La historieta
"Nadie" de Massei y Aguirre articula lo fantástico y lo subalterno a
través de una interesante metáfora sobre la condición del marginal, su
"invisibilidad" en el trajinar diario de la apresurada vida de una
ciudad, que bien podría ser la ciudad de Córdoba.
Un
joven es reprendido duramente por su jefe por no asistir al trabajo Luego las
noticias transmiten el fenómeno ocurrido: miles de trabajadores no han asistido
a sus puestos de trabajo, incluso el gobernador, lo que genera una parálisis en
los servicios públicos y en los comercios.
El protagonista camina por las calles desoladas y
se encuentra con una muchacha cuyos padres han sido también afectados por el
extraño fenómeno de aletargamiento, como el resto de la Ciudad e incluso los
padres del propio Arguello.
Esta atmósfera enrarecida, esta abulia generalizada
sin atribución alguna le permite a Arguello percibir a los marginales que
ocupan el territorio casi desolado de las calles.
Cuando el territorio parece “desolado” por la paralización del desarrollo “normal” de las sociedades industriales y el “normal” engranaje de los medios de comunicación aparece un mendigo que dice saber “la verdad” de lo que ocurre al incrédulo protagonista del relato.
La pequeña historieta utiliza el fantástico para
demostrar los reclamos de los personajes al margen de la estructura
laboral-consumista de la sociedad a través de invisibilidad como metáfora.
Esta condición casi "espectral" de los
mendigos que sólo se tornan visibles cuando la ciudad se detiene encierra una
fuerte crítica al funcionamiento de una sociedad capitalista que parece
olvidar diariamente que los pobres existen.
Ahora, en el reverso de esta invisibilidad de los
mendigos, los desempleados, los vagabundos, en fin: el lumpen se encuentra otra
postura aún más violenta que sugiere el detallado relato de la “lógica”
marxista.
Ranciere nos recuerda en “El Filósofo y sus Pobres”
la postura adversa que el lumpen adquiría en el discurso sociológico de Marx:
Esta descomposición que redobla cada clase
se reconocía generalmente en la descripción del lumpenproletariado: “podredumbre
pasiva de las capas inferiores de la vieja sociedad”, según El Manifiesto,
semillero de ladrones y criminales de toda especie que se nutren de los
residuos de la sociedad”, según Las luchas de clases en Francia, este
subproletariado, en particular habría provisto las tropas de la guardia móvil
en junio de 1848 para acabar con la insurrección del verdadero proletariado (Ránciere,
2013:108)
Pero
para Ranciere “la explicación sociológica es perfectamente inconsistente” ya
que, si uno averigua bien, “los guardias
móviles pertenecían más bien a la elite del proletariado y no a su desecho”, “pero
para Marx la podredumbre no sólo es basura del pasado que obstruye las calles;
es el producto de una descomposición de las clases que puede tomar dos figuras
opuestas” ya que “ existe la podredumbre activa, la buena descomposición que
ataca el orden de las castas y empuja a las clases hacia su muerte y “la
podredumbre pasiva, la mala descomposición que las retrotrae por debajo de
ellas mismas”.
Este
“lumpen” además avizoraba el retorno de los “viejos” elementos de la política
medieval, sancionados “moralmente” como el “residuo” no sólo de la burguesía
sino también de los “triunfos” de la clase obrera a la cual paradójicamente se
intentaba “separar” del “estiércol” “no revolucionario”.
Pero,
¿de qué se le acusa al lumpen? Citando a Jorge Torres Roggero veamos, por
ejemplo, la sanción adversa que el personaje “lumpen/pícaro” del Martín Fierro
ha tenido en su relato:
¿Por
qué vituperar, por ejemplo, al viejo Vizcacha? Porque el viejo Vizcacha no ha
robado al fisco, no ha coimeado en grande, no se quedó con tierras y haciendas.
El pobre viejo tomó lo que necesitaba para vivir, "mil chucherías y
guascas y trapos viejos que para nada servían". Hay también lazos,
cabestros, maneadores, pavas y ollas. En realidad, desde nuestro puesto de
observación, para nada sirven. Pero si bien se mira, los trebejos de Vizcacha
articulan los significantes de las tres actividades que pueblan de gestos,
significados y símbolos la vida: trabajar, comer, vestir. En otras, palabras,
habitar. Y averiguar cómo se habita es una cuestión de identidad, una razón
para estar en el mundo (Torres Roggero, 2012: s/d).
