“Córdoba Canta”: Apuntes sobre el contenido
patriótico y el imaginario nacional en el
Cancionero Popular de Córdoba *
Mariana Valle
En la villa de
María del Río Seco
al pie del cerro
del Romero nací
y esto es todo
cuanto diré de mí
porque yo no soy
más que un eco
del canto natal
que traigo aquí
(Leopoldo
Lugones: Romances del Río Seco)
El
significado de “patria” ha sido siempre objeto de debate conceptual en nuestro
devenir histórico. Según la
Real Academia Española la primera acepción de este vocablo es: “tierra natal o
adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por
vínculos jurídicos, históricos y afectivos” (AAVV,
2010). Para León Pomer, la idea de patria como “tierra de los padres o país natal”, se encuentra estrechamente
vinculada a la idea de “nación”, otra palabra intensamente discutida en el
ámbito de la “cultura ilustrada”: “etimológicamente
el vocablo deriva del participio latino natus, de nasci (nacer, provenir)”,
según el autor la nación “se constituye
cuando cristaliza la convicción de una pertenencia y una identidad compartidas
que nos sitúa en una dimensión transindividual planteando una relación
efectiva, real, producida por una construcción cultural, psico-emocional
llamada “imaginario” que asegura la cohesión, establece fidelidades y consuma
identidades colectivas” (POMER, 2005: 34-38).
Si bien la revolución de 1810, afirma
este historiador, fue impulsada por un grupo minoritario de la burguesía acorde
a las necesidades económicas de los mercaderes[1] de emanciparse de las prerrogativas políticas de
España que obstaculizaban sus intereses, podemos decir que constituyó un hecho
“patriótico” en tanto dejó cristalizar
un sentido de pertenencia territorial, reforzado por la construcción de
un “imaginario” que se fue instalando paulatinamente en el conjunto de la
comunidad.
Aunque
“sólo el 1
por ciento de la población participó de aquella trascendental reunión en la que
se asentaron las bases conceptuales y jurídicas que fundamentarían el relevo
del virrey y su reemplazo por una junta designada o más bien, asentida por el
pueblo” (LUNA, 1990), gran parte de ese 99% de
ausentes, prontamente reconocieron que lo sucedido aquél día (esa revolución
nacida en el seno de la burguesía) los afectaba también directamente, como lo
percibiremos en las manifestaciones de la música y la poesía popular en
celebración de ese momento.
Arturo
Jauretche, sostiene que las
grandes líneas de la política argentina corresponden a la oposición entre
Patria Grande y Patria Chica:
“Con las variaciones de lugar y tiempo, con
mayor o menor acierto, con más o menos virtudes o crímenes: las guerras de la Independencia , el
Partido Federal, el Yrigoyenismo, el Movimiento de 1945 y el gobierno que
originó están en la línea de la Patria Grande (...) La Patria Chica surge de la
desvinculación de nuestras patrias originariamente unidas, y sus hombres son
los que presidieron y facilitaron esa disgregación buscada desde afuera” (JAURETCHE, 2008: 216).
El
revisionismo histórico, según el autor, implica acabar con la visión del
pasado expuesta desde Caseros, que parte de un desnaturalizado concepto
de patria. Lo esencial para el revisionismo es concluir con “esa patria de los coloniales que nos
mantiene atados espiritual -y en consecuencia- materialmente al
extranjero”, pues existe una historia que parte de un concepto de
“patria” colonial y otro de “patria” nacional por lo cual, según el criterio
del historiador, “es incompatible unir
las figuras de Rivadavia y Sarmiento con las de Rosas y Facundo”
(JAURETCHE, 2008: 9-10).
El verdadero sentido de
“patria”, para el autor, es el que involucra a todo el pueblo como
sujeto de acción y que se manifiesta a
través de lo que él considera los grandes movimientos populares de nuestra
historia que marcan las maneras de hacer una política nacional anclada en la
verdadera comprensión de nuestra realidad y no en la mera transferencia de
esquemas importados.
Rodolfo Kusch también advierte que el
término “historia” se asienta sobre una ambivalencia conceptual tradicionalmente
asociado a la “pequeña historia”, aquella que narra los aconteceres de los
últimos cuatrocientos años de la influencia europea sobre el mundo y que
excluye al resto de los hechos a la “prehistoria” (salvo el recuerdo
estratégico de la “historia” de Grecia, que sirve como mito para la ciudad
moderna, y el conveniente olvido de la “oscura” Edad Media). Esta “historia” es
la del asentamiento de las ciudades, del “patio de los objetos” y de la
búsqueda del “ser”, plasmada a través de personajes individuales en hechos
concretos juzgados al margen de la comunidad, por eso es una “historia de
elite”. Sin embargo, la “gran historia” es la que simplemente “está”[2]
detrás de los utensilios hasta nuestros tiempos, la que entraña nada más y nada
menos que la supervivencia de la especie, el conjunto de los actos
protagonizados colectivamente por las “masas que se mueven detrás de la pequeña
historia de la burguesía” y que, desde el “anonimato”, acompañaron la gesta
de San Martín, de Irigoyen o de Perón-,
por eso resume el accionar de todo un pueblo (KUSCH, 1999: 118-123).
Analizaremos, entonces, el contenido “patriótico” como las
huellas discursivas de los sentimientos
de ligazón o de pertenencia del conjunto de los individuos de una comunidad
hacia su tierra o su nación, recuperando todos los aspectos que involucran a la
“gran historia”, según el concepto de Kusch,
en los lineamientos principales de la “patria grande” esbozados por Jauretche.
Todo ideario de nación incluye “una construcción cultural, psico-emocional llamada
“imaginario” que asegura la cohesión, establece fidelidades y consuma
identidades colectivas” (POMER, 2005: 38).
Según Pomer:
“La autoridad
política que se instala en los comienzos
del estado (presidencia de Mitre) debe obtener obediencia, consagrarse como
genuina, aparecer como auténtica. Sus decisiones deberán obligar a un vasto y
heterogéneo colectivo social (…). El gobierno que se apoya en una influyente
minoría porteño bonaerense lo tendrá como tarea básica y urgente, pero no realizable
en lo inmediato (sus sucesores deberán continuarlo)” (POMER, 2005: 43).
Por lo tanto, desde la elite
y los grupos de poder, se erige un imaginario histórico que busca preservar,
rememorar y mantener lustrosa cierta visión estática, inmovilizada y definitiva
del país, celosamente custodiada “en sus
portones de acceso” y que “jamás
entregó pasaporte de ingreso a
postulantes emergidos de grandes movimientos populares” (POMER,
2005: 45).
“La Historia ” relatada por estos grupos con decisivo
poder político y económico, motivó la adhesión a un imaginario de nación con
propósitos que, lejos de coincidir con el interés general, lo perjudicaron
seriamente.
Este modelo de país produce una
versión distorsionada y desnaturalizada de lo histórico a través de una
cuidadosa selección e interpretación de hechos y figuras acordes a sus
intereses, constituida por frases
rimbombantes y próceres deshumanizados en donde el pueblo no es más que un observador
pasivo de las hazañas de los “grandes
hombres”(POMER, 2005: 163-168).
No obstante, Pomer sostiene que
también existe un imaginario popular conformado por símbolos y figuras patrias
(Irigoyen, Evita, Perón, etc.), protagonistas de los grandes movimientos
sociales, que el pueblo se encarga de preservar testimonialmente en su memoria,
principalmente, a través de la oralidad. En este aspecto -según sostiene
Detienne citado por Torres Roggero- el canto ocupa un lugar primordial “por su extraordinario poder para dar
nacimiento a la creencia, para movilizar a la opinión y a las multitudes y para
dar así a la ciudad múltiple su identidad secreta y muda en una sola voz”
(TORRES ROGGERO, 2005: 11). Por tal motivo, un aspecto esencial de América a
tener en cuenta es la relación entre el cancionero popular y la acción
revolucionaria.
Según Viggiano:
“los bienes patrimoniales populares, acaudalados por el hilo invisible,
pero ininterrumpido de la tradición latente en el alma de los pueblos como su
savia nutricia; constituyen un mundo de vivencias que al margen y paralelamente
a la Historia ,
corren en el transcurso de la vida de los pueblos, y son objeto de análisis
del Folklore” (VIGGIANO ESAIN,
1953:5).
No obstante, creemos que estas manifestaciones
también forman parte de la “gran historia”, según los alcances del concepto delimitado
por Kusch, y nos proponemos analizarlas en esta dimensión.
El Cancionero Popular
de Córdoba de Julio Viggiano Esaín es una recopilación extensa de la
expresión popular cordobesa representada en miles de coplas, romances y otras
formas de poesía y canto tradicionales, extraídas a través del aporte generoso
de cientos de “informantes” de pueblos y localidades del interior de nuestra
provincia y de barrios de la capital, cuyos orígenes se remontan desde el siglo
XIX hasta el XX y que son plasmados a través de cinco volúmenes extensos
editados con el aporte del Instituto de Estudios Americanistas Doctor Enrique
Martínez Paz y la Facultad
de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional
de Córdoba.
Para ofrecer una idea aproximada de la magnitud de su
estudio, podemos decir que 5256 coplas comprenden sólo la primera parte de este
cancionero y sus “dadores” provienen de: Córdoba Capital (barrio Güemes),
Calamuchita, Cruz del Eje, Colón, Ischilín, Minas, Pocho, Punilla, Río Primero,
Río Seco, Santa María, Sobremonte, Tulumba y San Justo.
Según Viggiano, los orígenes de la literatura de nuestra
tierra cordobesa aparecen caracterizados por el influjo cultural hispano de la
colonia impregnados del estilo clasicista y culteranista predominante en la península.
Paralelamente a la lírica culta de estilo cortesano o
religioso –de cuyo mejor exponente es Luis de Tejeda-, representativa de las
inquietudes de la ciudad, se desarrolla una épica popular representante de la
vida campestre, que cobra presencia a través de los primeros hechos claves que
exaltan el sentimiento patriótico: las invasiones inglesas y la revolución de
mayo.
En el contexto de las Guerras Napoleónicas, la alianza que
selló España con Francia le costó la pérdida de lo que le quedaba de su poder
naval en Trafalgar y una creciente
subordinación al poder del emperador. Los embates constantes de Inglaterra
hacia las colonias de Francia hacían pensable un ataque a las colonias
españolas, no obstante, se temía que esto consolidara la alianza franco
española en perjuicio de los ingleses. Sin embargo, por iniciativa del Comodoro Sir Home Popham, las
tropas inglesas, tras la conquista de Ciudad de Cabo, invadieron con sus flotas
el Río de la Plata. Phopham ,
amigo del revolucionario Francisco de Miranda, creía oportuno aprovechar el
conflicto político de intereses que existía entre el Virreinato del Río de la Plata , y el gobierno español
a raíz de la oposición de éste al libre comercio, lo que había provocado el
rechazo de los comerciantes que así lo deseaban y un fuerte disgusto en las
ciudades costeras, sin embargo, este malestar no era trasladable al resto de
las ciudades alejadas de la costa, como lo fue el caso de Córdoba.
Ante el ataque de
los extranjeros, los ánimos patrióticos del pueblo se exaltaron dejando sus
hondas huellas en nuestra poesía popular.
En nuestro cancionero, encontramos el “Romance de Liniers”,
que cuenta las hazañas de aquéllos tiempos, exaltando la figura del francés en
desmedro del virrey Sobremonte que escapó de Buenos Aires a Córdoba -a la que
designó provisoriamente como capital- para proteger el tesoro del virreinato y
resguardar su propia persona ante la imposibilidad de enfrentar la llegada de
las tropas inglesas en la ciudad bonaerense.
Según Viggiano:
“Desde antes de su
radicación en Córdoba, el marqués de Sobremonte tenía aquí sus entusiastas
partidarios, como también sus agudos detractores. Los dos bandos eran
irreductibles y pese a los homenajes oficiales e interesados al virrey, por lo
bajo corrían secretamente dicterios y acusaciones”
(VIGGIANO ESAIN, 1964: 560),
como se puede ver en
el romance:
“Un marqués nos cautivó/bajo el mando del inglés/pero
un bizarro francés/de este yugo nos sacó./Juramento nos prestó/porque no fue
prisionero,/tomó su espada y sombrero/y a Montevideo se parte/donde con
industria y arte/se presenta cual guerrero./Propone el plan de batalla/que se
ofrece a dirigir/y la gente que ha de salir/a espantar a esta canalla”
(VIGGIANO ESAIN, 1969b: 32).
Sobre la dimensión heroica que cobró Liniers,
también da fe esta copla: “Por más que el
inglés intente/volvernos a conquistar/siempre lo ha de castigar/Santiago
Liniers valiente”. (VIGGIANO ESAIN, 1969a:219)
Además en La
Poesía Popular y
Popular épica y Patria, Viggiano también nos presenta el siguiente cantar recogido
por un informante cordobés:
“Sobremonte y su esposa/volvieron a Buenos Aires, /sufrirán mil desaires/si
no sufren otra cosa,/esta pena es afrentosa/para tanta autoridad/Es verdad/Mariquita
y Marín/ vienen aquí con su suegro/Marín ha de verse negro/y Marica con hollín./Aquí
todo malandrín/Por que no llega suspira/Es mentira…/Si el pueblo se ha
revestido/de furor contra el marqués/es porque entregó al inglés/tanto inocente
oprimido./Si hoy aquél se halla sentido/rasgo es de su vanidad./Es verdad” (VIGGIANO ESAIN, 1969b: 15), [3]
Observamos, de este modo, que en el imaginario
popular hay una representación histórica maniqueizada en figuras antagónicas que
se corresponde con la construcción simbólica de la memoria de los pueblos a
través de figuras destacadas representantes de los valores más altos o de los
defectos más vergonzantes para la “patria” que, si bien todavía no estaba
consolidada como nación, ya vislumbraba en
sus pobladores el sentido de pertenencia y la necesidad de defensa de
esa tierra ante la llegada del extranjero. Para Mitre:
“El
estudio de la historia produce bienes, grandes bienes: uno de los mayores es
dar fundamento racionales a la admiración por los hombres ilustres del pasado
(…) El héroe sirve de modelo a la posteridad y para ilustrar nuestros anales y
educar al pueblo por la lección moral de los hechos subordinados a un
principio: elegir aquellos hombres capaces de suscitar la admiración simpática
o el horror; hacer de ellos figuras simbólicas de la historia, es decir,
tenerlos como símbolos del bien y del mal” (POMER, 2005: 164).
La construcción de los héroes no es exclusiva
del imaginario histórico proyectado por la cultura letrada, sino que también se percibe en el imaginario
popular transmitido oralmente.
Podemos decir que las invasiones
inglesas fueron casi tan significativas para los pobladores de Córdoba como la
revolución de mayo, pues exaltaron los ánimos populares con las hazañas de
personajes como Martina Céspedes (quien ocupó desde siempre un lugar primordial
en el anecdotario cordobés)[4] que
lucharon arduamente para defender la “patria” ante la amenaza del extranjero
(ELISSALDE, 2006: 96). En la siguiente copla se verifica la importancia del
accionar de la comunidad, quien ahuyentó a los invasores tirándole desde los
balcones agua hirviendo sobre sus cabezas; esa manera de representar lo
histórico escapa al reduccionismo de la “pequeña historia” y de los “grandes
hombres” y eleva al pueblo colectivo y anónimo a la categoría de héroe: “Un quintal de hipocresía/veinte y dos de
fanfarrón/y cincuenta de ladrón/con quince de fantasía, / dos mil de collonería/mezclados
bien y después/en un gran caldero inglés/con gallinas y capones/extractará los
blasones/del más insigne marqués” (VIGGIANO ESAIN, 1969b:32)
La campaña de San Martín también ocupa un lugar
primordial en la poesía popular, recordemos que el general es considerado el
“padre de la patria”[5].
Para Jauretche, San Martín es la
figura representante de la patria “nacional” con urgencia de encausarse “en la
empresa continental y la causa común americana” que busca forjar un horizonte
político económico acorde a su propia cultura, en cambio, Rivadavia se propone instaurar con urgencia la
civilización europea. Según Jauretche:
“La crisis de la logia Lautaro entre sanmartinianos y portuarios es un
anticipo de toda la historia argentina. Las tendencias que han combatido en los
primeros gobiernos patrios ya están definidas. Con San Martín y los caudillos
por un lado, y los dictatoriales y rivadavianos, por el otro (…) La tentativa
de que San Martín abandone la campaña de la independencia para decidir a favor
de los que luego constituirán el partido unitario implica una doble maniobra:
utilizarlo para terminar con el interior que se resiste a la política de la
factoría portuaria, e inhabilitarlo para la obra de conjunto de la
independencia americana”
(JAURETCHE, 2006: 85).
El general es una figura emblemática de la
Patria Grande porque busca la
integración latinoamericana, Rivadavia –por el contrario- representa el modelo
de la “patria chica”, “hostil a la
geografía y al hombre autóctono”, que “reduce
el país y sustituye a los hombres” (JAURETCHE, 2006: 89).
En el imaginario popular “patrio”
de nuestro cancionero, la gesta del libertador es exaltada con loas, como se
puede ver en estas coplas: “Brilla el sol
en los aceros/grita el bronce de clarín/a su paso los granaderos/de José de San
Martín/ su nombre grabamos/en el tronco bruto/del árbol que el fruto/debe a San
Martín” (VIGGIANO ESAIN, 1969a: 220-223).
El federalismo, es otra de las
líneas históricas de la “patria grande” definidas por Jauretche. En el
imaginario nacional de la elite ilustrada que se instaura desde el gobierno de
Mitre, la política de Rosas es defenestrada por sus pares. En el trasfondo de
los cuestionamientos de estos intelectuales, subyace un ideario de nación
incapaz de aceptar al pueblo como sujeto histórico activo de nuestra historia.
Además de los planteos centrales expuestos en el Facundo, la visión de Sarmiento sobre
Rosas, implica una noción de los pueblos como “niños que nada saben prever y nada conocen”, por lo cual “es preciso que los hombres de alta previsión
y de alta comprensión les sirvan de padre”. Según Pomer, Alberdi reduce la
cuestión al siguiente silogismo: “si los
caudillos son la democracia republicana en la que todo el mundo está en iguales
condiciones de dirigir a sus jefes, sólo se los puede suprimir en la medida en
que se arme un tipo de democracia en que los menos cultos carezcan de poder
para elegir”. Para Echeverría, Rosas es “ignorante
y poco patriota” y quienes lo apoyan “son
una hedionda canalla de especuladores y de imbéciles beatos”. El error del
pueblo ha sido la falta de juicio para elegir el buen gobierno de “la juventud
organizada”, es decir, el modelo impuesto por el propio Echeverría, Alberdi,
Gutiérrez y López (POMER, 2005: 124-125).
La política del caudillo, en cambio, es una figura clave en
el revisionismo histórico, marcada sobre todo por los intelectuales
irigoyenistas nucleados en FORJA y después
por los revisionistas del 55.
Toda su obra estaba teñida, hasta ese entonces, por la “leyenda roja”
que la “historiografía liberal tejió para justificarse históricamente”. Jauretche
remarca que, si bien democráticamente Rosas “ganó la batalla” en el plano del
voto popular, su imagen fue deteriorada por la construcción de imaginario
nacional instalado por el aparato de cultura oficial en poder de los liberales.
Si la comprensión de su figura “pudo
entrar por las anchas avenidas del pueblo”, esto se debió a una serie de
intelectuales que juzgaron sus actos en toda su dimensión, con sus aciertos y
errores, pero destacando en él una política nacional que, entre otras cosas,
defendió a capa y espada la Confederación Argentina frente a las pretensiones
imperialistas extranjeras (JAURETCHE, 2006:76-78).
No obstante, en el imaginario
popular, plasmado en nuestro cancionero, Rosas y su compañero Facundo Quiroga
ocuparon un lugar esencial en la construcción simbólica representativa de “la patria”.
La siguiente copla cuyo origen se
remonta al período rosista, todavía se canta, según Viggiano, durante los años
sesenta en la campaña cordobesa: “Cielo,
cielito y más cielo,/cielito de federales/que han de triunfar animosos/como en
todas las edades” (VIGGIANO ESAIN, 1969a: 221).
La
"dadora" de las siguientes coplas, Carmen Pardo, tulumbense de 92
años, era descendiente de un soldado de Juan Manuel de Rosas, a quien
pudo ver cuando niña, "montado en
brioso caballo, de hermoso rostro rosado auroleado y patillas rubias y
brillantes", según le relató emocionada hasta las lágrimas a Viggiano (VIGGIANO ESAIN, 1969a: 329): “En la puerta de mi casa/tengo colgada una
flor/para prenderla en su pecho/si pasa el Restaurador//.¿A quién le espera un buen
susto?/por ser loco bien se ve,/el oprobio se eterniza/de Justo José de Urquiza”[6] (VIGGIANO ESAIN, 1969a:220 ).
La muerte del general en Barranca Yaco fue un hecho fue muy
lamentado en la provincia. Doña María Antonia Bustos de Cordone, escuchó por
primera vez la historia de Facundo en boca de su bisabuelo. El hombre salía de la
antigua Capillita de Tulumba, donde solía rezar a Nuestra Señora del Rosario,
cuando le vino uno recuerdo triste a la memoria: “presuroso, sombrero en mano, colocándoselo, desató al caballo, lo
montó, alejándose veloz envuelto en la polvareda del camino rumbo al sur, para
cumplir su misión en Barranca Yaco…”, le contó emocionado (VIGGIANO ESAIN,
1969: 329). Esta copla también refiere a su asesinato: “A la huella, huella, /huella sin cesar, / se murió
Quiroga, / nuestro general” (VIGGIANO ESAIN, 1969a: 222).
El imaginario popular se cierra con dos figuras claves de
la “patria grande”: Yrigoyen y Perón. En el imaginario nacional instalado desde
el gobierno de Mitre no ocuparon un lugar primordial, pues éste “jamás entregó pasaporte de
ingreso a postulantes emergidos de
grandes movimientos populares” (POMER, 2005: 45), no obstante, desde
las principales líneas del revisionismo
histórico -protagonizado por Jauretche, Rosa, Corvalán y Caballero entre otros-
sus gobiernos son recuperados como base de los cimientos de una política
nacional y popular. Del cancionero popular, rescatamos los siguientes ejemplos:
“Es al cuhete que
peliés/dijo el Peludo en la cueva, /Carcanito[7]
será otra vez…/tronando puede ser que llueva”//. “Con el bigote de los pitucos[8]/haremos
un escobillón/para barrerle la calle/cuando se llegue Perón”//. “La araña corre
la mosca, /el gato corre el ratón, /a Tamborini lo corre/el laborista Perón”[9](VIGGIANO ESAIN, 1969a: 211).
Para
Jauretche cierta política de la historia falseó su heurística en la
investigación documental, mientras estratégicamente se crearon condiciones que “impidieron el contraste con la tradición
oral, como fuente correctora” (JAURETCHE, 2006:28).
El cancionero popular cordobés, nos deja un imaginario
“alternativo” de Nación al impuesto por la elite ilustrada desde Mitre en
adelante. Un testimonial histórico entremezclado
de cotidianeidad hecho de héroes “de carne y hueso” alternados entre figuras
políticas y “simples” pobladores convertidos en “grandes hombres” por sus
hazañas, relatos de la “patria grande”, que incluye al pueblo como sujeto
dinámico y decisivo en la construcción de su porvenir.
A diferencia del aquél imaginario, donde el objetivo de “ejemplaridad” borra las huellas
de “lo empírico” y “se distancia de la vida real de cuyas contaminaciones se cuida como un
virus peligroso” [10] (POMER, 2005: 47), la construcción popular nos ofrece una visión
“palpable” y “cercana” de los hechos que deja ver la fuerte carga emocional de
la que está dotada.
Ramón
Doll, citado por el autor, observa:
“Siempre
que la masa popular, clase media o grueso de la población (como quiera
llamarse) ha tenido acceso al gobierno, como en la época de Rosas y más
actualmente en el período 1918-1930, siempre que un caudillo de masas ha
ocupado un lugar prominente en el escenario social, la clase dirigente -elite,
letrados altisonantes, universitarios, etc.- ha estado en abierta disidencia
con el jefe o caudillo que encarna las aspiraciones de la masa” (JAURETCHE, 2006: 36).
Para él la clave es juzgar correctamente este
fenómeno: “No son las masas las que no
entienden a las elites si no las elites las que no entienden a las masas, tarea
obligada de todo buen pensador” [11](JAURETCHE,
2006: 36). “Esa es la cuestión” o será cuestión, entonces, de dejar que el
pueblo “nos cante las cuarenta”.
* Artículo:
“Córdoba Canta: Apuntes sobre el contenido patriótico y el imaginario nacional
en el Cancionero Popular de Córdoba” número XIII, revista SILABARIO, octubre,
2010, Córdoba, Argentina. ISNN 1514-41100. Con referato.
Referencias bibliográficas:
AAVV. Diccionario
de la Real Academia
Española, disponible en http://www.rae.es/rae.html,
Consultado el 20/08/10.
ELISSALDE,
Roberto (2006): Historias ignoradas de
las invasiones inglesas. Ed.Indugraf. Bs. As.
JAURETCHE, Arturo (2008), Ejército y Política. La
Patria Grande y La Patria Chica. Corregidor, Buenos Aires.
__________________
(2006): Política nacional y revisionismo
histórico. Ediciones Corregidor. Buenos Aires.
KUSCH, Rodolfo (1999): América Profunda. Editorial Biblos,
Buenos Aires.
LUNA, Félix (1990). “Plaza Vacía: Gente Como Uno” en nota aparecida en Página/3, revista aniversario de Página/12.
POMER, León (2005) La
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TORRES ROGGERO,
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contar, hablar: geotextos de identidad y poder. Ediciones del Copista.
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VIGGIANO ESAIN,
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Universidad Nacional de Córdoba. Córdoba.
______________________. (1964). El sentimiento popular cordobés en las invasiones inglesas.
Dirección General de Publicaciones de la Universidad Nacional
de Córdoba. Separata del Anuario del Departamento de Historia, Año I, Número 1.
_______________________(1969)a. Cancionero popular de Córdoba. Tomo II. Instituto de Estudios Americanistas de la Facultad de Filosofía y
Humanidades de la
Universidad Nacional de Córdoba.
_______________________ (1969)b. La poesía popular y épica popular y patria. Universidad Nacional de
Córdoba. Facultad de Filosofía y Humanidades. Cuadernos de la Cátedra de Historia
Argentina, Serie III N· 2. Córdoba.
[1] Según Pomer, el
movimiento independentista “surgió del impulso de la burguesía mercantil y de
algunos ideólogos. La caducidad de la autoridad real por obra napoleónica fue
la oportunidad para iniciar el proceso de la independencia. Mercaderes porteños
y grandes criadores de ganado no veían por qué debían continuar subordinados a
la corona y compartir poder, recursos y tributos (…) El espíritu de los
mercaderes cruza el 25 de mayo y el 9 de julio sin demasiadas alteraciones”.
(POMER, 2005: 74).
[2] La dicotomía entre los verbos “ser” y “estar” que atraviesa el
pensamiento filosófico de Kusch también se percibe en su concepción del
historicismo: hay una historia del “estar” donde los sujetos son afectados por
la ira de la naturaleza, donde conviven los opuestos, donde se encuentra el
testimonio de las “masas”, (el indio, el proletario, el negro, el “villero”, el
“cabecita negra”, la “chusma”); la otra es la historia del “ser” del mundo
afectado por el hombre –que encuentra su punto cúlmine en la revolución
industrial-, el afán por la acumulación y por llenar “el patio de los objetos”,
la que narra los grandes mitos de occidente.
[3] Estas poesías o letrillas mordaces, decidoras y domésticas circulaban
en nuestra provincia, no sólo oralmente, si no
también a través de manuscritos entregados de mano en mano, siempre
manteniendo su carácter “anónimo” y popular. (VIGGIANO ESAIN, 1964: 558).
[4] Durante las
jornadas de lucha de las invasiones ingleses, doce soldados ingleses se
metieron en la casa de doña Martina Céspedes, madre de tres hijas. Doña Martina
y sus tres hijas los recibieron cordialmente y les sirvieron bebidas con
generosidad, hasta que los doce “fiesteros” ingleses terminaron totalmente en curda
y encerrados en una pieza y, finalmente, fueron entregados a Liniers por Doña
Martina. Por la hazaña recibió el cargo de “Sargento Mayor con goce de sueldo y
uso de uniforme”. Según cuenta la historia, en vez de doce prisioneros, Doña
Martina entregó solo once porque, según dijo, reservaba el faltante para que se
casara con su hija menor. La ocurrencia fue festejada por Liniers y sus acompañantes
(ELISSALDE, 2006: 96)
[5] Pomer, dice que este
mérito lo difundieron principalmente Mitre y Juan María Gutiérrez. Para
Sarmiento, en cambio, la expatriación del general era una “útil lección” para
alguien que había aprobado el gobierno despótico de Rosas por “pura repulsión
al extranjero” (POMER, 2005: 173).
[6] Para los revisionistas de la historia de Rosas, en especial, Urquiza
trascendió como un “traidor”, muchas coplas refieren a este tema.
[7] Este verso hace alusión al cordobés Cárcano, el rival político de
Yrigoyen.
[8] También los peronistas llamaban los “chuchumecos” a la vieja oligarquía
consolidada. Con motivo de la venida a Cba. del presidente Perón, donde desde
los balcones del Cabildo habló al pueblo congregado en la plaza San Martín en
1953, por el barrio Güemes - de donde proviene este "informante"-
pandillas de muchachos desarrapados cantaban esta copla, según nos relata
Viggiano.
[9] El apellidado Mosca, compañero de fórmula de Tamborini en el 46, ocupa
varias coplas, debido al doble sentido a que se presta su nombre.
[10] Según Pomer, este “vaciamiento de la realidad” que ocurre en el
imaginario histórico es un instrumento
de poder y de dominación eficiente, y al mismo tiempo vulnerable, pues plantea
un presente y futuro vedado para demasiados, lo que atenta contra su propia
credibilidad y lo corroe en sí mismo (POMER, 2005: 46-47).
[11] Doll, explica lo que
parece una obviedad, pero muchos olvidan conscientemente: “Las masas populares
iletradas en todas partes están necesariamente distanciadas de los pensadores,
de los publicistas, porque sería ridículo pretender que un chofer o una cocinera
estén al tanto del último artículo de Maurras o de Chesterton” (JAURETCHE, 2006: 36).
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