Más allá de la simpatía de la genial intervención artística del grupo cordobés "Callejón con Salida", esta mural muy bien ilustra la relación del artista con el compromiso social: relación que no siempre es panfletaria, partidaria o partícipe de un realismo social de denuncia explícita sino que toma diversos matices. En este "post" veremos cómo la novela Chozas reconstruye un escenario marginal para dar cuenta de la desigualdad económica provocada por el período neoliberal y ser portadora de un reclamo social encarnado en la búsqueda de un escritor por la palabra escrita, por la identidad.
Cuando
hablamos de “imaginario” nos referimos a aquello que “funciona sobre la base de
las representaciones como una forma de traducir una imagen mental, una realidad
material o una concepción”. En la formación del imaginario se sitúa nuestra
percepción transmutada en representaciones a través de la imaginación, “proceso
por el cual la representación sufre una transformación simbólica, por eso la
fuerza creativa del imaginario yace en su carácter dinámico y en la superación
de la simple representación” (V. Hiernaux, 1996:20).
En este trabajo, pretendo demostrar cómo la construcción del “otro” social en la literatura, es un
imaginario determinado donde el individuo (escritor), siempre ya mediado por el
sujeto literario (narrador, poeta), media a su vez la relación con el objeto
(pobreza) en torno a sus especulaciones y sus posturas personales, ya sean
éstas: filosóficas, sociales, políticas, éticas o estéticas.
En el caso de Pablo Giordano, el imaginario de la subalternidad de
su novela Chozas, se cimienta en torno a la búsqueda de su lugar como escritor.
Este relato de iniciación autobiográfico narra las vicisitudes de un
adolescente y sus pares en su camino hacia la madurez. La pobreza circundante
se plasma en la geografía humilde de un barrio cordobés -2 de abril- de
tapiales de chapa donde el narrador y sus amigos están, por esa razón, más
próximos a la violencia, a las drogas y a la sexualidad precoz que otros
jóvenes de su edad.
La novela sigue la línea del “realismo sucio” caracterizado por la
descripción de la clase baja, a través de un lenguaje crudo –incluso vulgar y
soez- sin ningún tipo de adorno retórico y en un estilo minimalista que aumenta
la velocidad narrativa y donde no existen “buenos y malos” ni héroes sino personajes comunes enfrentados
a situaciones comunes y hasta incluso banales.
La novela está articulada en torno a la –casi obsesiva- búsqueda de
un relato, de un material “digno de ser contado”. Entre estupefacientes y una
angustia progresiva sellada no sólo por la carencia material sino también por
el sentimiento de soledad de su generación –marcada por las lecturas de
Pessoa-, el protagonista pronto descubre que su musa no es otra que su entorno,
sin idealizar.
“No quiero exagerar ni mistificar algo que más bien tiene que ver
con la carne. La vida es ese olor. La
vida hecha de sacos repletos de sueros, flujos, sustancias de la madrediosa
inalcanzable resolución de la infancia, es eso y no otra cosa.” (Giordano, 2011:
183).
El realismo sucio latinoamericano, sucesor del dirty realism estadounidense, expresa las consecuencias del proceso
de adopción del capitalismo en los países latinos y, sobre todo, el problema
más grande que dicho proceso ha producido: la pobreza y la miseria humana. En
particular esta novela se centra en la década del 90, el período “menemista”
donde el esquema neoliberal del gobierno provocó un vaciamiento sistemático de
los fondos públicos: la privatización de las empresas y el aumento de la deuda
externa, aumentaron vertiginosamente los niveles de pobreza en el país. El
desencanto de los jóvenes con la política fue una de las consecuencias de este
modelo económico, entonces (refiere Giordano) “No cazábamos ni una. Ni del
país, ni de Rimbaud, ni de Vinicius, ni de Fogwill. La única revolución a la
que aspirar: el rincón de la pieza donde resplandecía la biblioteca” (Giordano,
2011: 211).
Los escritores que siguen este movimiento descubren que “lo bello no
es sinónimo de lo hermoso, sino de aquello que permite vivir” (Del Carmen,
2012, s/d). El “cross a la mandíbula”
arltiano es una buena metáfora del estilo que se busca, lo que Giordano llama
“la máquina sangrante”. Si Bukowski escribió en los márgenes de los diarios
cuando vivió en un contenedor de basura (refiere la novela), también podía él
hacerlo en esas condiciones.
La decadencia del narrador y sus amigos los llevó a leer a Mallarmé, a los surrealistas, a
soñar con el encuentro de la palabra escrita como, tal vez, su única salvación.
Escribir, para él es “no saber vivir,
masticar la vida como un perro a un trapo, hacernos un agujero para olernos por
dentro, despanzurrarnos, sin querer, a lo tonto, como una niña desesperada en
un laberinto de espejos rotos” (Giordano, 2011: 218). Este “olerse por dentro”, es narrarse a sí
mismo, la concreción del encuentro con el relato que Giordano logra al final de
su novela: “Tengo que contar bien lo de las chozas y dejar de escribir
boludeces. Si quiero ser escritor más vale dejar el alma y el cuerpo en esto, contar
todo, que se vaya todo a la mierda” (Giordano, 2011: 236).
Lo que descubre el escritor
latinoamericano en el “realismo sucio” es que es posible darle entidad a
la miseria de su entorno, abordarla directamente sin escaparates (2) darle voz a
los sin voz.
Bibliografía:
Alabarces, Pablo y Añón, Valeria. “¿Popular (es) o subalterno (s)? De la
retórica a la pregunta por el poder” en Rodríguez,
Pablo y G. María (compiladores.), Resistencias y mediaciones. Estudios sobre cultura popular. Bs. As.: Ed.
Paidós. 2008.
Hiernaux,
Daniel. "Los imaginarios urbanos: de la teoría y los aterrizajes en los
estudios” en. Revista Eure, XXXIII. Pp. 17-30. 1996.
Del
Carmen Gutiérrez, Martina. “Realismo sucio: belleza, basura y desmoralización”.
Disponible en internet: http://www.slideshare.net/AnaMartinez14/realismo-sucio-belleza-basura-y-desmoralizacin
. 2012.
Giordano, Pablo. Chozas.
Córdoba: Ediciones Ciprés. 2011.
(1) Utilizamos la palabra “subalterno” para
referirnos a la marginación social. En este sentido cabe aclarar que
“subalterno” refiere a “de “rango inferior” y se usa para marcar la subordinación expresada en términos de clase, casta, edad, género,
ocupación en cualquier otra forma lo que incluye a los “subordinados” por
causas económicas: “desocupados, subempleados, vendedores ambulantes, gentes al margen de
la economía del dinero, lumpen y ex lumpen de todo tipo, niños, desamparados,
etcétera.” (Alabarces y Añón,
2008: 285)
(2) El "realismo sucio" surge precisamente como un rechazo al "realismo mágico". Se trata de hablar sin rodeos de la miseria de las sociedades latinoamericanas de las posdictaduras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario