Simposio
de Literatura boliviana. Expresiones alternativas de la bolivianidad. Más allá
de la literatura, más acá en la emoción.
Bolivia late en Córdoba: Diálogos inter-culturales a través
del uso de la leyenda en el aula.
Un
relato de experiencia:
Quiero aclarar antes que todo, que me
he propuesto con este trabajo hacer una hoja de ruta a través de una
experiencia singular que atravesé en un colegio público secundario de la Ciudad
de Córdoba, por lo tanto este texto no se ajusta al modo de la retórica más
“dura” de la investigación ni tampoco pretende ser un compendio exhaustivo
sobre ningún aspecto en particular sino que, por el contrario, precisamente
trata de abrir líneas de discusión sobre temas muy profundos y de infinitas
aristas tales como son los problemas de la discriminación, la pobreza y el
fracaso escolar.
Desde hace cinco años, mi formación
profesional ha encontrado en las prácticas comunitarias un lugar necesario para
debatir mi propio campo de formación a través de las prácticas concretas en
lugares socialmente vulnerados: villas miseria, instituciones de amparo para
personas sin hogar, etc.
El caso que quiero recuperar es el de
las escuelas urbano-marginales situadas en zonas de confluencias culturales
diversas: Barrio Güemes y San Vicente.
En uno de esos colegios en Güemes -cuyo nombre no reproduzco para no
invadir la confidencialidad de los alumnos- me encontré con una situación que
aqueja a muchos docentes –el mal comportamiento-, pero lo que me llamó la
atención eran los profundos actos de discriminación que sufrían los menores
provenientes de Bolivia por parte de sus compañeros tan humildes como ellos.
Además de ser este un acto penosamente
“entendible” habida cuenta del mal manejo de la información en los medios de
comunicación y los “lugares comunes” que
arrastra nuestro país desde buena parte de su historia, me conmovió ese aspecto
porque dos grupos igualmente segregados se negaban a verse como semejantes.
¿Por qué discriminaban estos niños? Tal
vez, porque una camada de intelectuales y dirigentes que pretendieron hacer de
nuestra nación un cónclave alejado del “hedor” de América Latina por medio del método de “implante” de
soluciones extranjeras y “trasplante” de población por medio de la inmigración
europea reprodujeron dicho racismo y tal vez porque simplemente lo escucharon y
no saben por qué lo reproducen (el discurso de la discriminación tiene una
parte irracional que hay que desnaturalizar a través de la falta de premisas
lógicas de sus enunciados como dice Van Dijk).
El
problema en filosofía:
Si bien, por fortuna abundan los
estudios que demuestran la singularidad de las culturas con excesivo cuidado de
no caer en casos de “violencia simbólica” –los clásicos subaltern studies son
uno de ellos- al parecer hay demasiado énfasis para demostrar la diversidad
cultural y algunos se han olvidado de aquello que nos hace simplemente humanos
y semejantes los unos a los otros.
Según Benhabib existe un “otro
generalizado” y un “otro concreto”:
El punto de vista del otro concreto nos
hace ver a cada ser racional como un individuo con una historia, identidad y
constitución afectivo emocional concreta y, de esta manera, nos abstraemos de
lo que constituye lo común entre nosotros y nos centramos en la individualidad.
El punto de vista del otro generalizado,
en cambio, nos exige ver a todos y cada
uno de los individuos como seres racionales a los que les corresponden los
mismos derechos y deberes que quisiéramos atribuirnos a nosotros mismos.
Para este autor, es en el cruce de
ambas representaciones cuando surge verdaderamente el diálogo entre el “ser” y
el “otro”.
Leyenda,
arquetipo e inconsciente colectivo:
El caso de la leyenda se sitúa
justamente en esa yuxtaposición de imaginarios: Por un lado, toda leyenda tiene
un anclaje geocultural que surge como simbolización de un hecho sagrado para la
comunidad y que sirve de base a un pensamiento racional metaforizado en torno a
una estructura alegórica (en ese sentido, lo legendario difiere del sueño, de
la ficción[1]
y de la creación individual, como plantea Campbell, y son igualmente
legendarias la Biblia, las sagradas velas de la India o las leyendas
tupí-guaraníes).
Por el otro, la leyenda surge como
explicación a temores, anhelos y también necesidad de autorregulaciones
necesarias para la preservación de la comunidad, por lo tanto posee programas
narrativos y figuras actanciales básicas y repetidas en diversas culturas a las
que Jung ha llamado “arquetipos”.
