Mariana Celeste Valle
Eje Temático: Cultura, Arte y Comunicación
Becaria CONICET-Córdoba. Profesora Adscripta, CIFFyH
Mail: mariana_valle17@hotmail.com
Publicado ISBN: 978-950-33-0909-4
La familia de Juanito Laguna. Antonio Berni (1960) |
Resumen:
Este trabajo se incluye como parte de un objeto mayor de investigación que indaga las
características de los escritores de la marginalidad en Córdoba en el período
comprendido entre 1980-2010.
En nuestro análisis, nos proponemos definir el término “marginal” desde un enfoque
interdisciplinario que incluye los aportes de la Sociología, la Medicina y la
Antropología. Lo “marginal” es siempre una “otredad”, pero caracterizada de diversos
modos, según las aproximaciones teóricas que, en su búsqueda de una definición,
afectan directamente nuestro abordaje del corpus desde la crítica literaria.
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Este trabajo se incluye como parte de un objeto mayor de investigación que indaga las
características de los escritores de la marginalidad en Córdoba en el período
comprendido entre 1980-2010.
Posicionarnos ante este desafío, ameritaba previamente responder a un gran
interrogante: ¿quién es el marginal?
Creemos que una mirada interdisciplinaria sobre un conglomerado de consideraciones
críticas, desde distintos enfoques teóricos, en torno al fenómeno es la opción más acorde
para responder a esta pregunta.
Cuando hablamos de marginalidad, nos enfrentamos, en primer lugar, al abordaje
sociológico de la cuestión. Según Luis Heredia se entiende por “marginal” a:
“las comunidades y los sujetos pobres –pobres estructurales- que viven situaciones
francamente carenciadas, permanentemente enfrentadas a un mundo altamente hostil,
que han elaborado estrategias adaptativas no convencionales de subsistencia en nichos
ecológicos urbanos y rurales pobres” (HEREDIA, 1996: 33).
Para Rodrigo Parra es necesario distinguir entre la categoría de “pobre” “que implica
una situación de escasos ingresos y la de “marginal”, definida estructuralmente por la
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ausencia de un rol económico articulado con el sistema de producción industrial” ( ver
PARRA, 1972: 221-225).
Sin embargo, para George Simmel, citado por Forastelli, la pobreza amerita un marco
interdisciplinario de análisis en la que el sujeto “pobre” pueda ser analizado como
unidad dependiente e inserta dentro de la cultura, la sociedad y la economía en general
y dentro del espectro complejo de las relaciones sociales:
“Simmel funda una Sociología de la Pobreza que complejiza los abordajes
cuantitativos y esencialistas, que analizan la pobreza como una esfera independiente de
los procesos de socialización y acumulación del capitalismo, y por lo tanto tienden a
naturalizarla por sus efectos sociales. Esta perspectiva ofreció un terreno que nos
confronta, en términos sociológicos, con el entendimiento de la pobreza como práctica
integrada, como marginalidad y como modo de descalificación social” (FORASTELLI,
2007: s/d)”.
Es decir que, según el autor, la pobreza es, en primer término, una categoría que
conlleva la marginación social (y no una categoría diferente a ésta, como sostenía Parra)
y que debe ser entendida dentro del comportamiento complejo de una sociedad
determinada.
Por otro lado, también podemos explicar la condición de “marginal” dentro la categoría
de la “subalternidad”. Guha aborda la definición de "subalterno" como "de rango
inferior": sintagma que, en su sintética composición, es una excelente muestra de la
configuración textual de la desigualdad. Resta, entonces, delimitar en su planteo el
término opuesto dentro de esta relación binaria, lo "superior" , como contraposición que
exhibe la condición de posibilidad de lo subalterno en tanto sólo definible con respecto
a un otro (ver ALABARCES y AÑÓN, 2008: 285).
Hablar del “marginal” en su acepción sociológica nos enfrenta obligadamente a revisar
la posición marxista frente a la temática. Podemos, según el análisis que venimos
desarrollando, sostener que lo marginal es lo “subalterno” dentro de un estadio
determinado en una sociedad capitalista atravesada por la distribución desigual de la
riqueza. Entonces, podemos hablar de “marginal”, como un sujeto proletario “de rango
inferior” al burgués o, incluso, a la clase media, que lo descalifica por su labor manual
asociada a la clase popular (término sobre el cual volveremos más adelante). De este
modo, lo hace La Mona Jiménez en la canción “El Marginal” en la cual vincula el
término a configuración de un peón (albañil) o, en otras ocasiones, “changador”,
excluido del circuito de la enseñanza oficial y provisto de los “saberes de la calle”:
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“Si, mi viejo era muy pobre /y no tenía pa´ darme de comer, / Dejé segundo grado
y tuve que salir a trabajar /Sí, a veces yo hago changas /Y otras soy peón de albañil,/
Pues no me dan trabajo/si no soy perito mercantil/ La sociedad dice que soy un
marginado más,/ la misma que me usa, para poder escalar” (JÍMENEZ, 1995).
