domingo, 20 de octubre de 2013

Gramática y deconstruccionismo: la infame enciclopedia de Hernán Tejerina




Hernán Tejerina o "el Hernán" -a secas- para los conocidos es un autor que podría catalogarse como deconstruccionista. El deconstruccionismo, el paradigma en boga en las Ciencias Sociales surgido en los años 60 -más precisamente en una conferencia en 1966- como heredero del revisionismo posestructuralista de autores como Barthes, Deleuze y Foucault, se preocupa por descubrir antes que "LA VERDAD", los modos de construcción de la "Verdad".
De esa manera, sus postulados filosóficos si bien divergen en sinfines de aristas convergen en esa especie de duda epistemológica fundamental para derribar los tabués, asediar a las instituciones, cuestionar firmemente ciertos valores postulados falsamente como universales y revisar los grandes sismos del pensamiento occidental clásico y aún el marxismo, el existencialismo y otros "ismos".
Hernán Tejerina, al menos el Tejerina "autor implícito" de sus cuentos, seguro  estaría a esta altura considerando que todo este palabrerio no lo describe en absoluto. Pero veamos que tal actitud es muy deconstruccionista: Derrida gustaba de desmoralizar a sus contrincantes -pares de la universidad- haciéndoles ver cuán ambiguos y subjetivos eran sus planteos. Del mismo modo, tenía gran desconfianza en los críticos literarios. 
Volvamos a este muy modesto autor bellvillense ganador del Premio Municipal Luis José de Tejeda. Gramática del Homicidio y El Aparecido son dos de sus volúmenes de cuentos, pero en absoluto comprenden toda "su obra" a la que él llama, en cambio, papeles sueltos desperdigados por la Ciudad. 
"El Aparecido", primer cuento del libro homónimo revisa la imagen del Jesús Piadoso -más digna del Nuevo Testamento- y vuelve sobre una imagen bíblica de la "ley del talión" o el "ojo por ojo"del Hijo del Señor quien se aparece a un desdichado presidiario.
Volvamos a Derrida a quien le molestaban los centros y se interesaba siempre, en cambio, por los márgenes. Cuando, por ejemplo, el conjunto de la crítica literaria había convenido implícitamente en asignar tal o cual sentido a una obra, él solía volver sobre ella y poner todas sus intenciones en derribar tales nociones. Por tal motivo, solía desestimar de plano al protagonista y a la trama y concentrarse en el lenguaje o en lo presuntamente "residual" o "accesorio" del texto ficcional. Incluso se llegó a proclamar una cierta "muerte del autor" al rechazar de plano la cuestión contextual del agente social y su entorno.
"El legado" es una versión terriblemente cruel de una situación real: el destino trágico de Barón Biza y sus descendientes (lo que citamos en otro post). En este punto yo diría que los cuentos de Tejerina son crueles, como los de Quiroga e incluso de Ocampo. Una visión de la crueldad como hecho casi natural que convive con los personajes siniestramente como una gran parca con reloj en mano. 
Derrida como buen heideggeriano es escéptico de la religión católica y de los supuestos avances de la "civilización". Dice que la suya era una filosofía que buscaba rescatar al "chivo expiatorio". En la Antigua Grecia, desvalidos y deformes o mutilados, se llevaban a la cima de una ladera para ser alimentados y cuidados celosamente. En caso de guerras, hambrunas y otras pestes, los funcionarios los torturaban, les sacaban a veces los miembros y les golpeaban hasta morir en un sacrificio llamado "chivo expiatorio". Ese modelo bien ilustra el "progreso" y la "civilización" de la Antigua Civilización Grecolatina y las actuales potencias : siempre a costa del sufrimiento del más débil. De ahí la importancia ética de la visión derridiana que impactó sobre los nuevos linguistas marxistas como Chomsky, gran adversario critico del llamado "sueño americano". 
En época de posguerra un argelino como Derrida no podía ya creer en los fundamentos epistemológicos del odio y para ello eligió demostrar esa crueldad para enfrentarla. 
Farmacón es una droga conque Platón ilustra un diálogo socrático: se dice que "farmacón" es la escritura. El arte de crear, pero del cual se debe desconfiar porque puede ser falso. De cierta manera, la escritura es la mejor exponente del arte de los sofistas. 
Por lejos, el mejor cuento de Hernán se llama "El leprosario" y bien ilustra su pensamiento derrideano. El travestismo literario: el personaje que aparenta lo que no es.

El tierno recuerdo de un Borges desalmado ante la muerte materna -con remordimiento- y otros textos son la diseminación de un concepto recurrente: derribar lo impuesto, lo mítico, sobre la piel de otra curiosa historia universal -y también cordobesa- de la infamia. 
La gramática del homicidio, su otro libro, que tiene su origen en la confusión de las lenguas: vaya semejanza con el argelino. Ahora diría que casi "El Hernán" no podría rechazar mi tan esmerada comparación. O no...
La lengua ha sido hecha para destruir y no construir (Derrida). Para falsear y no para demostrar lo cierto. Pero se puede volver a ella y asediarla. Bombardearla con interrogantes. Al fin y al cabo "la lengua es siempre del Otro". No hay pureza. Nuestro lenguaje -así también las lenguas aborígenes y la lengua de los vencidos en general- son el producto de la dominación de una Nación sobre otra, de una tribu sobre otra. 
No hay esencia en el lenguaje y ello está claro. Pero lo bello del lenguaje es que es un sistema de diferencias (Sausseare) y en esas diferencias o símbolos marginales está la huella de esos "otros", los oprimidos.
Reivindiquemos entonces la diferencia. ¡Viva la diferencia!
Mire, lector, que aunque parezca Tejerina no es un tipo jodido, sólo quiere tambalearle un poco el piso en el que está sentado. Le convido con sus cuentos donde los encuentre, la va a pasar bien...o no. 

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