Según este autor, son arquetipos las
figuras recurrentes que forman parte de una psiquis no fundada en experiencias
particulares sino innatas a la composición de la estructura humana y de
carácter universal que él ha dado en llamar el “inconsciente colectivo”.
Si bien forman parte del pensamiento
sub-racional sólo se hacen visibles habida cuenta de símbolos
conciencializables de entidad concreta y compartidos por una comunidad, lo que
los distancia de los “complejos de carga afectiva” sólo circunspectos a las
historias personales.
Así, podemos verificar que la siguiente
leyenda boliviana sobre el origen de la coca, no dista de la leyenda del águila
para los comechingones:
Al responder las preguntas sobre esta
mata –la coca- los indígenas más ancianos cuentan invariablemente la misma
historia. Por lo que han oído, antes de que la coca fuera una mata, era una
hermosa mujer. Cuando se descubrió que era adúltera, fue ejecutada, cortada a
la mitad y enterrada como se entierra una semilla para que germine”, explica el
relato original. Cuenta la leyenda que, de donde el cuerpo desmembrado había
sido enterrado, germinó una planta que creció y floreció. Sólo los hombres
podían tocar sus hojas y llevarlas en sus bolsas. Pronto se aprendió que sólo
podían extraerse las hojas de la bolsa después de la cópula, una restricción en
memoria de la bella adúltera (leyenda boliviana)
Cuenta la leyenda que hace mucho
tiempo cerca de las sierras de CÓRDOBA se instalaron unos pueblos aborígenes,
de nombre Comechingones, en este pueblo había anciano que contaban leyendas
antiguas, una que otra la inventaban pero su cometido era hacer que los niños
aprendieran más acerca de su pueblo aprendieran a amarlo y respetarlo. Los
Comechingones trabajaba a cambio de comida, dicen que su dios Sebastián les
pedía trabajo y él a cambio les daba comida; también cuentan que cuando no trabajaban
recibían un castigo muy severo, Ya que el dios Sebastián los congelaba o
incluso dependiendo la ocasión y el trabajo que se pedía los ahogaba. Sebastián
castigaba a los flojos congelándolos o convirtiéndolos en hielo, de esta manera
los que tenían pensado dejar de trabajar lo pensaban más de dos veces, al dejar
de trabajar ya que temían ser convertidos en hielo. Cuenta la leyenda que si
hoy en dia se visita ese lugar, se escuchan los lamentos de los Comechingones
que fueron congelados y que el sol derritió convirtiéndolos en lagunas.
(leyenda comechingona)
Ambas leyendas, son ejemplos
de “hybris”, actos de insolencia generalmente asociados a sentimientos de
omnipotencia y rebeliones individuales que –como lógicamente amenazaban al
conjunto de la comunidad que debía preservar sus reglas severas para sortear
grandes sequías y racionalizar su alimento- acudían a una visión de la
divinidad desde el “castigo ejemplar” que atraviesa a todas las religiones.
Por otro lado, los programas
narrativos de ambas leyendas son casi idénticos:
Un sujeto de estado en
disyunción con el Objeto de Valor “pasión” o “confort” entra en conjunción con ese objeto de valor a
costa de subvertir el programa narrativo de su Destinador supremo –la
divinidad- que preveía un estado de conjunción con los objetos de valor morales
- “trabajo”, “productividad”- por lo que
recibe un castigo ejemplar que los posiciona en ese mandato a través de una
transformación –o metamorfosis- que los convierte en útiles de su pueblo.
Por otro lado, la tríada
nacimiento-muerte-renacimiento de ambas leyendas reproduce el ciclo de las
estaciones que dio origen a la tragedia griega y que es un elemento vital de
todas las comunidades organizadas en torno a esos períodos centrales de la
naturaleza que permiten el desarrollo de la vida también homologable
con dicha tríada.
Incluso, la adolescencia
según Campbell se puede pensar como el estadio intermedio del otoño, el paso de
la plenitud y la seguridad a la difícil vida del hombre o la mujer maduros.
La adolescencia es una etapa
de rebeldía y muerte de la infancia donde el sujeto debe apartarse de su núcleo
familiar inicial para fundar un nuevo grupo de pares hasta renacer como un
sujeto diferente y retornar a la comunidad que no simboliza sino el retorno a
la madre ya analizado por Jung en El santo Grial.
La recorrida iniciática de
todo héroe reproduce ese modelo, pues el héroe sólo regresa a Ítaca para morir
y renacer como leyenda.