En la novela de Carlos Pressman, Ni vivo ni muerto, el protagonista conforma un
partido político y busca adhesiones populares en el barrio apelando a un supuesto recital
de la Mona Jiménez. Allí, habla frente a los presentes, y dice representar a los
marginales por ser huérfano, hijo de inmigrantes (madre polaca, padre sudafricano), por
su raza negra e incluso (aunque no lo menciona en ese momento), por su condición de
homosexual. Es decir, afirma su marginalidad no precisamente por una condición
económica sino por su cualidad de “subalterno” frente a la sociedad en la que se
inscribe.
Sin embargo, podemos considerar también al “marginal” asociado al “lumpen”,
palabra que deriva del alemán y que significa “, harapiento, peligroso, andrajoso,
improductivo” (GONZÁLEZ, 1995:287). Para Marx, el lumpen era un “subproletario”
aislado del circuito oficial de la economía y sin conciencia de clase. Según Horacio
González, a Marx y Engels les corresponde una postura adversa frente a estos sujetos.
En el 18 Brumario se hace contrastar la idea de una sociedad bandolera, desencajada,
fingidora, paródica, cómico-payasesca con otra, una sociedad basada en la virtualidad
crítica del trabajo (Ver GONZÁLEZ, 1995: 290). El “lumpen” es un personaje paródico
y grotesco en la representación de José Playó en Peinate que viene gente vol. II.
La visión sociológica amerita además incorporar a nuestro objeto de estudio el
análisis de los sujetos excluidos del sistema social, no sólo en su condición de “pobres”
sino también por sus transgresiones constantes al esquema penal. También forman parte
de este grupo los trabajadores de la “mala vida”: cafishios, prostitutas, ladrones.
Podemos encarar la categoría de “marginal” asociada, entonces, a una “subcultura
delictiva”. Para Míguez:
“Las teorías subculturales nos indican que las condiciones sociales diferenciales que
produce la desigualdad distribución de los recursos en la sociedad promueve la
circulación de sujetos que las padecen por los mismos ámbitos –otra vez: institutos,
cárceles, juzgados, barrios, bailantas, esquinas y plazas- brindándoles la posibilidad
de elaborar conjuntamente sistemas de representaciones y prácticas que terminan
constituyendo una particular variante cultural” (MÍGUEZ, 2008: 238).
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Lo “marginal” asociado al “hampa” y al “otro” como “peligroso” es motivo de los
policiales: Cuesta Abajo de Fernando Stefanich, que narra la increíble confesión de un
supuesto hijo de Carlos Gardel que involucra al mítico cantante con la historia del
asesinato de un cafishio de una bella prostituta de dieciséis años, y Serial de Carlos
Dámaso Martínez en donde las causas de una misteriosa serie de suicidios terminan
involucrando a un sagaz periodista de noticieros en un mundo de prostitutas y matones.
También así, de la novela autobiográfica Alias Árbol de Horacio Sotelo (colaborador de
La Luciérnaga), que narra el recorrido delictivo y carcelario del autor cordobés “por
adopción”, de Devoto a Caseros y de la unidad 9 de Julio al penal de Olmos.
La segunda línea de análisis importante a considerar es la perspectiva clínica. Si
“marginal” es también aquél sujeto que padece el hambre, esto le imprime a nivel
corporal, una serie de rasgos comunes. Según Masseyeff:
“A la larga el estado de inanición provoca trastornos fisiológicos importantes:
paralización del crecimiento en el sujeto joven. Adelgazamiento, extenuación y al cabo,
muerte” (MASSEYEF, 1960: 7)
Considerar este enfoque crítico es de vital importancia para analizar la “estética” de la
pobreza. La representación de los pobres como seres deformados por los padecimientos
diarios en una representación horripilante del mundo de los suburbios cordobeses es
visible especialmente, en el libro Desarmadero de Hombres de Iván Wielicoselieck.
