miércoles, 14 de noviembre de 2012

El mundo de Calito:un reproche a la hipocresía con humor cordobés


 Sin duda el humor otorga una estrategia discursiva para enunciar con mayor desenfado lo que un relato "serio" de la actualidad no puede decir con mayor soltura ¿por qué? Es lo que explicaremos a continuación. 
 En este sentido, "El Mundo de Calito" -historieta  de un niño pobre cordobés elaborada por Gómez y dibujada por Chumbi- es una fiel muestra de que el "relajo" permite ilustrar con mayor impacto la hipocresía de gran parte de la clase media y alta argentina.
Las viñetas toman una posición política, se ríen de la falsedad de la burguesía de "medio pelo" en la Argentina que desdeña a la pobreza como si fuese un mundo separado del suyo y, como si los pobres tuviesen que permanecer aislados y "condenados" por su situación de carencia. ¿Admite el "medio pelo" de nuestra sociedad esta postura? Ciertamente no lo hace, pero lo demuestra con sus actitudes.
En una viñeta, Calito muestra cómo sus vecinos de clase media se quejan de la asignación universal por hijo como si esta medida fuese un "robo" de la nación a sus bolsillos. Luego, la viñeta presenta a la familia de Calito, amparada por esta iniciativa del gobierno. Lo mismo sucede con el programa "Conectar igualdad" que permite a los niños estudiar gozando de las facilidades que propicia la alta tecnología a estos fines.
Calito, así, se configura como un niño que, pese a su pobreza y edad puede ver lo que los otros -los adultos y los "no pobres"- "no ven". Por eso es una especie de "Mafalda" en masculino y de clase social baja. 
Así, en la villa los pobres por ejemplo padecen casi con indiferencia la "psicosis" generada en la sociedad a raíz de la gripe A, pues tienen muchísimos males más cruentos y amenazantes que soportar día a día. Ellos "ven" lo que los otros no, esto es que la enfermedad es un buen "chivo expiatorio" para que la clase dirigente no hable sobre otros problemas más graves aún como la corrupción o la miseria en  nuestra Ciudad.
Para Umberto Eco, el humor otorga esta mirada crítica de la realidad que lo diferencia de la comedia lisa y llana:
"Para Aristóteles, el efecto cómico se realiza cuando: 1) hay la violación de una regla (preferible, pero no necesariamente, una menor como una regla de etiqueta), 2) la violación es cometida por alguien con quien no simpatizamos porque es un personaje innoble, inferior y repulsivo (animalesco); 3) por lo tanto nos sentimos superiores a su mala conducta y a su pena por haber transgredido la regla (lo cual no implica riesgos para nosotros ya que sólo cometemos la violación indirectamente), 5)nuestro placer es mixto porque disfrutamos no sólo de la violación de la regla sino de la desgracia de un individuo animalesco, 6) al mismo tiempo no estamos preocupados por la defensa de la regla ni nos sentimos obligados a compadecer a un ser tan inferior. Lo cómico siempre es racista: sólo los otros, los bárbaros deben pagar. (Eco, 1990: 10)". 
Sin embargo, también existe el humor cuya postura ante la vida es casi radicalmente opuesta:

"En su ensayo sobre el humor, Luigi Pirandello decía que si lo cómico es la percepción de lo opuesto, el humor es el sentimiento de lo opuesto. Un caso de lo cómico es una vieja decrépita que se unta la cara con maquillaje y viste como una jovencita, ante tal  escena, uno advierte que esta mujer es lo opuesto a lo que debería ser una vieja respetable. En un caso de humor, uno comprende por qué la vieja se enmascara; para recuperar su juventud perdida. El personaje sigue siendo animalesco, pero de alguna manera uno simpatiza con él. Uno se encuentra a medio camino entre la tragedia y la comedia. Esto sucede porque el humor intenta restablecer y reafirmar el marco roto. No funciona para que aceptemos ese sistema de valores, pero por lo menos nos obliga a reconocer su existencia.  La risa, mezclada con piedad sin miedo se convierte en una sonrisa. Aún hay sentido de superioridad, pero con un matiz de ternura. En la comedia nos reímos del personaje. En el humor sonreímos, debido a la contradicción entre el personaje y el marco con el que no puede cumplir el personaje. Pero ya no estamos tan seguros de que es el personaje quien está equivocado (…)
El humor no pretende, como el carnaval, llevarnos más allá de nuestros propios límites. Nos da la sensación o más bien el diseño de la estructura de nuestros propios límites. Nunca está fuera de los límites sino que mina los límites desde dentro. No busca una libertad imposible, pero es un verdadero movimiento de libertad. El humor no nos promete liberación: al contrario, nos advierte la imposibilidad de una liberación global, recordándonos la presencia de una ley que ya no hay razón para obedecer. Al hacerlo, mina la ley. Nos hace sentir la molestia de vivir bajo una ley, cualquier ley (…) sonreímos porque nos sentimos tristes haber descubierto, aunque sólo por un momento, la verdad. Pero en ese momento nos hemos hecho demasiado sabios para creerla. Nos sentimos tranquilos y calmados, un poco enojados, con un matiz de amargura en la mente. El humor es un carnaval frío"  (Eco, 2010: 18 a 20)

