miércoles, 21 de agosto de 2013

Bolivia late en Córdoba: Diálogos inter-culturales a través del uso de la leyenda en el aula.

Simposio de Literatura boliviana. Expresiones alternativas de la bolivianidad. Más allá de la literatura, más acá en la emoción.

Bolivia late en Córdoba: Diálogos inter-culturales a través del uso de la leyenda en el aula.


Un relato de experiencia:

Quiero aclarar antes que todo, que me he propuesto con este trabajo hacer una hoja de ruta a través de una experiencia singular que atravesé en un colegio público secundario de la Ciudad de Córdoba, por lo tanto este texto no se ajusta al modo de la retórica más “dura” de la investigación ni tampoco pretende ser un compendio exhaustivo sobre ningún aspecto en particular sino que, por el contrario, precisamente trata de abrir líneas de discusión sobre temas muy profundos y de infinitas aristas tales como son los problemas de la discriminación, la pobreza y el fracaso escolar.
Desde hace cinco años, mi formación profesional ha encontrado en las prácticas comunitarias un lugar necesario para debatir mi propio campo de formación a través de las prácticas concretas en lugares socialmente vulnerados: villas miseria, instituciones de amparo para personas sin hogar, etc.
El caso que quiero recuperar es el de las escuelas urbano-marginales situadas en zonas de confluencias culturales diversas: Barrio Güemes y San Vicente.
En uno de esos colegios  en Güemes -cuyo nombre no reproduzco para no invadir la confidencialidad de los alumnos- me encontré con una situación que aqueja a muchos docentes –el mal comportamiento-, pero lo que me llamó la atención eran los profundos actos de discriminación que sufrían los menores provenientes de Bolivia por parte de sus compañeros tan humildes como ellos.
Además de ser este un acto penosamente “entendible” habida cuenta del mal manejo de la información en los medios de comunicación y  los “lugares comunes” que arrastra nuestro país desde buena parte de su historia, me conmovió ese aspecto porque dos grupos igualmente segregados se negaban a verse como semejantes.
¿Por qué discriminaban estos niños? Tal vez, porque una camada de intelectuales y dirigentes que pretendieron hacer de nuestra nación un cónclave alejado del “hedor” de América Latina  por medio del método de “implante” de soluciones extranjeras y “trasplante” de población por medio de la inmigración europea reprodujeron dicho racismo y tal vez porque simplemente lo escucharon y no saben por qué lo reproducen (el discurso de la discriminación tiene una parte irracional que hay que desnaturalizar a través de la falta de premisas lógicas de sus enunciados como dice Van Dijk).
El problema en filosofía:
Si bien, por fortuna abundan los estudios que demuestran la singularidad de las culturas con excesivo cuidado de no caer en casos de “violencia simbólica” –los clásicos subaltern studies son uno de ellos- al parecer hay demasiado énfasis para demostrar la diversidad cultural y algunos se han olvidado de aquello que nos hace simplemente humanos y semejantes los unos a los otros.
Según Benhabib existe un “otro generalizado” y un “otro concreto”:
El punto de vista del otro concreto nos hace ver a cada ser racional como un individuo con una historia, identidad y constitución afectivo emocional concreta y, de esta manera, nos abstraemos de lo que constituye lo común entre nosotros y nos centramos en la individualidad.
El punto de vista del otro generalizado, en cambio,  nos exige ver a todos y cada uno de los individuos como seres racionales a los que les corresponden los mismos derechos y deberes que quisiéramos atribuirnos a nosotros mismos.
Para este autor, es en el cruce de ambas representaciones cuando surge verdaderamente el diálogo entre el “ser” y el “otro”.
Leyenda, arquetipo e inconsciente colectivo:
El caso de la leyenda se sitúa justamente en esa yuxtaposición de imaginarios: Por un lado, toda leyenda tiene un anclaje geocultural que surge como simbolización de un hecho sagrado para la comunidad y que sirve de base a un pensamiento racional metaforizado en torno a una estructura alegórica (en ese sentido, lo legendario difiere del sueño, de la ficción[1] y de la creación individual, como plantea Campbell, y son igualmente legendarias la Biblia, las sagradas velas de la India o las leyendas tupí-guaraníes).
