Significado
de DISCRIMINACIÓN
DISCRIMINACIÓN significa,
según el Diccionario de la Real Academia Española “Protección de carácter
extraordinario que se da a un grupo históricamente discriminado, especialmente
por razón de sexo, raza, lengua o religión, para lograr su plena integración
social.” Sin embargo este significante ha variado con el tiempo y hoy tiene una
connotación negativa. ¿Qué ha ocurrido?
Para Silvia Barei, la DISCRIMINACIÓN, implica “diferencia y
desigualdad” actualmente. Es decir, sujetos o grupos sociales excluidos de los
bienes y la ciudadanía a causa de sus diferencias étnicas, raciales,
lingüísticas, sexuales, etarias, de clase o cultura e incluso por incapacidad,
defectos físicos, etc.
Ya que la palabra, DISCRIMINACIÓN Tiene una fuerte carga negativa,
en términos modernos se ha hablado de una “discriminación positiva”, expresión
que guarda en sí misma la profunda contradicción de la propuesta.
Se refiere a la supuesta igualdad jurídica y ciudadana que las
constituciones modernas (la francesa, la norteamericana, también la argentina
de 1853) otorgaban a todos los sujetos equiparando en la letra a sus derechos.
Al establecer la igualdad absoluta entre los sujetos, para reparar
las anteriores desigualdades sociales, políticas y hasta religiosas (propias de
los regímenes feudales, monárquicos o coloniales) lo que se hizo es tabla rasa
por decreto, con las desigualdades reales entre los diferentes grupos étnicos y
socioculturales que componían de hecho a todas las naciones. De este modo las
Constituciones no eliminaron el racismo o el sexismo o el clasismo ya que
resultaron manifiestamente excluyentes para una parte de la población: negros,
indios, mujeres, etc. y favorable para
otras: blancos, nativos, dueños de las tierras, etc.
Diferencias existen, tomo ahora la palabra, somos seres humanos
diferentes, pero el problema está en negar el acceso a determinados lugares,
bienes, o beneficios por esas cualidades.
Para Barei, entonces, así se acentúan los procedimientos de
identidad e ideales nacionales y se reclama la preservación de un canon
identitario ideal mediante la defensa de la tradición –el mito del origen-
frente a aquello que amenaza la unidad
cultural, con un sentido de identidad restrictivo y ahistórico.
Este “universalismo” del siglo XIX- cuando se conformaron las
constituciones sudamericanas- trató de borrar las diferencias y fue indiferente
a su reproducción, la idea de que las culturas son complejos sistemas
conformados por sujetos o grupos constituidos en sus diferencias.
Hay tres sustantivos que sirven para resaltar las desigualdades
entre los individuos.
La
“otredad” se remite al “otro”. Para el periodista
polaco Ryszard Kapuscinski el gran descubrimiento del hombre no fue la rueda
sino el Otro cuando el primer clan familiar de 150 miembros, que vivía en la
Mesopotamia entre el Tigris y el Éufrates, se topó con otra tribu-familia y se
dio cuenta de que no estaban solos, “¿Qué hacer ante este hallazgo?”, se
pregunta Kapuscinski. Tres reacciones son la constante de la Historia:
ignorarse, entablar contacto o guerrear (Kapuscinski, 2006: 9) Muchos pueblos
creyeron que el otro podía ser un dios disfrazado y de allí nace la costumbre
ancestral que entiende el encuentro con él como un acontecimiento
extraordinario, una fiesta (Ibíd. 9)El caso de los aztecas es paradigmático:
convencidos de que los hombre rubios y barbados eran dioses, no opusieron
–inicialmente- resistencia al invasor que venía en son de guerra y de conquista y que se veía a sí mismo como
superior (Ibíd. 10)El término “OTRO” proviene del latín ALTER e indica las
relaciones del yo con alguien que es o no un semejante. (…) Desde la tradición
filosófica heredada de los griegos se ha definido a lo otro como lo contrario a
lo idéntico. La otredad-alteridad es lo opuesto a la identidad consigo mismo de
todo sujeto.
En la tradición platónica, el otro es mi
semejante, mi espejo. Para saber lo que soy, para reconocerme en mi estatuto de
sujeto, es necesario que mi mirada pase por la de alguien que me mira. Por
cierto, este primer concepto es el que toma la psicología –específicamente-
Lacan- para hablar del “estadio del espejo”. El otro es mi doble, o más
precisamente mi espejo. No mi propio yo, sino más bien alguien cuya aparición,
entrevista en un juego de reflejos, contribuye a hacernos ser lo que devenimos.
(Ibíd. 11)
El “otro” podrían ser muchos y
diferentes. Augé los distingue apropiadamente:
-el otro como “ellos”, en oposición a un
nosotros identitario (nosotros los argentinos)
-el otro interno a la cultura, que
instituye un sistema de diferencias que puede ser sexual, de clase, económico,
político, cultural, etc.