El
viaje del héroe:
Usualmente, los héroes
siguen un periplo típico que implica la muerte y la resurrección porque el
motivo básico del viaje del héroe simboliza el abandono de una cierta fase
transicional para ir al encuentro merecido con la fuente de la vida y alcanzar,
entonces, una condición más rica y madura.
La misma estructura o
programa narrativo de base es verificable en “El bastón de Mando” como en la
leyenda de Kanthuka.
1.
Un héroe es atraído, llevado o
voluntariamente procede hacia el umbral de la aventura.
2.
Allí encuentra una presencia sombría que
cuida el paso. El héroe puede derrotar o conciliar este poder, entrar con vida en el reino de la
oscuridad, o sucumbir ante su oponente y descender muerto.
3.
Más allá del umbral el héroe camina por un
mundo de fuerzas desconocidas aunque extrañamente íntimas, algunas de las
cuales lo amenazan y otras le
proporcionan una ayuda mágica. Cuando llega al punto más bajo de su
viaje, él experimenta una prueba suprema
y gana su premio. El triunfo puede ser representado por la unión sexual del
héroe con la diosa-madre del mundo, su reconocimiento por parte del padre-creador, su propia divinización o, si
los poderes han permanecido hostiles, el robo
Así como el arquetipo
compartido en ambos casos es el del héroe y su recorrido iniciático (Campbell):
también están presentes los arquetipos del padre desafiante que incita al hijo
al dejar el lecho materno y el de la madre como eterno retorno fuente de
protección y vida, símbolo de la fertilidad.
Y por el mito surge el rito
que conjura las fuerzas negativas del mundo mediante un momento de éxtasis en
general festivo donde el ser comulga con el cosmos en el doble movimiento de la
danza: es el “otro” quien danza en mí y yo me inicio a través de esa “otredad”
de la mirada ajena.
Vale aclarar que no es la
madre lo que se juzga aquí, la madre biológica, sino el contenido vital de la
maternidad como simbolización del mito de origen perdido, el edén, aquello que
por igual desvela a Hamlet como al inmigrante que con melancolía llama a su
madre patria “cuando yo te vuelva a ver no habrá más penas ni olvidos”.
Lo interesante del arquetipo
es su profunda humanidad verificable por igual en los grandes ejemplos del
Canon occidental, como en los simples refraneros criollos, cuentos populares y
hasta en la llamada “cultura de masas”. De hecho, no es ajena a la historia la
construcción mítica de héroes y personajes legendarios que refuerzan las
adhesiones colectivas hacia el imaginario nacional, garantizando fidelidades y
conductas.
Sombra
terrible:
Buena parte del
psicoanálisis está profundamente enlazado con tres figuras arquetípicas: el
padre, la madre (de los que hablamos) y la “sombra”.
La sombra es el personaje
“negro”, el oscuro reflejo de la figura positiva, lo reprimido, lo obsceno, lo
instintivo, lo primitivo y reprimido por la psique que reaparece bajo la
“proyección”, animando así el conflicto social porque la sombra genera
imaginarios de enemistad que no son sino parte constitutivas del ser reprimidas
por la conciencia y asociadas al “ello” freudiano.
Para el antropólogo Rodolfo
Kusch, la sombra de Jung es esa clase popular, mestiza, el “hedor” de América
Latina confinado a ser “cabecita negra”, “chusma” o también ahora “negro”. Una
dimensión filosóficamente reprimida por una larga tradición intelectual que ha
depositado sobre América Latina una imagen de “Barbarie”, lo nefasto, lo
innombrable, pero a la vez tan genuino de nuestro ser nacional que ya Sarmiento
lo retoma al negarlo: “Sombra terrible del Facundo yo te invoco…”
En las leyendas, la “sombra”
es la parte “oscura” del ser que no se oculta, se contiene. Son aquellas
imágenes fálicas y tentadoras del mal, pero que mantienen cierta astucia y
encanto. Nos dicen que no es posible reprimir todas nuestras zonas “oscuras”
porque constituyen nuestra humanidad e incluso ello podría llevarnos a incurrir
peligrosamente en una psicopatía.
Muchos personajes élficos de
las zonas de frontera con la cultura andina-como Jujuy o Tucumán- adquieren sin
duda alguna el arquetipo de “la sombra” con una naturalidad inusitada para la
tradición católica.
