desencadena el furor. Hace brotar la cólera entre los que habitan en un sistema de producción.” (DE CERTEAU, 2004: 77).

Blajaquis hace uso de giros escatológicos y de metáforas violentas. En “Sensaciones de un Domingo en Cana”, representa la angustia de estar preso, que retorna tras las visitas al penal, como un deseo de “congelar el tiempo tan sólo para degollar con un pedazo de vidrio todas las yugulares de cada uno de los guardias” (Blajaquis, 2010: 50)

En “Anhelo de ¿Libertad?” presenta un reproche a la criminalización temprana de los sujetos empobrecidos mediante la imagen contundente de “bebés esposados”:

“La razón es la costumbre de sentirse encadenado a la muerte, de haber nacido ya con un prontuario y con las esposas puestas. ¿Qué linda imagen no? La de bebés esposados adentro de una incubadora” (BLAJAQUIS, 2010: 111)

Toda su poesía está atravesada por la dicotomía central “libertad-encierro” que se plasma en diferentes niveles de significantes opuestos. La primera de ellas, es la relación dialéctica existente entre “naturaleza- ciudad” en donde la primera conforma una zona erógena maltratada por la violencia del hombre urbano. La naturaleza, antes de ser invadida por la violencia del hombre civilizado, es un resquicio sagrado donde pervive el eros.

En “A la naturaleza”, se percibe así:

Alguien pensó cómo sufren los árboles/ cuando los torturan/ y los mutilan/ sin poder gritar su dolor.// O la tristeza que tiene el mar/ cuando lo bañamos/ de todas las mierdas existentes/ O cómo se ahoga el aire/ cuando lo llenamos de porquerías (….)/ Yo sí pienso en estas cosas/ pienso en lo frío de la soledad del sol/ en la eterna virginidad de la luna/ en la relación amorosa del viento y las hojas/ y en que la lluvia /es el momento / en que el cielo y la tierra/ tienen un orgasmo” (BLAJAQUIS, 2010: 13)

El ámbito natural representa desenfreno y pasión y se convierte en un espacio idílico para el presidiario quien busca poseerla en su pureza irrefrenable. Contrariamente, el encierro es aquello que la inhibe, originando la segunda serie de significantes opuestos “naturaleza-artificio”, lo cual podemos ver en estos versos:

“Mis alrededores son un conglomerado de celdas y de llantos camuflados en la garganta, el paisaje es la herida abierta de vida ya resignada y la sensación de esperanza anestesiada que produce el encierro” (BLAJAQUIS, 2010: 111)

La libertad es también opuesta al hombre burgués que en su rutina diaria, alienado en un sistema capitalista, no se percata de su verdadero significado, como lo expresan varios poemas, entre ellos “Camión de Traslados”:

“Al fin comprendí que la vida es un fenómeno imposible de explicar en términos materiales. Que debajo de la ropa sea de marco o sean trapos, atrás de toda etiqueta, de todo oro, hay siempre un simple cuerpo, un desdichado ser humano esclavizado y sometido a la santa ambición que vende barato este sistema” (BLAJAQUIS, 2010: 97).

En “Breve discurso para los esclavos voluntarios” se refiere a los oficiales, abogados, fiscales, senadores, diputados, ministros, periodistas, jefes, patrones y presidentes como una “masa de acero” con “botones repletos de avaricia y con el más enfermo desprecio calzando sus pies” (BLAJAQUIS, 2010: 62).

Se genera, así, la tercera línea de significantes opuestos, “naturaleza-burguesía”. Por ejemplo, en “Rezándole al rey, fletando en rutas de ricota”, les habla a los lobos como metáfora de la libertad del mundo animal en la que debe reinsertarse el burgués secuestrado por los hechizos de la burguesía:

“¡Lobos!/ Aunque los hayan secuestrado los hechizos de la burguesía/ sus melodías de arcoiris los absuelve, / ni hablar del espejismo, del lujo de ser
viento/ serán mis héroes más sonoros, /la ecuación legendaria: canción reflexión libertad” (BLAJAQUIS, 2010:38)

En “La venganza del cordero atado”, el poeta se representa, una vez más, como un animal indefenso “descolgado por seres que cantan melodías enchufadas a parlantes sin lenguaje penal” (BLAJAQUIS, 2010: 11).

Ludmer advierte el fenómeno que conlleva el delito con respecto a este tema, al plantear que el criminal rompe la monotonía y la seguridad cotidiana de la vida burguesa y, de este modo, “la salva del estancamiento y le presta esa tensión incómoda y esa agilidad sin las cuales el aguijón de la competencia se embotaría” (LUDMER, 1999: 12).