-el otro íntimo, que no debe confundirse
con el anterior, y que –como señala Augé- está presente en todas las culturas y
cuya representación universal responde al hecho de que toda individualidad absoluta
es impensable “La alteridad esencial o íntima” es también representativa de una
cultura. (Ibíd. 13)
En sociología, el término “otredad” se
remite a un sujeto que es percibido como un “otro” diferente del “yo” de un
relato, por lo cual su connotación suele ser negativa.
La marginalidad, hace referencia a
sujetos que están ya excluidos de los sistemas culturales, sociales y políticos
y que precisan ser ingresados en los mismos. Es un término que tiene que ver
más con la función del Estado y de la Ciudadanía. Una persona “marginal”, no lo
es sólo por una persona en sí sino por un conjunto de personas que lo han
discriminado negativamente durante mucho tiempo.
La discriminación a lo largo de nuestra historia
Para Silvia Barei, en la Argentina existen tres metáforas de la
discriminación en la genealogía de nuestro país: la del hombre “nuevo”, que
surge con la revolución de mayo, la del hombre “bárbaro” y la del “hombre
presa”, que aparece en los 80 del siglo XIX con la llegada de los inmigrantes
europeos y bajo el signo del positivismo lombrosiano.
El “hombre nuevo” debe dejar atrás todo resabio de la anquilosada vida
colonial y nutrirse en los mejores centros educativos. Es éste el dilema de “El
marginal” de la Mona Jiménez.
El “hombre bárbaro” es producto del contacto del hombre con una naturaleza
que “barbarizaba”.
Para Sarmiento, la civilización estaba en Europa, Inglaterra, Norteamérica
y Francia, modelos a seguir porque representaban el progreso, la modernidad y
la ciencia. Por otro lado, la civilización estaba en las ciudades que son las
que tenía contacto con la cultura europea y los nuevos ideales de estas tres
naciones exitosas. Sobre todo Buenos Aires, a través del Río de la Plata, quien
estaba destinado al éxito porque poseía el puerto, y era la única que explotaba
los beneficios del comercio extranjero y que además poseía poder y rentas.
Además son aquéllas las únicas que poseían centros educativos y/o culturales:
“La ciudad es el centro de la civilización argentina, española, europea; allí
están los talleres de las artes, las tiendas de comercio, las escuelas y
colegios, los juzgados, todo lo que caracteriza en fin a los pueblos cultos”
(Sarmiento, 1962: 37)
De hecho, la vida en las campañas se asemejaba más al esquema retrógrado de
España que, para los intelectuales como Sarmiento, representaba un sistema
anquilosado, la contracara de la modernidad y el progreso. El medio y las
condiciones en que vivía el gaucho actuaban
negativamente sobre su carácter llevándolo a la barbarie.
En la inmensidad de una pampa despoblada e incomunicada del resto del país, el gaucho desarrollaba
sus instintos más salvajes porque debía sortear toda clase de peligros
naturales, como el avance de las bestias.
Por el contrario, el “hombre presa”, es el europeo que es presa de la Constitución
Argentina, debe homogeneizarse y asimilarse para no perder sus derechos. Muchos
inmigrantes europeos fueron aniquilados durante los años 19, durante la semana
trágica, bajo la Liga Patriótica ya que traían ideas socialistas y anarquistas
y peleaban por los derechos de los trabajadores.
Actualmente se discrimina a los inmigrantes sudamericanos, especialmente.
Durante el menemismo, se ampliaron los llamados “barrios cerrados” para las
clases altas y aumentaron las “villas de
emergencia”. Desde el propio discurso oficial se extendió la discriminación a
los sectores populares y los inmigrantes ilegales. La pauperización del
proyecto menemista torno invisible la migración de argentinos hacia los países
del extranjero, donde también son discriminados. Veamos el ejemplo del tema de
León Gieco.
Aunque podríamos remontarnos a la época colonial para ver de qué modo
España reproduce en América la construcción de identidades nacionales por
exclusión -los moros y judíos y, en el nuevo continente, los pueblos originarios-,
es interesante repensar de qué modo la idea de Nación Argentina se propone
sobre una concepción de identidad que
debe ser homogénea, y en el caso de no serlo, asimilativa (o sea debe tender a
la homogeneidad), mediante la desterritorialización y la resignificación de lo
diferente.
Argentina “discrimina”, lo hace con negros e indios, primero, con gauchos y
luego con inmigrantes europeos y árabes con resultados diferentes: políticas de
aniquilamiento y exclusión para los primeros; políticas de homogeneización para
los segundos bajo la consigna retóricamente construida de “Argentina, crisol de
razas”.
