domingo, 14 de julio de 2013

“Córdoba Canta”: Apuntes sobre el contenido patriótico y el imaginario nacional en el Cancionero Popular de Córdoba




“Córdoba Canta”: Apuntes sobre el contenido patriótico y el imaginario nacional en el Cancionero Popular de Córdoba *
Mariana Valle

En la villa de María del Río Seco
al pie del cerro del Romero nací
y esto es todo cuanto diré de mí
porque yo no soy más que un eco
del canto natal que traigo aquí
(Leopoldo Lugones: Romances del Río Seco)


            El significado de “patria” ha sido siempre objeto de debate conceptual en nuestro devenir histórico. Según la Real Academia Española la primera acepción de este vocablo es:  “tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos” (AAVV, 2010). Para León Pomer, la idea de patria como “tierra de los padres o país natal”, se encuentra estrechamente vinculada a la idea de “nación”, otra palabra intensamente discutida en el ámbito de la “cultura ilustrada”: “etimológicamente el vocablo deriva del participio latino natus, de nasci (nacer, provenir)”, según el autor la nación “se constituye cuando cristaliza la convicción de una pertenencia y una identidad compartidas que nos sitúa en una dimensión transindividual planteando una relación efectiva, real, producida por una construcción cultural, psico-emocional llamada “imaginario” que asegura la cohesión, establece fidelidades y consuma identidades colectivas” (POMER, 2005: 34-38).
Si bien la revolución de 1810, afirma este historiador, fue impulsada por un grupo minoritario de la burguesía acorde a las necesidades económicas de los mercaderes[1] de emanciparse de las prerrogativas políticas de España que obstaculizaban sus intereses, podemos decir que constituyó un hecho “patriótico” en tanto dejó cristalizar  un sentido de pertenencia territorial, reforzado por la construcción de un “imaginario” que se fue instalando paulatinamente en el conjunto de la comunidad.
            Aunque “sólo el 1 por ciento de la población participó de aquella trascendental reunión en la que se asentaron las bases conceptuales y jurídicas que fundamentarían el relevo del virrey y su reemplazo por una junta designada ­o más bien, asentida­ por el pueblo” (LUNA, 1990), gran parte de ese 99% de ausentes, prontamente reconocieron que lo sucedido aquél día (esa revolución nacida en el seno de la burguesía) los afectaba también directamente, como lo percibiremos en las manifestaciones de la música y la poesía popular en celebración de ese momento.
            Arturo Jauretche, sostiene que las grandes líneas de la política argentina corresponden a la oposición entre Patria Grande y Patria Chica:

 “Con las variaciones de lugar y tiempo, con mayor o menor acierto, con más o menos virtudes o crímenes: las guerras de la Independencia, el Partido Federal, el Yrigoyenismo, el Movimiento de 1945 y el gobierno que originó están en la línea de la Patria Grande (...) La Patria Chica surge de la desvinculación de nuestras patrias originariamente unidas, y sus hombres son los que presidieron y facilitaron esa disgregación buscada desde afuera” (JAURETCHE, 2008: 216).

El revisionismo histórico, según el autor, implica acabar  con la visión del pasado expuesta  desde Caseros, que parte de un desnaturalizado concepto de patria. Lo esencial para el revisionismo es concluir con “esa patria de los coloniales  que nos mantiene atados espiritual -y en consecuencia- materialmente al  extranjero”, pues existe una historia que parte de un concepto de “patria” colonial y otro de “patria” nacional por lo cual, según el criterio del historiador, “es incompatible unir las figuras de Rivadavia y Sarmiento con las de Rosas y Facundo” (JAURETCHE, 2008: 9-10). El verdadero sentido de  “patria”, para el autor, es el que involucra a todo el pueblo como sujeto de acción y que  se manifiesta a través de lo que él considera los grandes movimientos populares de nuestra historia que marcan las maneras de hacer una política nacional anclada en la verdadera comprensión de nuestra realidad y no en la mera transferencia de esquemas importados.
Rodolfo Kusch también advierte que el término “historia” se asienta sobre una ambivalencia conceptual tradicionalmente asociado a la “pequeña historia”, aquella que narra los aconteceres de los últimos cuatrocientos años de la influencia europea sobre el mundo y que excluye al resto de los hechos a la “prehistoria” (salvo el recuerdo estratégico de la “historia” de Grecia, que sirve como mito para la ciudad moderna, y el conveniente olvido de la “oscura” Edad Media). Esta “historia” es la del asentamiento de las ciudades, del “patio de los objetos” y de la búsqueda del “ser”, plasmada a través de personajes individuales en hechos concretos juzgados al margen de la comunidad, por eso es una “historia de elite”. Sin embargo, la “gran historia” es la que simplemente “está”[2] detrás de los utensilios hasta nuestros tiempos, la que entraña nada más y nada menos que la supervivencia de la especie, el conjunto de los actos protagonizados colectivamente por las  “masas que se mueven detrás de la pequeña historia de la burguesía” y que, desde el “anonimato”, acompañaron la gesta de San Martín, de Irigoyen  o de Perón-, por eso resume el accionar de todo un pueblo (KUSCH, 1999: 118-123).
Analizaremos, entonces, el contenido “patriótico” como las huellas discursivas de los  sentimientos de ligazón o de pertenencia del conjunto de los individuos de una comunidad hacia su tierra o su nación, recuperando todos los aspectos que involucran a la “gran historia”, según el concepto de Kusch,  en los lineamientos principales de la “patria grande” esbozados por Jauretche.
Todo ideario de nación incluye “una construcción cultural, psico-emocional llamada “imaginario” que asegura la cohesión, establece fidelidades y consuma identidades colectivas” (POMER, 2005: 38).
Según Pomer:
 “La autoridad política  que se instala en los comienzos del estado (presidencia de Mitre) debe obtener obediencia, consagrarse como genuina, aparecer como auténtica. Sus decisiones deberán obligar a un vasto y heterogéneo colectivo social (…). El gobierno que se apoya en una influyente minoría porteño bonaerense lo tendrá como tarea básica y urgente, pero no realizable en lo inmediato (sus sucesores deberán continuarlo)” (POMER, 2005: 43).

 Por lo tanto, desde la elite y los grupos de poder, se erige un imaginario histórico que busca preservar, rememorar y mantener lustrosa cierta visión estática, inmovilizada y definitiva del país, celosamente custodiada “en sus portones de acceso” y que “jamás entregó pasaporte de ingreso  a postulantes emergidos de grandes movimientos populares” (POMER, 2005: 45).
La Historia” relatada por estos grupos con decisivo poder político y económico, motivó la adhesión a un imaginario de nación con propósitos que, lejos de coincidir con el interés general, lo perjudicaron seriamente.
Este modelo de país produce una versión distorsionada y desnaturalizada de lo histórico a través de una cuidadosa selección e interpretación de hechos y figuras acordes a sus intereses,  constituida por frases rimbombantes y próceres deshumanizados  en donde el pueblo no es más que un observador pasivo de las hazañas de los “grandes hombres”(POMER, 2005: 163-168).
            No obstante, Pomer sostiene que también existe un imaginario popular conformado por símbolos y figuras patrias (Irigoyen, Evita, Perón, etc.), protagonistas de los grandes movimientos sociales, que el pueblo se encarga de preservar testimonialmente en su memoria, principalmente, a través de la oralidad. En este aspecto -según sostiene Detienne citado por Torres Roggero- el canto ocupa un lugar primordial “por su extraordinario poder para dar nacimiento a la creencia, para movilizar a la opinión y a las multitudes y para dar así a la ciudad múltiple su identidad secreta y muda en una sola voz” (TORRES ROGGERO, 2005: 11). Por tal motivo, un aspecto esencial de América a tener en cuenta es la relación entre el cancionero popular y la acción revolucionaria.
Según Viggiano:
los bienes patrimoniales populares, acaudalados por el hilo invisible, pero ininterrumpido de la tradición latente en el alma de los pueblos como su savia nutricia; constituyen un mundo de vivencias que al margen y paralelamente a la Historia, corren en el transcurso de la vida de los pueblos, y son objeto de análisis del  Folklore” (VIGGIANO ESAIN, 1953:5).

No obstante, creemos que estas manifestaciones también forman parte de la “gran historia”, según los alcances del concepto delimitado por Kusch, y nos proponemos analizarlas en esta dimensión.
El Cancionero Popular de Córdoba de Julio Viggiano Esaín es una recopilación extensa de la expresión popular cordobesa representada en miles de coplas, romances y otras formas de poesía y canto tradicionales, extraídas a través del aporte generoso de cientos de “informantes” de pueblos y localidades del interior de nuestra provincia y de barrios de la capital, cuyos orígenes se remontan desde el siglo XIX hasta el XX y que son plasmados a través de cinco volúmenes extensos editados con el aporte del Instituto de Estudios Americanistas Doctor Enrique Martínez Paz y la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba.
Para ofrecer una idea aproximada de la magnitud de su estudio, podemos decir que 5256 coplas comprenden sólo la primera parte de este cancionero y sus “dadores” provienen de: Córdoba Capital (barrio Güemes), Calamuchita, Cruz del Eje, Colón, Ischilín, Minas, Pocho, Punilla, Río Primero, Río Seco, Santa María, Sobremonte, Tulumba y San Justo.
Según Viggiano, los orígenes de la literatura de nuestra tierra cordobesa aparecen caracterizados por el influjo cultural hispano de la colonia impregnados del estilo clasicista y culteranista predominante en la península.
Paralelamente a la lírica culta de estilo cortesano o religioso –de cuyo mejor exponente es Luis de Tejeda-, representativa de las inquietudes de la ciudad, se desarrolla una épica popular representante de la vida campestre, que cobra presencia a través de los primeros hechos claves que exaltan el sentimiento patriótico: las invasiones inglesas y la revolución de mayo.
En el contexto de las Guerras Napoleónicas, la alianza que selló España con Francia le costó la pérdida de lo que le quedaba de su poder naval en Trafalgar  y una creciente subordinación al poder del emperador. Los embates constantes de Inglaterra hacia las colonias de Francia hacían pensable un ataque a las colonias españolas, no obstante, se temía que esto consolidara la alianza franco española en perjuicio de los ingleses. Sin embargo, por iniciativa del Comodoro Sir Home Popham, las tropas inglesas, tras la conquista de Ciudad de Cabo, invadieron con sus flotas el Río de la Plata. Phopham, amigo del revolucionario Francisco de Miranda, creía oportuno aprovechar el conflicto político de intereses que existía entre el Virreinato del Río de la Plata, y el gobierno español a raíz de la oposición de éste al libre comercio, lo que había provocado el rechazo de los comerciantes que así lo deseaban y un fuerte disgusto en las ciudades costeras, sin embargo, este malestar no era trasladable al resto de las ciudades alejadas de la costa, como lo fue el caso de Córdoba.
Ante el ataque de los extranjeros, los ánimos patrióticos del pueblo se exaltaron dejando sus hondas huellas en nuestra poesía popular.
En nuestro cancionero, encontramos el “Romance de Liniers”, que cuenta las hazañas de aquéllos tiempos, exaltando la figura del francés en desmedro del virrey Sobremonte que escapó de Buenos Aires a Córdoba -a la que designó provisoriamente como capital- para proteger el tesoro del virreinato y resguardar su propia persona ante la imposibilidad de enfrentar la llegada de las tropas inglesas en la ciudad bonaerense.
Según Viggiano:
“Desde antes de su radicación en Córdoba, el marqués de Sobremonte tenía aquí sus entusiastas partidarios, como también sus agudos detractores. Los dos bandos eran irreductibles y pese a los homenajes oficiales e interesados al virrey, por lo bajo corrían secretamente dicterios y acusaciones” (VIGGIANO ESAIN, 1964: 560),

 como se puede ver en el romance:
Un marqués nos cautivó/bajo el mando del inglés/pero un bizarro francés/de este yugo nos sacó./Juramento nos prestó/porque no fue prisionero,/tomó su espada y sombrero/y a Montevideo se parte/donde con industria y arte/se presenta cual guerrero./Propone el plan de batalla/que se ofrece a dirigir/y la gente que ha de salir/a espantar a esta canalla” (VIGGIANO ESAIN, 1969b: 32).

Sobre la dimensión heroica que cobró Liniers, también da fe esta copla: “Por más que el inglés intente/volvernos a conquistar/siempre lo ha de castigar/Santiago Liniers valiente”. (VIGGIANO ESAIN, 1969a:219)
Además en La Poesía Popular y Popular épica y Patria, Viggiano también nos presenta el siguiente cantar recogido por un informante cordobés:
“Sobremonte y su esposa/volvieron a Buenos Aires, /sufrirán mil desaires/si no sufren otra cosa,/esta pena es afrentosa/para tanta autoridad/Es verdad/Mariquita y Marín/ vienen aquí con su suegro/Marín ha de verse negro/y Marica con hollín./Aquí todo malandrín/Por que no llega suspira/Es mentira…/Si el pueblo se ha revestido/de furor contra el marqués/es porque entregó al inglés/tanto inocente oprimido./Si hoy aquél se halla sentido/rasgo es de su vanidad./Es verdad” (VIGGIANO ESAIN, 1969b: 15), [3]

Observamos, de este modo, que en el imaginario popular hay una representación histórica maniqueizada en figuras antagónicas que se corresponde con la construcción simbólica de la memoria de los pueblos a través de figuras destacadas representantes de los valores más altos o de los defectos más vergonzantes para la “patria” que, si bien todavía no estaba consolidada como nación, ya vislumbraba en  sus pobladores el sentido de pertenencia y la necesidad de defensa de esa tierra ante la llegada del extranjero. Para Mitre:
         “El estudio de la historia produce bienes, grandes bienes: uno de los mayores es dar fundamento racionales a la admiración por los hombres ilustres del pasado (…) El héroe sirve de modelo a la posteridad y para ilustrar nuestros anales y educar al pueblo por la lección moral de los hechos subordinados a un principio: elegir aquellos hombres capaces de suscitar la admiración simpática o el horror; hacer de ellos figuras simbólicas de la historia, es decir, tenerlos como símbolos del bien y del mal” (POMER, 2005: 164).

La construcción de los héroes no es exclusiva del imaginario histórico proyectado por la cultura letrada,  sino que también se percibe en el imaginario popular transmitido oralmente.
Podemos decir que las invasiones inglesas fueron casi tan significativas para los pobladores de Córdoba como la revolución de mayo, pues exaltaron los ánimos populares con las hazañas de personajes como Martina Céspedes (quien ocupó desde siempre un lugar primordial en el anecdotario cordobés)[4] que lucharon arduamente para defender la “patria” ante la amenaza del extranjero (ELISSALDE, 2006: 96). En la siguiente copla se verifica la importancia del accionar de la comunidad, quien ahuyentó a los invasores tirándole desde los balcones agua hirviendo sobre sus cabezas; esa manera de representar lo histórico escapa al reduccionismo de la “pequeña historia” y de los “grandes hombres” y eleva al pueblo colectivo y anónimo a la categoría de héroe: “Un quintal de hipocresía/veinte y dos de fanfarrón/y cincuenta de ladrón/con quince de fantasía, / dos mil de collonería/mezclados bien y después/en un gran caldero inglés/con gallinas y capones/extractará los blasones/del más insigne marqués” (VIGGIANO ESAIN, 1969b:32)
 La campaña de San Martín también ocupa un lugar primordial en la poesía popular, recordemos que el general es considerado el “padre de la patria”[5].
Para Jauretche, San Martín es la figura representante de la patria “nacional” con urgencia de encausarse “en la empresa continental y la causa común americana” que busca forjar un horizonte político económico acorde a su propia cultura,  en cambio, Rivadavia  se propone instaurar con urgencia la civilización europea. Según Jauretche:

“La crisis de la logia Lautaro entre sanmartinianos y portuarios es un anticipo de toda la historia argentina. Las tendencias que han combatido en los primeros gobiernos patrios ya están definidas. Con San Martín y los caudillos por un lado, y los dictatoriales y rivadavianos, por el otro (…) La tentativa de que San Martín abandone la campaña de la independencia para decidir a favor de los que luego constituirán el partido unitario implica una doble maniobra: utilizarlo para terminar con el interior que se resiste a la política de la factoría portuaria, e inhabilitarlo para la obra de conjunto de la independencia americana” (JAURETCHE, 2006: 85).

El general es una figura emblemática de la Patria Grande porque  busca la integración latinoamericana, Rivadavia –por el contrario- representa el modelo de la “patria chica”, “hostil a la geografía y al hombre autóctono”, que “reduce el país y sustituye a los hombres” (JAURETCHE, 2006: 89).
En el imaginario popular “patrio” de nuestro cancionero, la gesta del libertador es exaltada con loas, como se puede ver en estas coplas: “Brilla el sol en los aceros/grita el bronce de clarín/a su paso los granaderos/de José de San Martín/ su nombre grabamos/en el tronco bruto/del árbol que el fruto/debe a San Martín (VIGGIANO ESAIN, 1969a: 220-223).
El federalismo, es otra de las líneas históricas de la “patria grande” definidas por Jauretche. En el imaginario nacional de la elite ilustrada que se instaura desde el gobierno de Mitre, la política de Rosas es defenestrada por sus pares. En el trasfondo de los cuestionamientos de estos intelectuales, subyace un ideario de nación incapaz de aceptar al pueblo como sujeto histórico activo de nuestra historia.
Además de los planteos centrales expuestos en el Facundo, la visión de Sarmiento sobre Rosas, implica una noción de los pueblos como “niños que nada saben prever y nada conocen”, por lo cual “es preciso que los hombres de alta previsión y de alta comprensión les sirvan de padre”. Según Pomer, Alberdi reduce la cuestión al siguiente silogismo: “si los caudillos son la democracia republicana en la que todo el mundo está en iguales condiciones de dirigir a sus jefes, sólo se los puede suprimir en la medida en que se arme un tipo de democracia en que los menos cultos carezcan de poder para elegir”. Para Echeverría, Rosas es “ignorante y poco patriota” y quienes lo apoyan “son una hedionda canalla de especuladores y de imbéciles beatos”. El error del pueblo ha sido la falta de juicio para elegir el buen gobierno de “la juventud organizada”, es decir, el modelo impuesto por el propio Echeverría, Alberdi, Gutiérrez y López (POMER, 2005: 124-125).
La política del caudillo, en cambio, es una figura clave en el revisionismo histórico, marcada sobre todo por los intelectuales irigoyenistas nucleados en FORJA y después  por los revisionistas del 55.  Toda su obra estaba teñida, hasta ese entonces, por la “leyenda roja” que la “historiografía liberal tejió para justificarse históricamente”. Jauretche remarca que, si bien democráticamente Rosas “ganó la batalla” en el plano del voto popular, su imagen fue deteriorada por la construcción de imaginario nacional instalado por el aparato de cultura oficial en poder de los liberales. Si la comprensión de su figura “pudo entrar por las anchas avenidas del pueblo”, esto se debió a una serie de intelectuales que juzgaron sus actos en toda su dimensión, con sus aciertos y errores, pero destacando en él una política nacional que, entre otras cosas, defendió a capa y espada la Confederación Argentina frente a las pretensiones imperialistas extranjeras (JAURETCHE, 2006:76-78).
No obstante, en el imaginario popular, plasmado en nuestro cancionero, Rosas y su compañero Facundo Quiroga ocuparon un lugar esencial en la construcción simbólica  representativa de “la patria”.
La siguiente copla cuyo origen se remonta al período rosista, todavía se canta, según Viggiano, durante los años sesenta en la campaña cordobesa: “Cielo, cielito y más cielo,/cielito de federales/que han de triunfar animosos/como en todas las edades” (VIGGIANO ESAIN, 1969a: 221).
 La "dadora" de las siguientes coplas, Carmen Pardo, tulumbense de 92 años,  era descendiente de un soldado de Juan Manuel de Rosas, a quien pudo ver cuando niña, "montado en brioso caballo, de hermoso rostro rosado auroleado y patillas rubias y brillantes", según le relató emocionada hasta las lágrimas a Viggiano (VIGGIANO ESAIN, 1969a: 329): “En la puerta de mi casa/tengo colgada una flor/para prenderla en su pecho/si pasa el Restaurador//.¿A quién le espera un buen susto?/por ser loco bien se ve,/el oprobio se eterniza/de Justo José de Urquiza[6] (VIGGIANO ESAIN, 1969a:220 ).
La muerte del general en Barranca Yaco fue un hecho fue muy lamentado en la provincia. Doña María Antonia Bustos de Cordone, escuchó por primera vez la historia de Facundo en boca de su bisabuelo. El hombre salía de la antigua Capillita de Tulumba, donde solía rezar a Nuestra Señora del Rosario, cuando le vino uno recuerdo triste a la memoria: “presuroso, sombrero en mano, colocándoselo, desató al caballo, lo montó, alejándose veloz envuelto en la polvareda del camino rumbo al sur, para cumplir su misión en Barranca Yaco…”, le contó emocionado (VIGGIANO ESAIN, 1969: 329). Esta copla también refiere a su asesinato: “A la huella, huella, /huella sin cesar, / se murió Quiroga, / nuestro general” (VIGGIANO ESAIN, 1969a: 222).
El imaginario popular se cierra con dos figuras claves de la “patria grande”: Yrigoyen y Perón. En el imaginario nacional instalado desde el gobierno de Mitre no ocuparon un lugar primordial, pues éste “jamás entregó pasaporte de ingreso  a postulantes emergidos de grandes movimientos populares” (POMER, 2005: 45), no obstante, desde las principales  líneas del revisionismo histórico -protagonizado por Jauretche, Rosa, Corvalán y Caballero entre otros- sus gobiernos son recuperados como base de los cimientos de una política nacional y popular. Del cancionero popular, rescatamos los siguientes ejemplos:
“Es al cuhete que peliés/dijo el Peludo en la cueva, /Carcanito[7] será otra vez…/tronando puede ser que llueva”//. “Con el bigote de los pitucos[8]/haremos un escobillón/para barrerle la calle/cuando se llegue Perón”//. “La araña corre la mosca, /el gato corre el ratón, /a Tamborini lo corre/el laborista Perón”[9](VIGGIANO ESAIN, 1969a: 211).

Para Jauretche cierta política de la historia falseó su heurística en la investigación documental, mientras estratégicamente se crearon condiciones que “impidieron el contraste con la tradición oral, como fuente correctora” (JAURETCHE, 2006:28).
El cancionero popular cordobés, nos deja un imaginario “alternativo” de Nación al impuesto por la elite ilustrada desde Mitre en adelante.  Un testimonial histórico entremezclado de cotidianeidad hecho de héroes “de carne y hueso” alternados entre figuras políticas y “simples” pobladores convertidos en “grandes hombres” por sus hazañas, relatos de la “patria grande”, que incluye al pueblo como sujeto dinámico y decisivo en la construcción de su porvenir.
A diferencia del aquél imaginario, donde  el objetivo de “ejemplaridad” borra las huellas de “lo empírico” y  “se distancia de la vida real de cuyas contaminaciones se cuida como un virus peligroso” [10] (POMER, 2005: 47), la construcción popular nos ofrece una visión “palpable” y “cercana” de los hechos que deja ver la fuerte carga emocional de la que está dotada.
Ramón Doll, citado por el autor,  observa:
         “Siempre que la masa popular, clase media o grueso de la población (como quiera llamarse) ha tenido acceso al gobierno, como en la época de Rosas y más actualmente en el período 1918-1930, siempre que un caudillo de masas ha ocupado un lugar prominente en el escenario social, la clase dirigente -elite, letrados altisonantes, universitarios, etc.- ha estado en abierta disidencia con el jefe o caudillo que encarna las aspiraciones de la masa” (JAURETCHE, 2006: 36). 

 Para él la clave es juzgar correctamente este fenómeno: “No son las masas las que no entienden a las elites si no las elites las que no entienden a las masas, tarea obligada de todo buen pensador” [11](JAURETCHE, 2006: 36). “Esa es la cuestión” o será cuestión, entonces, de dejar que el pueblo “nos cante las cuarenta”.

* Artículo: “Córdoba Canta: Apuntes sobre el contenido patriótico y el imaginario nacional en el Cancionero Popular de Córdoba” número XIII, revista SILABARIO, octubre, 2010, Córdoba, Argentina. ISNN 1514-41100. Con referato.












Referencias bibliográficas:

AAVV.  Diccionario de la Real Academia Española, disponible en http://www.rae.es/rae.html, Consultado el 20/08/10.

ELISSALDE, Roberto (2006): Historias ignoradas de las invasiones inglesas. Ed.Indugraf. Bs. As.

JAURETCHE,  Arturo (2008), Ejército y Política. La Patria Grande y La Patria Chica. Corregidor, Buenos Aires.
__________________ (2006): Política nacional y revisionismo histórico. Ediciones Corregidor. Buenos Aires.

KUSCH, Rodolfo (1999): América Profunda. Editorial Biblos, Buenos Aires.

LUNA, Félix (1990). “Plaza Vacía: Gente Como Uno” en nota aparecida en Página/3, revista aniversario de Página/12.

POMER, León (2005) La construcción de los héroes: imaginario y nación Ed. Leviatán. Buenos Aires.

TORRES ROGGERO, Jorge (2005): Dones del canto. Cantar, contar, hablar: geotextos de identidad y poder. Ediciones del Copista. Córdoba.

VIGGIANO ESAIN, Julio (1953). Función social del folkore. Universidad Nacional de Córdoba. Córdoba.
______________________. (1964). El sentimiento popular cordobés en las invasiones inglesas. Dirección General de Publicaciones de la Universidad Nacional de Córdoba. Separata del Anuario del Departamento de Historia, Año I, Número 1.
 _______________________(1969)a. Cancionero popular de Córdoba. Tomo II. Instituto de Estudios Americanistas de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba.
_______________________ (1969)b. La poesía popular y épica popular y patria. Universidad Nacional de Córdoba. Facultad de Filosofía y Humanidades. Cuadernos de la Cátedra de Historia Argentina, Serie III N· 2. Córdoba.





[1] Según Pomer, el movimiento independentista “surgió del impulso de la burguesía mercantil y de algunos ideólogos. La caducidad de la autoridad real por obra napoleónica fue la oportunidad para iniciar el proceso de la independencia. Mercaderes porteños y grandes criadores de ganado no veían por qué debían continuar subordinados a la corona y compartir poder, recursos y tributos (…) El espíritu de los mercaderes cruza el 25 de mayo y el 9 de julio sin demasiadas alteraciones”. (POMER, 2005: 74).
[2] La dicotomía entre los verbos “ser” y “estar” que atraviesa el pensamiento filosófico de Kusch también se percibe en su concepción del historicismo: hay una historia del “estar” donde los sujetos son afectados por la ira de la naturaleza, donde conviven los opuestos, donde se encuentra el testimonio de las “masas”, (el indio, el proletario, el negro, el “villero”, el “cabecita negra”, la “chusma”); la otra es la historia del “ser” del mundo afectado por el hombre –que encuentra su punto cúlmine en la revolución industrial-, el afán por la acumulación y por llenar “el patio de los objetos”, la que narra los grandes mitos de occidente.
[3] Estas poesías o letrillas mordaces, decidoras y domésticas circulaban en nuestra provincia, no sólo oralmente, si no  también a través de manuscritos entregados de mano en mano, siempre manteniendo su carácter “anónimo” y popular. (VIGGIANO ESAIN, 1964: 558).
[4] Durante las jornadas de lucha de las invasiones ingleses, doce soldados ingleses se metieron en la casa de doña Martina Céspedes, madre de tres hijas. Doña Martina y sus tres hijas los recibieron cordialmente y les sirvieron bebidas con generosidad, hasta que los doce “fiesteros” ingleses terminaron totalmente en curda y encerrados en una pieza y, finalmente, fueron entregados a Liniers por Doña Martina. Por la hazaña recibió el cargo de “Sargento Mayor con goce de sueldo y uso de uniforme”. Según cuenta la historia, en vez de doce prisioneros, Doña Martina entregó solo once porque, según dijo, reservaba el faltante para que se casara con su hija menor. La ocurrencia fue festejada por Liniers y sus acompañantes (ELISSALDE, 2006: 96)
[5] Pomer, dice que este mérito lo difundieron principalmente Mitre y Juan María Gutiérrez. Para Sarmiento, en cambio, la expatriación del general era una “útil lección” para alguien que había aprobado el gobierno despótico de Rosas por “pura repulsión al extranjero” (POMER, 2005: 173).
[6] Para los revisionistas de la historia de Rosas, en especial, Urquiza trascendió como un “traidor”, muchas coplas refieren a este tema.
[7] Este verso hace alusión al cordobés Cárcano, el rival político de Yrigoyen.
[8] También los peronistas llamaban los “chuchumecos” a la vieja oligarquía consolidada. Con motivo de la venida a Cba. del presidente Perón, donde desde los balcones del Cabildo habló al pueblo congregado en la plaza San Martín en 1953, por el barrio Güemes - de donde proviene este "informante"- pandillas de  muchachos desarrapados cantaban esta copla, según nos relata Viggiano.
[9] El apellidado Mosca, compañero de fórmula de Tamborini en el 46, ocupa varias coplas, debido al doble sentido a que se presta su nombre.
[10] Según Pomer, este “vaciamiento de la realidad” que ocurre en el imaginario histórico es un  instrumento de poder y de dominación eficiente, y al mismo tiempo vulnerable, pues plantea un presente y futuro vedado para demasiados, lo que atenta contra su propia credibilidad y lo corroe en sí mismo (POMER, 2005: 46-47).
[11] Doll, explica lo que parece una obviedad, pero muchos olvidan conscientemente: “Las masas populares iletradas en todas partes están necesariamente distanciadas de los pensadores, de los publicistas, porque sería ridículo pretender que un chofer o una cocinera estén al tanto del último artículo de Maurras  o de Chesterton” (JAURETCHE, 2006: 36).

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