Según informes del INADI (el mismo
organismo que publica el libro de Ranciere) dimensiones sociales y económicas reimpulsan
el debate sobre la legitimidad y pertinencia del hacer político” mediante “representaciones
sociales naturalizadas en el comportamiento cotidiano de las personas poniendo
dudas sobre las certezas de los criterios de ‘normalidad’ y continuidad de
algunos arquetipos configurados y sedimentados por los procesos culturales:
No es ajena a
esta tensión la idea que la sociedad tiene sobre la discriminación, la misma se
vincula, por un lado, al reclamo por parte de los/las a una “ausencia” o
“falla” expresada en la “falta de educación” de las personas. El concepto de
“educación” parece vincularse así con una idea de “normalidad” sedimentada en
imaginarios sociales que relacionan la cohesión de la sociedad con determinadas
pautas morales que deberían signar el comportamiento de las personas. Cuando
esta cohesión es puesta en duda emerge en el imaginario la idea de “crisis
moral” o “social” donde la educación como idea fuerza hace gala de su
funcionalidad constitutiva en la conformación del Estado-Nación argentino
(INADI, AAVV, 2010: 77).
Pero,
¿qué es el lumpen y por qué proclamamos su triunfo? Para Ranciere:
El lumpen no es una clase, es un mito: el
mito de la mala historia que viene a parasitar la buena. En este sentido, se
inscribe en una mitología obrera ya constituida: denuncia burguesa de los
ladrones, prostitutas y “furtivos de los trabajos forzados” como motor
escondido de todo disturbio obrero o republicano; denuncia obrera de
confusiones interesadas entre el verdadero pueblo trabajador y combativo y la
fauna turbia de las barricadas de París. Queda de manifiesto que Marx leyó las
denuncias de Cabet a los revolucionarios del cafetín. Y el término “lumpen” tal
vez lo saque de Heine: al analizar en 1832 la conexión entre la agitación
legitimista y las revueltas de los traperos contra los nuevos coches de limpieza,
Heine veía allí la lucha emblemática de todos defensores del pasado
corporativista, campeones de las “tradiciones basura” de “los intereses de
podredumbres de todo tipo”, en resumen, del “estiércol de la edad media” que
contamina la vida de hoy (Ranciere, 2013:109).
El
lumpenproletariado se “opone al proletariado como la mala descomposición a la
buena, la clase que ni siquiera es una clase a la que ya no es una”. Esta “ imagen
fantasmal del ejército de los vagabundos a sueldo de la burguesía recubre un
secreto más temible aún: siempre es posible reclutar entre la clase obrera a un
ejército contra la clase obrera”. (Ranciere, 2013: 109)
Entonces, la “traición excepcional” de los
guardias móviles que dispararon contra sus “hermanos” obreros se justifica a
posteriori por “la traición ordinaria de esos obreros a quienes la prosperidad
industrial de 1850 impide reaccionar ante la ley que les quita o prohíbe el
sufragio a tres millones de ellos”. Entonces, “llegando “hasta a olvidar el
interés revolucionario de su clase por un bienestar pasajero, los obreros
renunciaban al honor de ser una clase conquistadora”. (Ibidem).
La
definición del “lumpen” que “escandaliza” o, peor aún, que “atemoriza al
marxismo” es el reverso de la conducta discriminativa que justifica y que hace
del pobre el perfecto “chivo expiatorio”. Sin embargo, su definición es la
subsistencia del pícaro que propone su propia ley:
Toda
clase en tanto sus propios miembros defienden en ella sus interés sociales, es
prácticamente su propio lumpen” La “lumpenización” de una clase es su retorno a
la estricta conservación de sí (Ranciere, 2013: 109)
Recién cuando la sociedad industrial se detiene, la historieta
nos muestra la “visibilización” de esos pobres que siempre estuvieron allí
proclamando sus "triunfos", su subsistencia en este caso, al margen de los engranajes económicos promovidos por la sociedad de consumo, la réplica de los pobres en sus propias formas de habitar el mundo ante quienes se les "olvidó" su presencia...
Massei y Aguirre (2010) Nadie; Editorial Llanto de
Mudo.
Bibliografía:
Ranciere, Jacques. (2013) El
filósofo y sus pobres. Edición los Polvorines. Universidad Nacional de
General Sarmiento. Bs. As. INADI. 2013.
Torres Roggero, Jorge. “Sarmiento, el perfume de las ideas” en
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. (consultado el 11/o/2015) Ver:
AAVV. Anuario oficial de INADI (2013).
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