Si bien nuestra Constitución de 1853 había señalado que el país estaba
abierto a “todos los hombres que de “buena gana” quisieran habitar el suelo argentino.
Por ello, la política inmigratoria dio ayuda material a quienes quisieran
instalarse en el país, pero bajo el mandato de volverse “rápidamente
argentinos”, es decir, haciendo una “tabla rasa” con sus diferencias. Es ésta
una manera también de discriminar, querer que el otro sea igual a mí. Veamos el
ejemplo del tema “Amutuy” de los Jarca.
La discriminación al pobre y al habitante de los países norteños, en
especial, se pudo apreciar durante el ascenso del peronismo, la clase alta
temía perder todo su patrimonio conquistado por eso los llamaba “cabecitas
negras”. Durante el menemismo, hubo toda una criminalización de la pobreza,
veamos el tema El marginal, de La Mona.
“La exclusión social empuja a satisfacer las carencias-urgencias de modo
inmediato para garantizar la sobrevivencia, tanto en términos individuales como
colectivos, generando en el imaginario construido desde la hegemonía cultural,
la identificación de las zonas de pobreza como territorios de crimen” (Korol,
2009: 65)
Esta exclusión, la autora la identifica como relacionada con políticas
neoliberales de exclusión social y la función de los medios que recrudecen la
sensación de “inseguridad” y activan los mecanismos de terror sobre la
marginalidad para proteger la propiedad privada.
“La ruptura de identidades lleva a vivir la pobreza, la marginalidad, la
miseria del otro o de la otra como amenaza y a cargar ese contenido de
contenidos racistas, xenófobos, violentos, sexistas, represivos y autoritarios.
Refuerzan estos mecanismos de enajenación social, que favorecen, que la misma
ingrese en el index de la criminalización como “causa penal”. De esta manera,
si las calles o las rutas son ocupadas por sectores marginados, esto es
presentado como una amenaza; mientras que el mismo hecho con otros
protagonistas, es saludado efusivamente desde los medios de comunicación del
poder” (Korol, 2009: 68)
Bibliografía:
Barei, Silvia y Leunda, Ana Inés. “Pensar la cultura III, Retóricas de la
alteridad”. Grupo Editorial GER. 2008. Córdoba.
Kapuscinski, Ryszard. 2006. Encuentro con el Otro. Editorial Anagrama. Barcelona.
Korol, Claudia. (2009). Criminalización de la pobreza y la protesta social.
América Libre. Bs. As.
Sarmiento, Domingo F (1962). Facundo Ediciones culturales argentinas. Bs.
As.
De Igualdad como
declaración por Diego Tatián: (DE “http://cuadernos.inadi.gob.ar/numero-03/
). Resumen del texto.
Iguales no quiere
decir lo mismo. Como idea filosófica, según se busca proponer aquí, la igualdad
se opone al privilegio, no a la excepción; a la desigualdad, no a la
diferencia; a la indiferencia, no a la inconmensurabilidad; a la pura identidad
cuantitativa que torna equivalentes e intercambiables a los seres, no a las
singularidades irrepresentables –en el doble sentido del término. Es el alma de
la democracia en tanto juego libre de singularidades irreductibles, abiertas a
-y capaces de- componerse en insólitas comunidades de diferentes (de “sin
comunidad”), conforme una lógica de la potencia inmanente a esa pluralidad en
expansión -alternativa a la trascendencia del Poder-, definida como
ininterrumpida institución de sus propias formas, y por tanto afirmativamente
–lo que según entiendo quiere decir que no requiere de la impotencia de otros
para su ejercicio e incremento sino, por el contrario, más se extiende cuanto
más común. Así concebida, en tanto teoría y práctica de una igualdad
libertaria, quizá democracia sea el equivalente de un “comunismo de los
singulares” –según la expresión, acuñada y dejada sin explicitar, por el último
Sartre.
La igualdad permite
que haya otros. La igualdad es el reino de los raros.
De La pesadilla
de lo igual por Martín Kohan (de http://cuadernos.inadi.gob.ar/numero-03/
). Resumen
del texto.