En los cuartetos esta idea del "pobre" como libre frente al "burgués" como "apresado" es propio del discurso del pícaro que aún en su miseria sostiene el verdadero ideal de libertad en el que se funda el nuevo régimen pos Revolución Francesa. Aquellos célebres destructores de la falsa moral burguesa y de un régimen ficticio que no encontraba la justificación de su "animismo". El viejo chiste de que en la disección los doctores no encontraron el alma del burgués.

La última línea de significantes opuestos es la que se centra en la relación “guardia cárcel- preso”.
Blajaquis, relativiza la autoridad de quien le impide la libertad en “Poesía para el penitenciario”:

“¿Qué humano te recibe con alegría cuando volvés a tu casa?,/ ¿serás todo autoridad como sos por estos pagos/ Seguro que saben desnudar tus miserias/ sé que mirás al espejo y ves todo un riachuelo” (BLAJAQUIS, 2010: 103).

Del mismo modo en “Comparendo”, reflexiona sobre la tez morena de un gendarme que identifica también a los que están de “su lado” en la esfera social, pero cumpliendo funciones para garantizar la legitimidad del orden burgués.
 Es tema había sido ya tratado por el cuarteto en el tema "El Federal", la canción de La Mona que emulaba el encuentro entre el Sargento Cruz y el Martín Fierro. Un policìa a punto de matar, sin saberlo, a su hijo ladrón.

Para Foucalt, desaparece en los comienzos del siglo XIX el gran espectáculo de la pena física; se disimula el cuerpo supliciado, se excluye del castigo el aparato “teatral” del sufrimiento, pero “se entra en la era de la sobriedad punitiva”, lo que conlleva un matiz diferente en la condena del criminal que radica principalmente en la pérdida de un bien o de un derecho. Sin embargo un castigo como el trabajo forzado o incluso la prisión –mera privación de la libertad-, tiene por objeto también al cuerpo mismo: el racionamiento alimenticio, la privación sexual, los golpes, la celda que impide el movimiento, etc. (FOUCAULT, 2002: 22-23).

Sin duda, lo que se postula aquí no es una ausencia del orden legal. Por lo contrario, sería interesante que el orden legal dejara de sustentarse en la ilegalidad de sus formas y que, del mismo modo, los criterios de encarcelamiento se basaran en la privación y no en el abuso (volviendo así a ubicarlos en terreno de lo "ilegal"), que la equidad social y penal nos devolviera más músicos, más poetas y menos presos o excluidos. Porque nadie quiere ser Kincón...


Bibliografía:


BENHABIB, Seyla (2006). El ser y el otro en la ética contemporánea: Feminismo, comunitarismo y posmodernismo, Editorial Gedisa, Barcelona.
BLAJAQUIS, Camilo (2010). La venganza del cordero atado. Ediciones Continente, Buenos Aires.
CAPOCARDO, Ana (2011). “Entrevista a Camilo Blajaquis” en Historias Debidas. Disponible en http://www.youtube.com/watch?v=uhIAvuS45Qo. Consultado el 09/09/11.
CASTELNUOVO, Elías (1977). El arte y las masas. Editorial Rescate. Bs. As.
DE CERTEAU, Michael (2004). La cultura en plural. Ed. Nueva Visión. Bs. As.
FEUILLET, Lucía (2011). Dinero y delito: la tradición materialista en la lectura/escritura pigliana del género policial. Alción Editora. Córdoba.
FOUCAULT, Michael (2002). Vigilar y castigar. Ed. Siglo XXI. Bs. As.
GRIGNON, Claude y PASSERON, Jean Claude (1989). Lo culto y lo popular, miserabilismo y populismo en sociología y literatura. Ed. Nueva Visión, Bs. As.
KOROL, Claudia (2009). Criminalización de la pobreza y la protesta social. Editorial El Colectivo. Bs. As.
LUDMER, Josefina (1999) El cuerpo del delito: un manual. Ed. Perfil. Bs As.
MÍGUEZ, Daniel (2008) Delito y cultura: los códigos de la ilegalidad en la juventud marginal urbana. Ed. Biblos. Bs. As.

Canciones:

Abran la reja. JIMENEZ RUFINO JUAN CARLOS-MIRANDA MATIENZO MIGUEL ANTONI
MORALES OSVALDO OSCAR. En Trilogìa Tercer Acto (2007)

 JIMENEZ RUFINO JUAN CARLOS-BRITO OSCAR-QUINTEROS MARIO ARNALDO. La Mona en Vivo 90. (1990).