La poesía teatral de Julián Castro (poeta, periodista, border) posee un gran valor visual que naturalmente encuentra su mejor curso en las tertulias a la que nos invita Yyoguro, su "alter ego" literario, el dueño de la escena en donde confluyen muchos personajes...y ningún autor.
¿Quién recuerda ahora a Clara Beter (1), la prostituta que escribía los versos de Boedo y al final no era sino el alter ego femenino de un César Tiempo quien se corría de la escena para dar la total vida a su creción?, ¿quién recuerda ahora el poema proletario que llegó a manos de Castelnuovo (2), en la oficina de la nueva imprenta Claridad, con punto final zurcido un botón de calzoncillo? Sin duda en esta "vieja escuela" del realismo social decimonónico ya se vislumbraban las claves del grotesco, de nuevas posibilidades de experimentación sobre el poema, alejados de la artificiosidad del modernismo anquilosado de un Lugones, tanto como lo querían en Florida...
¿Quién recuerda hoy a estos autores que buscaban poetizar desde los márgenes? Muchas preguntas y pocas respuestas, muchos personajes y ningún autor.
Los poemas de Yyoguro (el personaje que ya devoró a su autor) son mundanos e inmundados, nacen de la "escoria cultural" del "centro" de la estética de Córdoba, con sus portones de acceso tan celosamente resguardados a las nuevas manifestaciones. "Escribir desde los márgenes" no es sólo una opción, acaso también es la única forma de enunciar para todos estos escritores, de Boedo a Guemes, se trata de capturar en el campo literario un lugar para una nueva praxis literaria, si se quiere una mala praxis literaria, pero sin duda auténtica, despojando de utilitarismo y desmoralizando sin pudor a toda buena musa de los centros:
Maldito
verbo,
trillada
verborragia,
astillada
constructa,
dichos
sin pasiones de poetisas sin letras.
Vaginas
dentadas, conchas secas y duras.
Escribidores
sin artículos que solo son verbo.
Solas
palabras vacías, miradas preocupadas.
Panzas
colmadas y vacaciones pagas.
Altruismos
necesarios que tapan huecos,
verbos
que tapan huecos, que esconden objetos,
verbos
paredes, que ocultan sus oscuros.
(Yroguro Tomasolo)
¿Y quien le canta a la pestilencia?
Para Castelnuovo si no hay un quiebre en la percepción de la belleza el poeta recae nuevamente en una concepción "utilitaria" de la vida, rescatando de los objetos sólo aquello que les da valor en el mercado de los bienes, una poesía subversiva no puede sino concentrarse en los aspectos inútiles, en musas desdentadas y agujeros en las medias:
"La belleza posee, como se ve, un sentido fundamentalmente práctico y utilitario. No sólo porque cuanto rodea al hombre es examinado por él desde el punto de mira de la utilidad que le reporta, ya sea árboles que dan su madera (...) (Castelnuovo, 116)
En esos dilemas a los que se aventura tempranamente Castelnuovo se vislumbra una nueva forma de entender su "hediento" estilo "miserabilista", con sus mujeres tísicas y sus niños hambrientos. Aunque claramente en el caso cordobés hay una función social diferente con respecto a este movimiento, la "nueva izquierda" cordobesa de Yyoguro se plantea en un terreno filosófico semejante: escribir desde los bordes para caer en la "nada" satreana, para inaugurar otro discurso, para sortear la indiferencia de la noche de la "Doctaville". Así hablo Zaratustra y así lo firmó Yyoguro Tomasolo...mientras moría un autor.
Notas:
1. Clara Beter, la safo de nuestras letras criollas, era el nombre con que una prostituta un tanto pudorosa firmaba el volumen de poemas "Versos de una...", pero en realidad fue una ficción que montó su autor, César Tiempo quien fue descubierto casi "con las manos en la masa o en el poema", cuando sus amigos de Boedo acudieron al paradero de su "niña mimada" para rescatarla de un proxeneta y se encontraron con Tiempo, quien les relató la verdad. Esta historia es de las más cándidas y risueñas de toda la historia de la Literatura Argentina...hasta hoy.
2. “Días pasados recibimos un tomo de versos que se suponía que eran versos a causa de que llevaba el título “Los Poemas del Más Allá”, en cuyo texto no sólo se había suprimido la rima, el ritmo, la cadencia, el metro, las mayúsculas, la hilación, el principio, el desarrollo y el fin sino que se había suprimido incluso la puntuación, terminando el volumen no con un punto de imprenta, sino con un botón de calzoncillo (…) Nada de particular tiene entonces que un Premio Internacional de Pintura presente un cuadro donde en vez de pintar a una mujer con líneas y colores, haya pegado en la tela solamente el vestuario que esta mujer podría usar (…) Para esto, un pintor de su jerarquía estudió diez años en la Academia de Bellas Artes” ( Castelnuovo, 161) Castelnuovo, Elías. (1935). El arte y las masas. Editorial Claridad. Buenos Aires.