Ahora bien, ¿qué otra
cosa puede hacer la literatura para narrar de otra manera, para narrar a su
manera, el principio general de la igualdad? Discutiendo con prevención este
concepto, alguna vez Theodor Adorno ofreció un reparo considerable. A su juicio,
el peligro que se incuba en el ideal de la igualdad, cayendo en una igualdad
abstracta, es que choca con la evidencia empírica de que no somos para nada
iguales, que bajo toda evidencia no lo somos, y que de eso podría llegar a
derivarse cierta clase de intolerancia ante la diferencia manifiesta. Allí
donde el ideal de la igualdad se desliza hacia un fervor por lo homogéneo,
surge de pronto ese riesgo del todo imprevisto: que se procure, en nombre de la
igualdad, suprimir lo que es distinto: “El usual argumento de la tolerancia, de
que todos los hombres y todas las razas son iguales, es un boomerang. Se expone
a una fácil refutación de los sentidos”. Si cuestiona tal utopía abstracta, es
porque “que todos los hombres sean iguales es precisamente lo que menos se
ajusta a ella. Considera las diferencias reales e imaginarias como estigmas
(…). La diferencia racial se lleva a lo absoluto a fin de poder eliminarla
absolutamente, lo que sucedería cuando ya no quede nada diferente”. Y concluye:
“La política, que ha de tomarse esto bien en serio, no debería por eso propagar
la igualdad abstracta de los hombres ni siquiera como idea”1.
Adorno apunta, y con
razón, al plano de lo empírico, ese plano de lo que los sentidos podrían llegar
a refutar; a la igualdad de hecho en el orden de los hechos; esa igualdad
fáctica, material, concreta, constatable, contra la que chocará la igualdad
abstracta. Esa igualdad figurada de la utopía política puede trastocarse en una
versión de la igualdad como tal, la igualdad propiamente dicha. Y este ajuste
(o desajuste), porque es retórico, y si es político y es ideológico lo es por
ser primero retórico, permite pensar en la literatura, que es la esfera de la
determinación verbal. La literatura procede, por lo común, respecto de lo
político, por medio de representaciones fieles (las del realismo) o por medio
de sentidos figurados (el castillo de Kafka, la granja de Orwell, el mundo
feliz de Huxley); pero allí donde el discurso político procede por medio de
figuras, a la literatura se le abre otra opción: la opción de la literalidad.
En vez de trasladar el sentido propio al sentido figurado (y componer de ahí en
más metáforas sociales o políticas, alegorías sociales o políticas, etc.), la
literatura desvía el sentido pero por un mecanismo de ajuste, por concentración
en lo literal, en busca de un sentido primero y propio.
¿En qué puede llegar
a convertirse, siguiendo este procedimiento, el sueño político de la igualdad,
si lo cuenta la literatura? Acaso en una pesadilla. Porque la literatura puede
tramar un relato en el que el otro es concretamente igual a mí, literalmente
igual a mí, de veras igual a mí. ¿Qué otra cosa, sino eso, son los clásicos
relatos de dobles? El doble es la materialización verificable del principio de
igualdad, su ejecución por así decir más concreta. Pero el efecto no es
precisamente reparador, ni confortable, ni da sosiego. Muy por el contrario, el
“tema del doble” (aunque el doble, más que un tema, es una forma) resulta un
principio elemental de inquietud y de perturbación. No por nada Sigmund Freud
lo trae a colación como ejemplo primordial a la hora de exponer su difundida
noción de “unheimlich”: “con la aparición de personas que a causa de su figura
igual deben ser consideradas idénticas; con el acrecentamiento de esta relación
mediante la transmisión de los procesos anímicos de una persona a su “doble”
(…) pierde el dominio sobre su propio yo y coloca el yo ajeno en lugar del
propio”2.
Unheimlich es lo no familiar, es lo extraño o extrañificado, es lo raro o
enrarecido; pero también, según una traducción muy difundida, es lo siniestro.
Dar de pronto con otro que es mi doble, dar de pronto con otro que es mi igual,
produce un efecto siniestro: inquieta, intimida, perturba, hasta agobia.
Dos de los clásicos
de la literatura argentina del siglo XX (y tal vez más: los dos clásicos por
antonomasia de la literatura argentina del siglo XX), que han sido por cierto
tanto uno como otro traductores de Edgar Allan Poe, escribieron sobre dobles.
Lo ha hecho Borges y lo ha hecho Cortázar. Cada cual a su modo, es decir con su
poética. En Borges el doble aparece como variante de la matriz sustancial del
duelo, siendo el duelo la escena reveladora y definitiva en la que un hombre se
enfrenta con otro para descubrir que en ese enfrentamiento se cifra su destino;
el suyo, pero también el del oponente, que así resulta ser intercambiable con
él, igual que él, los dos ninguno o los dos el mismo. Así el doble: ese otro,
el otro de mí que es igual a mí, termina fusionado con el yo, termina subsumido
en el yo: “No sé cuál de los dos escribe estas páginas”3.
De modo que el principio prevaleciente de la identidad acaba por desactivar lo
que hay de siniestro en el doble, la amenaza de la duplicación, pesadilla
posible que descarga la igualdad.