Así, por ejemplo, tenemos el
caso del Chiru-Chiru un pintoresco ladrón rural que asusta a los campesinos de
Bolivia, pero que –no obstante- obtuvo su redención en un mágico beso de la
Virgen de Orkopiña antes de su metamorfosis.
En las leyendas urbanas de
Córdoba, figuras como la Pelada de la Cañada también conjugan lo siniestro y lo
atractivo, lo “oscuro” y lo “luminoso” e incluso lo femenino y lo masculino (en
muchas versiones del mito, la “pelada” es un travesti) a la manera del ying y
el yang oriental.
Viracocha es
fundamentalmente rico, o ticci capac; mientras que el mundo sometido a la
carencia del fruto es un “hervidero espantoso”, pero para conjurarlo, el Dios necesita
adentrarse en el “hervidero espantoso” a través de su doble, Tunupa, quien marcha
finalmente por los sucios caminos de polvo de la humanidad.
Por lo tanto, concilia los
dos términos fundamentales de la vida: lo femenino y lo masculino cuya
unión garantiza el nacimiento del niño o
el huahua, es decir, representa la fecundidad y la posibilidad del fruto.
Estas “sombras” de nuestro
ser simbolizan nuestro lado irracional, se asocian a nuestros temores más
profundos en especial relacionados con la infancia y además como plus extra en
sus leyendas sirven para amedrentar a
nuestros niños y alejarlos de zonas peligrosas para ellos a la medida del
“cuco” mexicano.
¿Vale
la pena?
Es cierto que las leyendas
también son receptivas de los efectos del sincretismo y la transculturación que
se produjo ante la llegada de los “colonizadores” lo que puede explicar su
similitud con la tradición judeo-cristiana, sin embargo, no se explican tantos
parecidos con las estructuras míticas de lugares tan remotos y distantes entre
sí como el Medio Oriente, África, Europea y las antiguas civilizaciones grecolatinas (ver Colombres) sin el uso de los
“arquetipos” planteados por Jung.
Y así hubiese pruebas de que
ellos no existieran, sería prudente como el gnosticismo tenerlos presentes,
pues son elementos que nos permiten establecer un diálogo inter-cultural entre
lo general y lo diverso.
Esa necesidad de simbolizar
lo bueno y lo malo es tan profunda que hasta el capitalismo lo ha convertido en
mercancías, fetiches, palabras vacías, complejos que se esconden detrás de la
publicidad, la tecnología, el sinsentido de la vida moderna que radica en una
eterna frustración detrás de un mundo sin dioses.
La sombra no es siempre, y
necesariamente, un contrincante. De hecho es exactamente igual a cualquier ser
humano con el cual tenemos que entendernos, a veces cediendo, a veces
resistiendo, a veces mostrando amor, según lo requiera la situación. La sombra
se hace hostil sólo cuando es desdeñada o mal comprendida.
Si la figura de la sombra
contiene valiosas fuerzas, y fuerzas vitales, tienen que ser asimiladas a
experiencias efectivas y no reprimidas. Corresponde al yo renunciar a su orgullo y fatuidad y vivir conforme a algo que
parece oscuro, pero que, en realidad, puede no serlo. Esto ha de requerir un
sacrificio tan heroico como la conquista de la pasión pero en sentido opuesto.
Esa dualidad es parte de
nuestro ser: eros y thanatos están animando nuestra psique.
No es este planteo el
secreto del fuego de Prometeo, pero pasar un buen momento de diálogo
inter-cultural entre alumnos y docentes no es poca cosa en una provincia que
cuenta con el nivel de discriminación más alto según INADI.
Ver:
Campbell. Joseph. El héroe
de las mil caras: psicoanálisis del mito. Prometeo Ediciones. 1998.
Colombres, Adolfo. Teoría transcultural
del arte. Hacia un pensamiento visual independiente. Serie antropológica. Ediciones
del Sol. 2005.
Jung, Carl Gustav.
Arquetipos e inconsciente colectivo. Ed. Paidós. México. 2007.
Kusch, Rodolfo. América
profunda. Ed. Fundación Ross. Rosario. 2007.
Terrera, Guillermo. El
bastón de Mando. Universidad Nacional de Córdoba. 1976.
Viggiano Essain. Leyendas
cordobesas. Universidad Nacional de Córdoba. 1969.
Selección de leyendas
indígenas de Bolivia: http://www.redboliviana.com/leyendas/
[1]
En este sentido, me parece cauto recuperar la visión de Todorov para quien es
ficción lo que el espectador recibe como tal.
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