Hablar de Córdoba amerita
imbuirse de una cultura local de larga tradición atravesada por conflictos
históricos que dejan su huella en las idiosincrasias de sus gentes,
Necesitamos indagar sobre los orígenes y los efectos de la segregación y la
discriminación hacia las clases populares en nuestra provincia que, en buena
medida, se condicen con procesos similares a los experimentados por el resto
del país, pero que además tienen sus rasgos específicos en la historia de
Córdoba. Autores como Efraín Bischoff y Fernando Reati entre otros, han
desempolvado los registros y archivos locales para explicarnos más acerca de
estos fenómenos que abordaremos a continuación.
La universidad fundada por los
jesuitas en 1613 es una muestra cabal del legado arquitectónico del barroco
colonial, se trata de la primera universidad del país y, por ende, aquella que
nos valió el nombre de "doctos", por el gran número de graduados en
estas latitudes.
El legado religioso de los jesuitas y
de otras órdenes eclesiásticas puede verificarse, para Bischoff, en “el carácter conservador de gran parte de
la población (especialmente la clase media y alta) de la Ciudad y se observa
urbanísticamente en el gran número de iglesias que son uno de los principales
centros atractivos para el turismo”. (Bischoff, 1979:76)
La primera universidad fue quello que asombró a Sarmiento como hecho rescatable dentro de la "barbarie" del resto de las provincias, alejadas de los centros educativos. No obstante, hasta el sanjuanino se “quejó” de las conductas tan conservadoras de los cordobeses.
Córdoba le parecía culta, sí,
pero no dinámica y renovadora sino pedantemente doctoral y escolástica, y “su
altanería clerical se evidencia aún en las clases populares”, Córdoba
representaba, para Sarmiento, la ciudad reaccionaria, retrógrada, llena de
conventos y monasterios, inficionada por el jesuitismo y esto la perjudicaba
porque “ la legislación que enseña la
teología, toda la ciencia escolástica de la Edad Media, es un claustro en que
se encierra y parapeta la inteligencia contra todo lo que salga del texto y del
comentario” (Sarmiento, 2001: 111).
Cuando los españoles arribaron a la
región del Río de la Plata, las comunidades originarias trabajaban la
agricultura principalmente, es el caso de nuestros primeros habitantes, los
comechingones. Por la "docilidad"
de las poblaciones, rápidamente muchos aborígenes fueron explotados para otras
labores manuales siempre al servicio de los españoles, por lo cual la labor
manual, en términos de rigor marxista (la clase obrera) siempre fue denigrada
por los criollos quienes los usaban como "mano de obra barata" o,
directamente, "esclavos"[1].
Los españoles en su mayor parte establecieron sus comunidades
adaptándolas a los pueblos indígenas agrarios ya existentes y los comechingones
de Córdoba, por ejemplo, que tenían una economía semi-agrícola fueron
absorbidos fácilmente como mano de obra. Dando por sentado que los indígenas deberían
servirles, los españoles lograron su
necesidad de regir sobre otros sin tener que hacer ellos mismos los trabajos
manuales -los cuales le generaban
aversión- ya que impusieron la cultura
hispana y el catolicismo con poca resistencia, en parte debido al influjo de la
evangelización en las misiones jesuitas (Scobie, 1971: 29).
Para Bischoff,
el catolicismo “instruyó” a estas poblaciones de indios, negros, mestizos,
zambos, en la "docilidad" y el respeto por las normas de sus
"patrones" operando en formas de automenosprecio de su propia cultura y de su
propio valor dentro de la economía de la región: las clases bajas de piel oscura que hacían labores manuales comenzaron
a consideradas deshonestas, incultas, moralmente inferiores, vagas y perezosas,
con el tiempo estos estereotipos hicieron mella en las conciencias de la
población aún después de la abolición de la esclavitud, la piel oscura se
constituyó en un signo de inferioridad para esas mentes (V. Ratier, 1971: 28).
Por el contrario, las áreas no
agrarias sin establecimiento de las comunidades nativas generalmente recayeron
en las manos de “hostiles indígenas” (no “domesticados” por la influencia
cultural hegemónica de los colonizadores) quienes vivieron de la caza y se recluyeron
en “campo abierto” para que no los pudiesen
dominar, ofreciendo un espíritu indómito similar al del gaucho de las pampas,
aunque demás está decir que este grupo no tuvo gran influencia en el índice
demográfico de la provincia.