Por el otro, la leyenda surge como explicación a temores, anhelos y también necesidad de autorregulaciones necesarias para la preservación de la comunidad, por lo tanto posee programas narrativos y figuras actanciales básicas y repetidas en diversas culturas a las que Jung ha llamado “arquetipos”.
Según este autor, son arquetipos las figuras recurrentes que forman parte de una psiquis no fundada en experiencias particulares sino innatas a la composición de la estructura humana y de carácter universal que él ha dado en llamar el “inconsciente colectivo”.
Si bien forman parte del pensamiento sub-racional sólo se hacen visibles habida cuenta de símbolos conciencializables de entidad concreta y compartidos por una comunidad, lo que los distancia de los “complejos de carga afectiva” sólo circunspectos a las historias personales.
Así, podemos verificar que la siguiente leyenda boliviana sobre el origen de la coca, no dista de la leyenda del águila para los comechingones:
Al responder las preguntas sobre esta mata –la coca- los indígenas más ancianos cuentan invariablemente la misma historia. Por lo que han oído, antes de que la coca fuera una mata, era una hermosa mujer. Cuando se descubrió que era adúltera, fue ejecutada, cortada a la mitad y enterrada como se entierra una semilla para que germine”, explica el relato original. Cuenta la leyenda que, de donde el cuerpo desmembrado había sido enterrado, germinó una planta que creció y floreció. Sólo los hombres podían tocar sus hojas y llevarlas en sus bolsas. Pronto se aprendió que sólo podían extraerse las hojas de la bolsa después de la cópula, una restricción en memoria de la bella adúltera (leyenda boliviana)
Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo cerca de las sierras de CÓRDOBA se instalaron unos pueblos aborígenes, de nombre Comechingones, en este pueblo había anciano que contaban leyendas antiguas, una que otra la inventaban pero su cometido era hacer que los niños aprendieran más acerca de su pueblo aprendieran a amarlo y respetarlo. Los Comechingones trabajaba a cambio de comida, dicen que su dios Sebastián les pedía trabajo y él a cambio les daba comida; también cuentan que cuando no trabajaban recibían un castigo muy severo, Ya que el dios Sebastián los congelaba o incluso dependiendo la ocasión y el trabajo que se pedía los ahogaba. Sebastián castigaba a los flojos congelándolos o convirtiéndolos en hielo, de esta manera los que tenían pensado dejar de trabajar lo pensaban más de dos veces, al dejar de trabajar ya que temían ser convertidos en hielo. Cuenta la leyenda que si hoy en dia se visita ese lugar, se escuchan los lamentos de los Comechingones que fueron congelados y que el sol derritió convirtiéndolos en lagunas. (leyenda comechingona)
Ambas leyendas, son ejemplos de “hybris”, actos de insolencia generalmente asociados a sentimientos de omnipotencia y rebeliones individuales que –como lógicamente amenazaban al conjunto de la comunidad que debía preservar sus reglas severas para sortear grandes sequías y racionalizar su alimento- acudían a una visión de la divinidad desde el “castigo ejemplar” que atraviesa a todas las religiones.
Por otro lado, los programas narrativos de ambas leyendas son casi idénticos:
Un sujeto de estado en disyunción con el Objeto de Valor “pasión” o “confort”  entra en conjunción con ese objeto de valor a costa de subvertir el programa narrativo de su Destinador supremo –la divinidad- que preveía un estado de conjunción con los objetos de valor morales - “trabajo”, “productividad”-  por lo que recibe un castigo ejemplar que los posiciona en ese mandato a través de una transformación –o metamorfosis- que los convierte en útiles de su pueblo.
Por otro lado, la tríada nacimiento-muerte-renacimiento de ambas leyendas reproduce el ciclo de las estaciones que dio origen a la tragedia griega y que es un elemento vital de todas las comunidades organizadas en torno a esos períodos centrales de la naturaleza que permiten el desarrollo de la vida también homologable con dicha tríada.