En Cortázar la
resolución es distinta, porque lo que en sus textos por lo común gravita es la
posibilidad, casi siempre irreal, de pasar de un lado al otro. Un tablón, el
vidrio de una ventana, el vidrio de una pecera, unas puertas, una galería
comercial, un puente, sirven de conducto para intentar ese cometido según se
trate de Rayuela, “Axolotl”, “Las puertas del cielo”, “El otro cielo”,
“Lejana”, etc. Del otro lado está el otro, que al mismo tiempo es un doble, es
decir el otro que es yo o que más bien podría llegar a ser yo (son dos grados
sucesivos de igualdad). La conversión no siempre se logra, o se logra pero no
se sostiene; en cualquier caso, plantea problemas, no siempre se estabiliza
como igualdad ya obtenida. El puente de “Lejana” lo deja ver muy bien: el otro
es yo, somos iguales, pero iguales como mitades iguales de una totalidad
disociada; la fusión, la unificación de lo igual, parece en principio fácil (tan
fácil como avanzar uno hacia el otro sobre un mismo puente) pero es en
definitiva imposible (tan imposible como cruzarse uno con otro, uno en otro, y
seguir cada cual hacia su lado opuesto, siendo el otro sin el yo: “Cerró los
ojos en la fusión total, rehuyendo las sensaciones de fuera, la luz
crepuscular; repentinamente tan cansada, pero segura de su victoria (…). Al
abrir los ojos (tal vez gritaba ya) vio que se habían separado”4.
Fin del artículo.
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ESCRITORES MARGINALES
Algunos de nuestros mejores escritores cordobeses permanece por fuera de la industria editorial: ya sea porque es inaccesible para ellos por motivos monetarios, o bien porque es una elección ideológica (como dice Jitrick, desplazarse del "canon", marcar "rupturas" frente a éste es también una manera de reposicionarse y legitimarse para estos escritores de "los márgenes").
Aquí les prestamos un espacio para contemplar las creaciones de escritores que circulan en cánticos de marcha, en grafittis en las calles, en blogs personales, en cuadernos atesorados entre un pequeño cúmulo de provisiones, o simplemente en papeles que van de mano en mano: Son leídos, escuchados, reproducidos, "usados" y luego descansan en un tacho de basura, pero permanecen en la memoria o en el instante fugaz del momento vivido por quienes lo contemplaron.
(*) "Paralelamente no se podría hablar de “producción de marginalidad” sino por metáfora; en primer lugar, todo lo que no es, por fuerza, marginal sino que es marginalizado en la medida en que, en primera instancia, simplemente no responde a un canon al que desea responder; en segundo lugar la cualidad de marginal debería ser considerada positivamente, es decir que todo aquello que escapa a los cánones, raramente por rechazo, más bien por decisión, debería producir algún efecto –y de hecho lo hace- en el cuerpo global de una literatura e, incluso, hacer trastabillar lo canónico (Jitrick, 1998: 29)"
Jitrick, Noé (1998) “El devenir de una palabra” en Cella, Susana –compiladora- Dominios de la literatura: Acerca del canon. Editorial Losada. Buenos Aires. Págs. 19 a 41.
La ciudad amanece
Niños leen matutinos revolucionarios
semanarios villeros de Walsh.
Universitarios declaran el amor a la patria. Avanzan.
Almaceneros no inflan precios que inflan proveedores.
Equipos de fútbol locales jugando en Primera
llenos de jugadores de inferiores
sin representantes.
Amanece en la ciudad.
No suena Mario Pereyra.
Nadie compra La Voz del Interior.
Rebeca Bortoletto muere.
Miguel Clariá muere.
Rony Vargas muere.
Claudio Fantini muere.
Petete Martínez se ahorca.
Nuevos periodistas toman los diarios.
Nuevos periodistas toman los micrófonos.
Nacen comunicadores.
Hacen los diarios.
No titulan el caos.
La ciudad no tiene policías.
La ciudad no tiene poetas.
La ciudad se vacía.
La ciudad se abandonada
se empieza de nuevo.
Se vuelve del encierro.
De La Sota escapa en helicóptero.
Los Radicales se separan de “el campo”.
El campo apoya la soberanía alimentaría:
elimina la soja, protege los bosques.
El Partido Obrero construye
sobre lecturas locales
de la coyuntura.
El precio del boleto
no aumenta cada febrero, desaparece.
Aparecen los subtes.
El trasporte no se cobra.
Los sueldos son elevados.
Nadie trabaja en los call centers.
Las prostitutas se jubilan
dan vueltas al mundo en yate.
Juan Carlos Jiménez Rufino canta.
Saca otro libro. Los bailes se multiplican
se llenan de bailarines.
Campana vuelve a ser un jugador de Básquet.
Atenas le gana a los Chicago Bulls de Jordan
en el Open Mc Donald´s.
Belgrano se sostiene.
Talleres asciende.