Para Reati, la población comenzó a
“blanquearse” más de prisa en Córdoba debido al
mestizaje y a un soprendente giro lingüístico: la práctica de llamar a las personas “trigueñas” y considerarlos como
“blancos” una vez que su color de piel se “abrillantara”, en el proceso de
mestizaje, y disminuyeran sus rsgos físicos africanos.
Sin embargo, el color de piel no era
el único factor determinante en las clases sociales: “una persona de piel muy blanca podía considerarse “mulata” si sus
antecesores habían estado asociados a labores manuales y una persona de color
podía considerarse “blanco” si gozaba de una buena posición social”, como
explica Florine (Florine, 1988: 7). Por ello, la descalificación obrera, al
desplazar el enfoque sobre la denigración de las clases populares, reforzó su
dominación y alcanzó a más sectores de la población siendo esto algo que, como
veremos, se reforzó con el correr del tiempo.
Podemos establecer un nexo entre esos
procesos de descalifiación de las clases populares en la actualidad del término
"negro" que, en ese entonces, no designaba a la etnia, sino, por
extensión, “a todos los trabajadores de
la labor manual asociados al trabajo esclavo de poblaciones consideradas
"inferiores" no sólo socialmente sino hasta psíquicamente ya que, a
la larga, los españoles (y luego los criollos) no pudieron justificar su
dominación sólo en la creencia de que esclavos o indios eran “paganos sin alma”
y como resultado, factores psicológicos o personales confluyeron en una mixtura
de prejuicios raciales y sociales”, como observa Reati.
El actua vocablo con que la clase
media y alta suelen referirse a las clases populares para denigrarlas,
humillarlas, parece conservar esa distinción de base “cultural” (retomando las
ideas del legitimismo cultural y disociando una supuesta “alta cultura” de la
“baja cultura”), lo que Mareco sintetiza de este modo:
Con
"negros de mierda" se pretende señalar e identificar a cierto tipo de
gente portadora de características censurables en su personalidad como el
resentimiento, la irreverencia descomedida, la mala educación, el mal gusto,
los bajos instintos, la procacidad, el irrespeto, lo chabacano, la agresión, la
violencia, la ingratitud, el vicio. En el fondo, es una manera de sentenciar,
de decir, que no tienen escapatoria, que aquellos criados bajo ese estigma,
esto es al desamparo de la cultura y las leyes de la marginalidad social
argentina (bajo el rigor de la pobreza y la falta de oportunidades iguales a
los demás, padeciendo condiciones adversas que van desde la insuficiente
alimentación hasta el acceso a una educación apenas precaria), podrán tener
algunas virtudes, pero siempre la oscuridad terminará por opacar el brillo.
(...) Y si quieren intentar asomarse de modo colectivo serán
señalados como la "chusma" o los "cabecitas negras" como ha
ocurrido en la historia argentina"[2]
La discriminación de estos sectores es
visible en el cuarteto, la música más popular de Córdoba, que proviene de las
zonas rurales y pobres de la “peonada” y luego es consumida por la clase obrera
en la Ciudad, convirtiéndose así en un emblema de la marginación y la exclusión
social, como así también de la discriminación que sufren, según fuentes de
INADI el 40% de los cordobeses[3].
Luego del
período de facto, el retorno de la democracia no derogó los principales puntos
repudiables para los familiares de las víctimas: sin cuestionar la “obediencia
debida”, la casa “no estaba en orden” para los familiares de las víctimas. Económicamente
se prosiguió con un modelo excluyente, con un estado benefactor ausente y una
política de privatización, endeudamiento, hiperinflación.
La
emergencia del neoliberalismo menemista reforzó el consenso con el “Modelo de
Washington”, la deuda con el FMI significó una intervención política de ese
país hasta en los planes de estudio y el manejo del PBI y hubo una eclosión de barrios cerrados y
villas. El contraste haría que la problematización de la pobreza inundara las
páginas de los nuevos escritores.