En una serie de viñetas, aparece una mujer a quien le roban el bolso en plena Cañada. A continuación, la mujer pide ayuda a un policía que, en vez de perseguir al ladrón, arresta a los amigos de Calito que limpian los vidrios. En una clara crítica al sistema penal del código de faltas, la última viñeta llama al "público" receptor a acompañar la "marcha de la gorra" el día 22 de noviembre de 2012.
Si se tratara de un caso de comedia, deberíamos sentirnos "superiores" a los amigos de Calito y disfrutaríamos del castigo merecido que les provoca la infracción de una ley. Pero los lectores aquí sabemos que no hay una ley válida y que el castigo es injusto, por lo cual más que la risa el relato nos provoca la sonrisa, con un dejo de bronca y amargura. Por eso se trata de un ejemplo de humor, como el que señala en segundo lugar, Umberto Eco. En el lector no  se provoca un sentimiento de superioridad sobre el marginal sino de compartir el repudio a una ley injusta.
Calito y sus amigos también critican e incluso se rebelan ante el "poder" mediante la postura del "relajo" ante la vida.



En 1959 el antropólogo Oscar Lewis elaboró un término llamado "cultura de la pobreza". El pensamiento del norteamericano cobró especial difusión y  suscitó tanto elogios como críticas, éstas últimas, sobre todo, radicaron en su supuesta  posición colonialista ya que recibió apoyo económico de fundaciones como la Ford, Wenner-Gren o Guggenheim con intereses particulares sobre la explotación de las poblaciones marginadas de los países del tercer mundo (su investigación en especial se centra en India, México y Cuba) que mantuvieron contactos con los servicios oficiales secretos del gobierno de EEUU[1].
Jorge Acevedes Lozano, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) citado por Barbieri y Castro dice que su libro, inspirado en la investigación de cinco familias de México," está redactado conforme a una visión seudoperiodística de la realidad, anecdótica y superficial, que busca exclusivamente el sensacionalismo” con un afán colonialista para dar “una impresión de que en México la vida de los pobres es un infierno, y que sería piadoso que alguien lo invadiera (los EEUU) para sacarlo de esa abyección y de esa mugre" (Barbieri y Castro, 2000: s/d).
Lewis expone los principales resultados de su estudio en el libro Antropología de la pobreza donde expresa frases tan polémicas como: “es muchísimo más difícil eliminar la cultura de la pobreza que la pobreza en sí” (LEWIS, 1972: 27). Para este autor hay un efecto de reciprocidad entre el pobre y su cultura que hace que, en tanto éste haya asimilado aquélla, sus posibilidades de reinserción social se disminuyan hasta hacerse prácticamente nulas. De manera que, para el autor, un contexto carenciado repercute negativamente en sus pobladores en la adopción de una “cultura de la pobreza” lo que, a su vez, perpetúa la condición de “pobres” de aquéllos a la manera de un determinismo fatalista que sólo encuentra una salida de la mano de políticas de “inserción” que incluirían a los pobres una vez que éstos se hallan separado de las conductas “negativas” de sus prácticas socio culturales[2].