La Gloria no pierde finales.
El museo Caraffa
es la guardería de los hijos
de los empleados municipales
que barren la calle.
El Palacio Ferreyra se llena de visitantes
que ven los cuadros de Carlos Alonso
y los rescata. Los pone a la luz, los sacan a la calle.
Salzano se retira del suplemento de los domingos
y se casa con los maestros del Bar Sorocabana.
El Gobierno de la Provincia
no se apropia de los espacios culturales
No crea El Buen Pastor.
No crea Ciudad de las Artes.
Se derrumban los edificios en Nueva Córdoba.
Los estudiantes de comunicación social
vuelven al centro.
Ponen una radio.
Hacen periodismo militante.
El Balcón regala perfumes
a los caminantes.
Los caniches vuelven a ser perros peronistas
dejan a las niñas chetas.
Los presos del Penal de San Martín
no son fusilados en la cárcel.
Los identikit de violadores
no tienen la cara que presuntamente
tienen los bolivianos.
Los After Hours vuelven.
Reabren Valentino y Corleone.
Regalan fernet en el Estadio Kempes.
Todos los sábados se comen asados,
la carne de vaca es barata.
Se toman cervezas en las plazas.
Se quitan las cámaras de seguridad
de las esquinas.
Los zorros grises no recaudan.
Los colectiveros son hijos de Atilio López.
Los sindicalistas son hijos de Agustín Tosco.
Los albañiles son hijos de Ceferino Lisboa,
de Ernesto Lisboa Castro,
de Hernán Tejerina.
Fusilan a Aguad y a Mestre.
Los traidores son colgados en las plazas.
La Catedral se derrumba.
Los curas vuelven a las villas.
Las iglesias desaparecen.
Los católicos aman a los hombres.
La Franca Morada no tiene la conducción universitaria
de Ciencias Económicas, de Derecho, Medicina.
Los panaderos son anarquistas.
Las mujeres quieren parecerse
a las que no aparecen en las tapas
de las revistas de moda.
Dejan de fabricarse las 4×4.
La Casa Radical se vende.
Los Centros Vecinales
están llenos de colchones y zapatillas
cajas de comida
y bolsones.
Los dispensarios
llenos de dentistas y enfermeros
con tabletas de pastillas mágicas,
todos los que asisten
son atendidos como gente con plata.
Profesores y maestros
no expulsan estudiantes
e instruyen a los alumnos
sobre el curso de la revolución.
La prensa no es amarilla.
Los conductores de programas locales
llaman por televisión a la organización.
Incitan a accionar contra las injusticias.
La clase alta y media aprenden.
Los artistas viven, resucitan.
Los recién nacidos no desaparecen.
Las patrullas de la CAP se rematan.
El cabezón Sotelo enseña poesía en la cárcel.
Las heridas de bala a los pobres disminuye.
Se condena el gatillo fácil.
Los sectores populares
no eligen entre robar o vigilar.
Menéndez nace y es condenado a prisión perpetua.
Los músicos despiertan.
Salen del letargo.
Alegran las calles.
Hacen algo parecido al cuarteto.
Los tamberos no rebajan con agua la leche.
Los country son trasladados a
Ciudad de Mis Sueños.
Se extingue el hambre.
LA MODISTA
A Elsa Serrano
A Teresita (de Alberdi)
Cenicienta del cansancio
hilvana historias
que rebotan los espejos.
Sus pechos urgen
reinar salones
de carnaval.
Con el balcón en un dedal
llena de ella el mundo
y ríe.
Ríe
cenicienta de cansancio.
Daniel O. Requelme
EL CIEGO DE LA PEATONAL
Esquivado como un poste
de andar por ahí.
Comunitaria indiferencia
empeñada en ahondar abismos.
Filibustero urbano
Hambre sin timón.
Las tristezas ambulantes
pervirten sueños de guitarra.
Capricho de la naturaleza
Esperma traicionado.
Su estatua lo invisibiliza.
Lo invisibiliza.
Por un momento quiso
ausentarse del anonimato y ululó.
Como una ambulancia en apuros.
Ululó, hasta desmembrarse en
pedazos de talco y hambre de cobijo.
Daniel O. Requelme
COMPETENCIA
En esta ciudad
de igual a igual compite
el número de templos
con el de los prostíbulos
y quiero yo
de una vez que gane.
Daniel O. Requelme
MANO DE OBRA DESOCUPADA
¿A quién vende la suerte
Lic. en Psicologia (U.N.C) Escritor. Daniel Orlando Requelme nació en Córdoba Republica Argentina en 1949. Se graduó en psicología en 1974. Empleado por el organismo estadual encargado de la protección del menor por mas de veinteavos trabajó con la problemática minoril. Su inclinación hacia el campo de la clínica psicológica lo llevó a participar en la creación de servicios de psicoterapia y de instituciones afines. 2003 lo encuentra como Vicedirector de Salud Mental de la Provincia de Córdoba. En el 2006 publica su primer libro de poemas. 2007 crea un Blog interactivo donde profundiza su relación con la Literatura. Continúa en forma paralela con su vocación clínica en el campo de la Salud Mental como psicoterapeuta, profesión esta que nunca descuidó. E-mail: danielorequelme@gmail.comun dormir tranquilo? La destrucción que promulga el odio como todas las cosas, lleva final o pausa. La lanza, un badajo que irrita al campanario y la muerte, la muerte hace poesía. Se entiende cuanto de leve tiene la vida. Ahora que el miedo duerme el sueño de los muertos, que sabemos ajena la fiesta, de otros el botín, ahora que la sangre escurrida se ha transformado en un musgo agrio, comienza a quererlos el dolor. Sin más tiempo para otra sabiduría. Sin otra bulla que el luto de permanecer mirando de reojo desnudos, la soledad. Eternizándose indigno el silencio que al duelo otorga muda la boca su fracaso. Nadie que venga y diga cuál sombra les pertenece. Ya no más fotos de padres con manija huérfanos de mando apestan la ciudad. Los condena la adjudicación de la victoria. La pervertida ausencia de funerales. ¿Acaso, quién peinó la pólvora del estallido llegó a santo o a labrador?. ¿Que hay entonces del agobio de esta paz sin remordimientos? Pregón de verdad y justicia desfilan pañuelos blancos salpicados por la sangre derramada ¿Cual distancia entre mi voz y el lugar que achica las sombras? DANIEL O. REQUELME Fuente: http://danielrequelme.blogspot.com.ar EL PARQUE
Soledad de banco en el parque
maderos que el tiempo desluce, ya no lo cobija a su sombra la acacia a cuya penumbra jugaba el amor. Sólo hojas de otoño cubren su asiento, hojas a sus pies, hojas que lleva el viento. La brisa ya no trae el aroma de glicinas coronando una pérgola, ni los canteros lucen su amapolas ni los senderos sus naranjas de tejuelas. ¿Dónde quedó aquel tiempo de primavera? ¿Dónde sus colores, arreboles y soles?´ EL PARQUE
Soledad de banco en el parque
maderos que el tiempo desluce, ya no lo cobija a su sombra la acacia a cuya penumbra jugaba el amor. Sólo hojas de otoño cubren su asiento, hojas a sus pies, hojas que lleva el viento. La brisa ya no trae el aroma de glicinas coronando una pérgola, ni los canteros lucen su amapolas ni los senderos sus naranjas de tejuelas. ¿Dónde quedó aquel tiempo de primavera? ¿Dónde sus colores, arreboles y soles? BORBOTONES (impresiones)
AUTOR: Alfredo MORS - Córdoba -ARGENTINA
Para Eugenia que lo pidió...
A borbotones llegan las palabras que escapan, fluyendo como sangre de una herida abierta, pulsar violento de antiguas y presentes angustias contenidas.
Palabras que expresan sentimientos no siempre bien definidos, pero presentes y reales al fin.
¿A quien dirigir la palabra que brota libremente, en un tiempo de nuevo alumbramiento, cuando ya los canales de antiguas comunicaciones, puentes, senderos y caminos se han cerrado? ¿Alguna vez encontrarás la senda perdida, palabra que hoy aquí brota? Necesidad contenida que pugna ardiente por salir a la luz, aún cuando su destino solo tiene la certidumbre de lo indefinido. ¿Destinatario? Quizá Vos, que me lees y puedes ver y entrever, en estas pequeñeces, algo del fragor y la pasión contenidas, que tratan de escapar y expresarse. ¡Oh palabra! Don concedido de expresión destinado a una comunicación no siempre posible. Hubo un tiempo de tiempos compartidos en el que el borbotón de pequeños borbotones, era la culminación de expresiones de amor. Pasó el tiempo de la angustia contenida, de la lágrima que brota sin que la llames: quemante, ardiente, lacerante, pero reparadora al fin. Hay un tiempo nuevo. Como rayo de luz que se cuela en una ventana apenas entreabierta, aparece una perspectiva apenas entrevista, pero que quizá con golpes, andares y desandares, pasos y retrasos, aperturas y cerrazones, permitirá encarar una nueva realidad de esperanza renovada. DATOS PERSONALES |
JUEVES 18 DE FEBRERO DE 2010
TITICO EL PERIQUITO
Autor: Miguel VALLE - Córdoba
Estimado lector: En este aparente cuento nada es lo que parece. Su Autor ha apelado a la sustitución de personas reales, por animalitos... y los objetos, por otros de su imaginación. Si lo haces, la situación es aplicable a relaciones humanas. Fino humor!! que lo disfrutes. Alfredo Mors.