Según
Semán, ello marcó la reformulación de los valores de la “cultura popular” en la
sociedad del “pos-trabajo”, durante los 90: Jóvenes
estigmatizados por sus barrios, sus modos de vestir, sus lenguajes ya no podían
creer en los valores del estudio y el trabajo simplemente por la gran crisis de
esas instituciones (…) el “facilismo”, el delito menor, el consumo de
sustancias, la virilidad o la “fuerza” física y el aguante a las bandas serían
algunos de los nuevos valores de jóvenes desplazados (Míguez, 2010: 61). Por otro lado, durante el menemismo, se ampliaron los
llamados “barrios cerrados” para las clases altas y aumentaron las “villas de
emergencia”, “desde el propio discurso
oficial se extendió la discriminación a los sectores populares y los
inmigrantes ilegales”. (V. Filc, 2003: 185).
Para
Horacio González, el menemismo creó una nueva “inteligentzia” excluyente e
indiferente a la cultura popular y a la equidad en la distribución de bienes
simbólicos.
La crisis
que hacia fines de la década del 90 se desarrolló en nuestro país supuso
diversas formas de desarticulación y redefinición de la relación del par
estado/sociedad.
Según
informes del INADI, en el contexto dimensiones sociales y económicas fueron
puestas en tensión, reimpulsando, además, el debate sobre la legitimidad y
pertinencia del hacer político. Vale
preguntarse hasta qué punto el proceso supuso alteraciones de conductas,
creencias y representaciones sociales naturalizadas en el comportamiento
cotidiano de las personas poniendo dudas sobre las certezas de los criterios de
“normalidad” y continuidad de algunos arquetipos configurados y sedimentados
por los procesos culturales:
No es
ajena a esta tensión la idea que la sociedad tiene sobre la discriminación, la
misma se vincula, por un lado, al reclamo por parte de los/las a una “ausencia”
o “falla” expresada en la “falta de educación” de las personas. El concepto de
“educación” parece vincularse así con una idea de “normalidad” sedimentada en
imaginarios sociales que relacionan la cohesión de la sociedad con determinadas
pautas morales que deberían signar el comportamiento de las personas. Cuando
esta cohesión es puesta en duda emerge en el imaginario la idea de “crisis
moral” o “social” donde la educación como idea fuerza hace gala de su
funcionalidad constitutiva en la conformación del Estado-Nación argentino
(INADI, AAVV, 2010: 77).
Difícil
hallar un acto discriminatorio más violento como aquél que omite la
funcionalidad de la desigualdad social como un ordenador de la diferencia ya
que las desigualdades sociales son una condición estructural, pero también, un
ejercicio del poder que se internaliza en la subjetividad social y colectiva
delineando un orden social determinado. Podemos ver su rostro cuando encuentra
espacios para agruparse en miradas múltiples y yuxtapuestas que en sí mismas
terminan constituyendo estereotipos que resignifica a los otros como peligrosos.
Pero
también Córdoba tiene un largo muestrario de resistencias y rebeliones
internas, pese a su fama de "conservadora", desde las intensas luchas
entre unitarios y federales, a la reforma estudiantil de los estatutos de la
Universidad Nacional en 1918 y hasta el movimiento de revuelta
obrero-estudiantil que tuvo lugar en 1969, durante la dictadura de Onganía, el
“Cordobazo”. Pese a quienes intentan atribuir “El Córdobazo”[4]
sólo a una resistencia por parte de la clase media del poder enquistado en la
dictadura de Onganía, hoy se lo recupera como una “movilización popular y
urbana”.
“Popular”
porque tuvo adhesión de las clases populares que de manera espontánea aunaron
sus reclamos: “las columnas que son
interceptadas se desbordan por los barrios para llegar al centro, allí
recibieron el apoyo de los vecinos, a través de la protección de los
manifestantes, armando barricadas para que la policía montada no pueda ingresar
e incluso se sumaron a la acción”. “Urbana” porque “se abandonó el objetivo inicial de
marchar y concentrarse en el centro, y la manifestación pasó, en cambio, a
ocupar los distintos barrios de la ciudad, principalmente los estudiantiles,
pero también obreros como Alta Córdoba -cerca de los talleres- o Ferreyra -en
zona de fábricas” (Gordillo, 2015: s/d).