Calito aplica el concepto de “relajo” de la cultura de la pobreza analizado por Barriaga quien recupera la figura de uno de los informantes de Oscar Lewis, Guillermo Sánchez. Este “informante” de Lewis “echa relajo” a sus preguntas y hace “trastabillar” los principios valores etnográficos del “apretado” norteamericano en su manera de abordar los “casos”. El relajo –dice Barriaga- es una manera de desafiar el poder, mediante la cual los colonos socavan los valores impuestos por la clase dominante.  Guillermo se burla de los estereotipos dominantes, alterna su discurso y descoloca a Lewis, además de criticar de esa forma las nociones modernistas de progreso. El relajo de Guillermo es también una interrogación a los valores etnográficos de Lewis, quien “se ve como el representante de un valor personalista”, de un poder paternalista y benévolo que , en verdad, era una de las caras que los EEUU presentaban al mundo en los años 50, cuando su prosperidad podía ligarse a la exportación de mercancías. (Barriaga: 1989: 161). El antropólogo cree encarnar los valores más importantes de la cultura moderna y esta personificación de sí mismo no permite el diálogo porque Lewis no reconoce las propiedades trascendentales de los valores que son aspectos de las comunidades y no sólo de los individuos. El relajo cuestiona el progreso y el patriarcado benévolo a través del humor y constituye, en verdad, sólo una parte del pensamiento de Kusch sobre el “estar no más”.
Calito es un cordobés que vive en una villa miseria y se dedica a vender revistas La Luciérnaga para poder sobrevivir. Calito se burla de la pequeña burguesía que discrimina al pobre por “postración de rostro”, que los califica de “vagos” y de “máquinas de hacer niños”, que descree de sus posibilidades de futuro e inserción social a través de las políticas que el mercado benefactor le otorga, como el programa “Conectar Igualdad” o la “Asignación Universal por Hijo”. Los pobres de "El mundo de Calito" trabajan con los pocos recursos que su mísero entorno les provee y son calificados de "vagos" por gran parte de la clase media que les reprocha que "salgan a laburar". ¿Pero qué es el trabajo?, ¿acaso no es una forma de capitalizar los recursos existentes para generar ingresos sin acudir a maniobras "deshonestas" como el robo?, ¿por qué la clase media detesta así a los pobres?
Con una  mirada divertida, y siempre mediada por el humor, los historietistas no acuden al 
"miserablismo" para relejar a la clase pobre sino al “relajo” que, a través del humor, cuestiona la técnica y el progreso del mundo moderno  que quieren transmitir  el “medio pelo” de la  pequeño burguesía[1], descreyendo así de cualquier posibilidad de "futuro" para la clase baja, y le otorga un poder de resistencia frente a su condición social. El pobre no se define por lo carece en  estas viñetas sino por lo que tiene: el humor por ejemplo o la fiesta a la que es convocado el simpático personaje cada fin de semana en los bailes del sargento Cabral o de Forja. El cuarteto expresa esa visión del pobre, que trasciende el plano de la carencia en una perspectiva superior. La premisa parece ser “pese a mis carencias hoy, entretanto, <me divierto>”.[2]

Barriaga, Miguel Díaz (1994) "El relajo de la cultura de la pobreza" en revista Alteridades, número 4. Página 21 a 26. Disponible en http://www.uam-antropologia.info/alteridades/alt7-3-diaz.pdf

 Eco, Umberto. 1990. Los marcos de la "libertad" cómica. México: F. de Cultura Económica.

LEWIS, K.S y FUENTES (1972): La cultura de la pobreza: Pobreza, burguesía y revolución. Editorial Anagrama. Barcelona. 
Kusch. Rodolfo. (2007a)   "El misterio de estar no más" de La mala vida porteña en Obras Completas Tomo I. Editorial Fundación Ross. Rosario


[1] Paradójicamente es la “pequeño burguesía” la principal consumidora de la revista La Luciérnaga
[2] Para Kusch: Haciendo una comparación entre el concepto de pobre y el de rico, pareciera que el pobre no es caracterizado desde un ángulo económico, sino más bien ontológico, como un estado natural y original que hace por ejemplo que el pobre siempre tenga vinculación con el orden cósmico, con la verdadera curación, la cual por su parte, no consiste en una simple modificación física, sino en una salvación. Esto lleva a pensar que si bien el pobre se vincula con una antropología de la finitud, todo lo que se refiere a los ricos se da siempre como una deformación de un estado natural” (Kusch, 2007: 277e).