Incluso, la adolescencia según Campbell se puede pensar como el estadio intermedio del otoño, el paso de la plenitud y la seguridad a la difícil vida del hombre o la mujer maduros.

La adolescencia es una etapa de rebeldía y muerte de la infancia donde el sujeto debe apartarse de su núcleo familiar inicial para fundar un nuevo grupo de pares hasta renacer como un sujeto diferente y retornar a la comunidad que no simboliza sino el retorno a la madre ya analizado por Jung en El santo Grial.
La recorrida iniciática de todo héroe reproduce ese modelo, pues el héroe sólo regresa a Ítaca para morir y renacer como leyenda.

El viaje del héroe:

Usualmente, los héroes siguen un periplo típico que implica la muerte y la resurrección porque el motivo básico del viaje del héroe simboliza el abandono de una cierta fase transicional para ir al encuentro merecido con la fuente de la vida y alcanzar, entonces, una condición más rica y madura.

La misma estructura o programa narrativo de base es verificable en “El bastón de Mando” como en la leyenda de Kanthuka.
1.    Un héroe es atraído, llevado o voluntariamente procede hacia el umbral de la aventura.
2.    Allí encuentra una presencia sombría que cuida el paso. El héroe puede derrotar o conciliar  este poder, entrar con vida en el reino de la oscuridad, o sucumbir ante su oponente y descender muerto.
3.    Más allá del umbral el héroe camina por un mundo de fuerzas desconocidas aunque extrañamente íntimas, algunas de las cuales lo amenazan y otras le  proporcionan una ayuda mágica. Cuando llega al punto más bajo de su viaje, él  experimenta una prueba suprema y gana su premio. El triunfo puede ser representado por la unión sexual del héroe con la diosa-madre del mundo, su reconocimiento por parte del  padre-creador, su propia divinización o, si los poderes han permanecido hostiles, el robo

Así como el arquetipo compartido en ambos casos es el del héroe y su recorrido iniciático (Campbell): también están presentes los arquetipos del padre desafiante que incita al hijo al dejar el lecho materno y el de la madre como eterno retorno fuente de protección y vida, símbolo de la fertilidad.
Y por el mito surge el rito que conjura las fuerzas negativas del mundo mediante un momento de éxtasis en general festivo donde el ser comulga con el cosmos en el doble movimiento de la danza: es el “otro” quien danza en mí y yo me inicio a través de esa “otredad” de la mirada ajena.