Así
como consideramos vital para nuestro análisis entender más acerca de la
conformación de las clases populares en nuestra provincia, también necesitamos
indagar aquellos puntos de emergencia de esas clases en el panorama local, para
lo cual considerar luchas como las de “El Cordobazo” son imprescindibles, en
tanto sostenemos que el cuarteto es heredero tanto de los “límites” impuesto
por los discursos que cercenan y coaccionan la libertad y la resistencia de
esas clases, así como los espacios que lo posibilitan, siendo esa amalgama
entre el sector obrero estudiantil vital para el paso del “Cordobazo” al “Cuartetazo”,como
veremos más adelante.
Desempolvar
estos archivos nos permitirá evaluar qué influencia tuvieron todas estas “batallas culturales” en las vidas de los cordobeses, hasta qué punto persisten como un producto derivado de ellas y hasta dónde como una réplica de las mismas.
Bibliografía:
BISCHOFF, Efraín. (1979). Historia de Córdoba: Cuatro siglos. Editorial Plus Ultra, Buenos Aires.
HEPP, Osvaldo (1988). La soledad de los cuartetos. Editorial Letra, Córdoba.
FLORINE, Jane L. Cuarteto Music and Dancing from Argentina: In Search of Tunga-Tunga Universitty Press of Florida.
BISCHOFF, Efraín. (1979). Historia de Córdoba: Cuatro siglos. Editorial Plus Ultra, Buenos Aires.
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FLORINE, Jane L. Cuarteto Music and Dancing from Argentina: In Search of Tunga-Tunga Universitty Press of Florida.
MARECO, Alejandro. "Negro": Un estigma más allá del color de la piel, en La Voz del Interior, domingo 27 de enero de 2013.
SARMIENTO, Domingo Faustino (2011). Facundo:
¿Civilización o barbarie? Ministerio de Educación. Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires.
FILC, Judith (2003). “Textos
y fronteras urbanas” en Revista Iberoamericana, número 202. Enero
Marzo-2003. Universidad de Pitthsburgh.
MÍGUEZ, Daniel (2010) Los
pibes chorros. Estigma y marginación. Editorial Capital Intelectual. Bs.
As.
GORDILLO, Mónica. 2015. Cordobazo: rebelión popular e insurrección
urbana. Entevista concedida como conmemoración de los 46 años de “El Cordobazo”
en el sitio oficial de CONICET. Ver: http://www.conicet.gov.ar/2015/05/29/cordobazo-rebelion-popular-e-insurreccion-urbana
[1] La
influencia de los esclavos en Córdoba es muy grande, pues hubo un gran afluente
de ellos incorporados por los españoles, como así también otros pobladores d el destruido imperio incaico que incluso
portaron linguísticamente la influencia del quechua en nuestro dialecto
cordobés[1]. De
todas estas confluencias culturales se destaca el “crisol” de razas que se
mantuvieron en coexistencia desde los inicios de la provincia, aunque no sin
tensión como vemos, y visibles en los primeros censos de los que se tienen
datos: Los primeros esclavos africanos
arribaron en 1588. En un censo de 1779 se observaban 17.340 españoles o
"criollos", 5482 indígenas, 14892 mulatos y 6.338 esclavos.
(Bischoff, 1979:69-71).
[2] V.
Mareco, Alejandro. "Negro": Un estigma más allá del color de la piel,
en La Voz del Interior, domingo 27 de enero de 2013.
[3] En
el año 98, el 70% de los argentinos se sentía discriminado, en especial por su
clase social, según dato oficial de INADI.
[4] El movimiento empezó
cuando las dos CGT nacionales decidieron una huelga general para el 30 de Mayo,
porque Onganía se negaba a restablecer la negociación colectiva y la
actualización salarial, suspendidas en el ´67. En Córdoba lo adelantaron un día
y adoptaron la modalidad propuesta por Agustín Tosco -del Sindicato de Luz y
Fuerza- que implicaba el abandono de los lugares de trabajo desde las 10 hs
hasta el día siguiente -es decir por 36 hs, en lugar de 24- y la movilización
hasta un acto en el local de la CGT.La convergencia con la cuestión estudianti
fue el sello distintivo cordobés. Este sector venía movilizándose para reclamar
frente a las intervenciones en las Universidades. Los estudiantes de Corrientes
ya habían sido reprimidos luego de una protesta que culminó con la muerte de
uno de ellos y esto a su vez produjo una serie de marchas del silencio que
causaron dos muertes más en Rosario. Este antecedente posibilita la concreción
de otra iniciativa de Agustín Tosco, la convergencia de un reclamo
obrero-estudiantil.
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