lunes, 12 de noviembre de 2012

El poeta-mendigo y la basura en Córdoba





En el caso de Ramiro Pros, su concepción estética  “absurda” de la vida cotidiana repercute en su construcción de la figura del "ciruja" como un digno observador y representante de la poesía.
La basura, para él, es un compendio de desechos que no posee el poeta-mendigo quien le canta, y por eso piensa desaprenderse de su “talonario” (el nombre de su libro) para integrarse a ella.
Para el yo lírico, el escritor debe hacerse carne con esa mugre, que es desperdicio de las vidas que van dejando los demás, para captar allí el fuego interno de las palabras que serán “indigestas  o no serán nada, cruel mamarracho”. Y de allí emergerán “los niños que verán miel en ella y los titanes que serán de la basura” (Pros, 2009: 19).
Sólo los niños, por su simpleza y los titanes, por su grandeza, saben  reconocer el valor de la basura, que se alimenta como la poesía de lo que otros consideran tan banal o fútil que arrojan después de sacarle un provecho "útil" para su vida burguesa.  Desconocen que la basura tiene, sin embargo, el poder de resumirnos pues sólo seremos desechos algún día: "Cómo nos reciclarán/ los cirujas del mañana/ traigan pronto a una escribana/ que quiero ser reducido/ a lo que pude haber sido/ un carozo de banana" (Pros, 2009: 21).
"Pobreza" y "Poesía" son tópicos que ya han sido relacionados por otros autores. Pensando en esto es que Breton dejó dicho en el Primer manifiesto del surrealismo: "La literatura es uno de los más tristes caminos que llevan a todas partes"(V. Bretón,1924 : s/d). Esta dimensión de pobreza de la poesía –o de miseria, como la vio Breton– tiene que ver con una fisura o, quizá, con una verdadera fractura entre el mundo de todos los días, "real" y el mundo de la poesía, y del arte en general, fatalmente escindido de la vida cotidiana del hombre común y corriente por una sociedad, y en una sociedad, que tiene puestos sus ojos en los objetos de consumo y sus promesas de satisfacción inmediata mucho más que en las sutilezas de la palabra al servicio del espíritu, y que, en consecuencia, ha decidido enfocar sus "mas altas" aspiraciones en “otra cosa”, idea que Pros resume en su poema “desde lejos la basura,/ se parece a la cultura” (Pros, 2009:21).
El poeta -mendigo tiene la capacidad de ser como los niños y los titanes y descubrir la esencia de cada desecho que se acumula en cada esquina como un testigo de la fugacidad de la vida que finalmente se renueva hasta convertirse en un despojo de lo que alguna vez fue. Por eso la verdad de la vida está en el seno de la basura y hay que "cirujear" para encontrarla: "A ver basura que quiero respuestas/ clavadas al alma por tus ballestas./ A ver poeta, tirate en el tacho" ( Pros, 2009:18)
Para Pros, la poesía es un dios hambriento (como un ciruja) que se devora todo por las calles. Para Vega, la “contemplación” inevitable de los demás se convierte  para el indigente, o para cualquier individuo marginal, pero en el fondo más social que cualquier otro, en motivo para construir (o escribir) la historia de todos los días. De acuerdo con lo señalado, un indigente o cualquier otro sujeto de estos que resultan en gran medida “otros” desde su propia sociedad, vienen a ser los grandes lectores de ese entorno en el cual se hacen y deshacen cada día. Ser flaneur, ser espectador de lo cotidiano, es converger en conocedores “gráficos” del desarrollo social. Moverse por carreteras y por esquinas, como los lugares más frecuentes de su desplazamiento, los hace mirar, ver, observar, contemplar y fisgar lo que otros no ven (Vega, 2007:13).
Por eso su construcción de “poeta-mendigo” tiene la capacidad de captar lo que otros no, de manera que el imaginario de la pobreza es un atributo de la poesía: "Licencia de mala leche/ contra todo en este mundo/ no sólo soy vagabundo/ soy doctor honoris causa/en ponerle al día pausa/ para tildarlo de inmundo" (Pros, 2009:20)
BRETÓN. André. (1924) Manifiesto surrealista. Disponible en http://www.isabelmonzon.com.ar/breton.htm
PROS, Ramiro (2009)  El Talonario. Editorial Don Pezuña. Córdoba.
VEGA. Oscardo, Gerardo Alvarado. (2007) “El flaneur: una mirada desde los peor” en Filosofía y Lingüística, número XXXIII. Pp. 10 a 19.