Vale aclarar que no es la madre lo que se juzga aquí, la madre biológica, sino el contenido vital de la maternidad como simbolización del mito de origen perdido, el edén, aquello que por igual desvela a Hamlet como al inmigrante que con melancolía llama a su madre patria “cuando yo te vuelva a ver no habrá más penas ni olvidos”.
Lo interesante del arquetipo es su profunda humanidad verificable por igual en los grandes ejemplos del Canon occidental, como en los simples refraneros criollos, cuentos populares y hasta en la llamada “cultura de masas”. De hecho, no es ajena a la historia la construcción mítica de héroes y personajes legendarios que refuerzan las adhesiones colectivas hacia el imaginario nacional, garantizando fidelidades y conductas.
Sombra terrible:
Buena parte del psicoanálisis está profundamente enlazado con tres figuras arquetípicas: el padre, la madre (de los que hablamos) y  la “sombra”.
La sombra es el personaje “negro”, el oscuro reflejo de la figura positiva, lo reprimido, lo obsceno, lo instintivo, lo primitivo y reprimido por la psique que reaparece bajo la “proyección”, animando así el conflicto social porque la sombra genera imaginarios de enemistad que no son sino parte constitutivas del ser reprimidas por la conciencia y asociadas al “ello” freudiano.
Para el antropólogo Rodolfo Kusch, la sombra de Jung es esa clase popular, mestiza, el “hedor” de América Latina confinado a ser “cabecita negra”, “chusma” o también ahora “negro”. Una dimensión filosóficamente reprimida por una larga tradición intelectual que ha depositado sobre América Latina una imagen de “Barbarie”, lo nefasto, lo innombrable, pero a la vez tan genuino de nuestro ser nacional que ya Sarmiento lo retoma al negarlo: “Sombra terrible del Facundo yo te invoco…”
En las leyendas, la “sombra” es la parte “oscura” del ser que no se oculta, se contiene. Son aquellas imágenes fálicas y tentadoras del mal, pero que mantienen cierta astucia y encanto. Nos dicen que no es posible reprimir todas nuestras zonas “oscuras” porque constituyen nuestra humanidad e incluso ello podría llevarnos a incurrir peligrosamente en una psicopatía.
Muchos personajes élficos de las zonas de frontera con la cultura andina-como Jujuy o Tucumán- adquieren sin duda alguna el arquetipo de “la sombra” con una naturalidad inusitada para la tradición católica.
Así, por ejemplo, tenemos el caso del Chiru-Chiru un pintoresco ladrón rural que asusta a los campesinos de Bolivia, pero que –no obstante- obtuvo su redención en un mágico beso de la Virgen de Orkopiña antes de su metamorfosis.
En las leyendas urbanas de Córdoba, figuras como la Pelada de la Cañada también conjugan lo siniestro y lo atractivo, lo “oscuro” y lo “luminoso” e incluso lo femenino y lo masculino (en muchas versiones del mito, la “pelada” es un travesti) a la manera del ying y el yang oriental.
Viracocha es fundamentalmente rico, o ticci capac; mientras que el mundo sometido a la carencia del fruto es un “hervidero espantoso”, pero para conjurarlo, el Dios necesita adentrarse en el “hervidero espantoso” a través de su doble, Tunupa, quien marcha finalmente por los sucios caminos de polvo de la humanidad.
Por lo tanto, concilia los dos términos fundamentales de la vida: lo femenino y lo masculino cuya unión  garantiza el nacimiento del niño o el huahua, es decir, representa la fecundidad y la posibilidad del fruto.
Estas “sombras” de nuestro ser simbolizan nuestro lado irracional, se asocian a nuestros temores más profundos en especial relacionados con la infancia y además como plus extra en sus leyendas  sirven para amedrentar a nuestros niños y alejarlos de zonas peligrosas para ellos a la medida del “cuco” mexicano.
¿Vale la pena?
Es cierto que las leyendas también son receptivas de los efectos del sincretismo y la transculturación que se produjo ante la llegada de los “colonizadores” lo que puede explicar su similitud con la tradición judeo-cristiana, sin embargo, no se explican tantos parecidos con las estructuras míticas de lugares tan remotos y distantes entre sí como el Medio Oriente, África, Europea y las antiguas civilizaciones grecolatinas  (ver Colombres) sin el uso de los “arquetipos” planteados por Jung.
Y así hubiese pruebas de que ellos no existieran, sería prudente como el gnosticismo tenerlos presentes, pues son elementos que nos permiten establecer un diálogo inter-cultural entre lo general y lo diverso.
Esa necesidad de simbolizar lo bueno y lo malo es tan profunda que hasta el capitalismo lo ha convertido en mercancías, fetiches, palabras vacías, complejos que se esconden detrás de la publicidad, la tecnología, el sinsentido de la vida moderna que radica en una eterna frustración detrás de un mundo sin dioses.
La sombra no es siempre, y necesariamente, un contrincante. De hecho es exactamente igual a cualquier ser humano con el cual tenemos que entendernos, a veces cediendo, a veces resistiendo, a veces mostrando amor, según lo requiera la situación. La sombra se hace hostil sólo cuando es desdeñada o mal comprendida.
Si la figura de la sombra contiene valiosas fuerzas, y fuerzas vitales, tienen que ser asimiladas a experiencias efectivas y no reprimidas. Corresponde al yo renunciar a su orgullo y fatuidad y vivir conforme a algo que parece oscuro, pero que, en realidad, puede no serlo. Esto ha de requerir un sacrificio tan heroico como la conquista de la pasión pero en sentido opuesto.
Esa dualidad es parte de nuestro ser: eros y thanatos están animando nuestra psique.
No es este planteo el secreto del fuego de Prometeo, pero pasar un buen momento de diálogo inter-cultural entre alumnos y docentes no es poca cosa en una provincia que cuenta con el nivel de discriminación más alto según INADI.
Ver:
Campbell. Joseph. El héroe de las mil caras: psicoanálisis del mito. Prometeo Ediciones.  1998.
Colombres, Adolfo. Teoría transcultural del arte. Hacia un pensamiento visual independiente. Serie antropológica. Ediciones del Sol. 2005.
Jung, Carl Gustav. Arquetipos e inconsciente colectivo. Ed. Paidós. México. 2007.
Kusch, Rodolfo. América profunda. Ed. Fundación Ross. Rosario. 2007.
Terrera, Guillermo. El bastón de Mando. Universidad Nacional de Córdoba. 1976.
Viggiano Essain. Leyendas cordobesas. Universidad Nacional de Córdoba. 1969.
Selección de leyendas indígenas de Bolivia: http://www.redboliviana.com/leyendas/


[1] En este sentido, me parece cauto recuperar la visión de Todorov para quien es ficción lo que el espectador recibe como tal.

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