Titico era nuestro periquito, de verde plumaje y de inculto lenguaje. Llegó un día a casa, quien sabe desde donde, con alas muy cansadas y el hambre de dos hombres.
Papá, que es carpintero, le fabricó un lorero, con todo lo preciso, para el genial Titico. Y allí pasó los días, en nuestra compañía, repitiendo casi a diario, algún nuevo comentario.
Mamá, que es enfermera, le brindó muchos cuidados, en otoño, en primavera, en el invierno y el verano. Y así pasó los días, nuestro amigo el gran Titico, y a todos nos parecía, el más lindo periquito.
Al parecer no compartían, de este buen concepto, mi gatita Sofía y nuestro perro Prudencio. Estaban muy celosos, ya que la algarabía, era el nuevo avecilla, que hasta cantaba de gozo.
Cuando papá volvía del trabajo, Titico batía diez aletazos, movía su cabeza de lado a lado, y daba vueltitas para festejarlo. Luego parlaba como para asombrarlo, diciendo que el clima estaba algo templado, que el euro y el dólar estaban bajando y que Navratilova era buena en el piano.
Cuando mamá estaba en la cocina, Titico gritaba: _¡ sin ajo y sal fina!, ¡la papa está dura!, ¡la carne está oscura!, ¡el postre está verde!, ¡¿qué quieres hacerme?!. Mamá lo calmaba con algo de agua y caricias al pico del buen periquito. Sofía miraba, Prudencio ladraba, y yo hacía barquitos y algún avioncito...
Un día de verano, papá llegó mojado, porque caía una tormenta con rayos y centellas. Ese día no se oía: los alegres aletazos, ni palabras del mal clima, o del dólar, o el trabajo. Papá se fue a su cuarto a ponerse ropa seca, y no hizo gesto ni pregunta de la emplumada ausencia.
Mamá volvió de compras y se puso a hacer la cena, y me dio un par de bolsas de la comida MASCOTAS CREZCAN. La serví en los dos platos, el de Sofía y el de Prudencio, y el perro a poco rato no dejó rastro del alimento. Sofía no probó nada, estaba echada y algo redonda... se veía muy relajada, como preñada sobre su alfombra, levantó su blanca cabeza, me miró y me guiñó un ojo... y dio un maullido breve y le pude ver los bigotes verdes.
Titico era nuestro periquito, de verde plumaje y de inculto lenguaje. Llegó un día a casa, quien sabe desde donde, con alas muy cansadas y el hambre de dos hombres.
Papá, que es carpintero, le fabricó un lorero, con todo lo preciso, para el genial Titico. Y allí pasó los días, en nuestra compañía, repitiendo casi a diario, algún nuevo comentario.
Mamá, que es enfermera, le brindó muchos cuidados, en otoño, en primavera, en el invierno y el verano. Y así pasó los días, nuestro amigo el gran Titico, y a todos nos parecía, el más lindo periquito.
Al parecer no compartían, de este buen concepto, mi gatita Sofía y nuestro perro Prudencio. Estaban muy celosos, ya que la algarabía, era el nuevo avecilla, que hasta cantaba de gozo.
Cuando papá volvía del trabajo, Titico batía diez aletazos, movía su cabeza de lado a lado, y daba vueltitas para festejarlo. Luego parlaba como para asombrarlo, diciendo que el clima estaba algo templado, que el euro y el dólar estaban bajando y que Navratilova era buena en el piano.
Cuando mamá estaba en la cocina, Titico gritaba: _¡ sin ajo y sal fina!, ¡la papa está dura!, ¡la carne está oscura!, ¡el postre está verde!, ¡¿qué quieres hacerme?!. Mamá lo calmaba con algo de agua y caricias al pico del buen periquito. Sofía miraba, Prudencio ladraba, y yo hacía barquitos y algún avioncito...
Un día de verano, papá llegó mojado, porque caía una tormenta con rayos y centellas. Ese día no se oía: los alegres aletazos, ni palabras del mal clima, o del dólar, o el trabajo. Papá se fue a su cuarto a ponerse ropa seca, y no hizo gesto ni pregunta de la emplumada ausencia.
Mamá volvió de compras y se puso a hacer la cena, y me dio un par de bolsas de la comida MASCOTAS CREZCAN. La serví en los dos platos, el de Sofía y el de Prudencio, y el perro a poco rato no dejó rastro del alimento. Sofía no probó nada, estaba echada y algo redonda... se veía muy relajada, como preñada sobre su alfombra, levantó su blanca cabeza, me miró y me guiñó un ojo... y dio un maullido breve y le pude ver los bigotes verdes.