A nivel psicológico, el hambre genera los siguientes síntomas:
“el niño mal nutrido (y esto es particularmente cierto para la hiponutrición proteica)
se vuelve apático, indiferente, triste, gruñón. Grita por cualquier cosa de una manera
monótona, sin llorar verdaderamente. El síntoma más importante es la lentitud, hasta
la paralización del crecimiento ponderal” (MASSEYEF, 1960: 31).
La lentitud y la inactividad, como rasgo propio del pobre que se acostumbra a convivir
con la adversidad es el tema de “El viejo y las ratas” del libro Chanfles en acción de
Retamoza, una metáfora de la marginalidad connotada a través de un anciano devorado
lentamente por las alimañas que viven en su cuarto.
Según Horacio González, el concepto de pobreza puede ser usado desde tres visiones
ideológicas: la visión sociológica, para la cual la miseria es irremediable y constituye
una categoría propia de la economía en las sociedades modernas; la visión picarescoromántica
para la que el pobre es un sujeto que ha generado con habilidad métodos de
supervivencia, herramientas educativas, y no es caracterizado por la carencia; y, por
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último, la visión evangélica revolucionaria para la que el pobre es mensajero o profeta
de regeneración social (ver NADAL, 2003:75).
Es decir, existe en torno a la figura del marginal una visión que articula el pesimismo,
otra que destaca las posibilidades alternativas de subsistencia y aquella que deposita en
su representación una salvación religiosa.
Podemos incluir dentro de la primera visión algunas canciones de La Mona Jiménez
como “Abran la Reja” o “El Hijo de Nadie” donde se ofrece una visión marcadamente
pesimista sobre las posibilidades de ascenso social de los marginados, condenados –al
parecer- a una eterna postración dentro de sus carencias fundamentales. En la segunda
visión, podemos ubicar a la novela Un guacho apellidado Paz de José Luis Bigi, que
narra las aventuras de un cartonero y vendedor ambulante involucrado por un azaroso
encuentro con la “alta sociedad” de Córdoba o el libro de cuentos Los habitantes del
abismo de Horacio Sotelo, que comenta los intrincados dilemas a los que se someten
cada día los limpiavidrios cordobeses subsistiendo en penosas condiciones, en donde la
narración, en ambos casos, si bien destaca la carencia de los sujetos, se centra además
en sus posibilidades para establecer tácticas alternativas de subsistencia. En último
lugar, podemos hallar la visión “evangélico revolucionaria” en algunos de los poemas
del Padre Mariani, con motivo de la última dictadura militar como “Mueren en las
calles” o “La Palabra es Historia”. En nuestro análisis, consideramos que la condición
de “música popular” que le cabe al cuarteto, lo hace también una “literatura marginal”
con respecto al resto del corpus. Para Grignon y Passeron, el concepto de popularidad se
explica desde la relación dominante-dominado de Marx: a la clase dominante le
corresponde una ideología dominante, mientras que a la clase dominada le corresponde
una ideología dominada; esto significa un proceso de correlación entre el poder material
dominante y el poder espiritual dominante (GRIGNON y PASSERON, 1991:22).
Podemos considerar a “marginal”, entonces, como término asociado a “popular” y a
“pueblo”. La posibilidad que brinda el cuarteto de ser consumida por los mismos
sectores humildes a los que se refiere es, a diferencia del resto de los discursos que
tomamos, una consideración que merece ser subrayada en nuestro abordaje crítico.
Para Vidal: “Concentrar la mirada en la problemática social de las poblaciones
marginales equivale a entender el sentido general de toda forma posible de producción
cultural, de su institucionalización y de la identidad del intelectual en una sociedad”
(VIDAL, 1987: 13).
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Por último, nos encontramos con la perspectiva antropológica. Para Oscar Lewis, quien
publica sus principales investigaciones en el libro Antropología de la pobreza, de 1959,
antes de considerar el problema económico de la marginalidad, es preciso indagar en el
“problema” cultural. Para el autor: “es muchísimo más difícil eliminar la cultura de la
pobreza que la pobreza en sí” (LEWIS y FUENTES 1972: 27). Es decir, hay un efecto
de reciprocidad entre el pobre y su cultura que hace que, en tanto éste haya asimilado
aquélla, sus posibilidades de reinserción social se disminuyan hasta hacerse
prácticamente nulas. De manera que, un contexto carenciado repercute negativamente
en sus pobladores en la adopción de una “cultura de la pobreza” que, a su vez, perpetúa
la condición de “pobres” de aquéllos a la manera de un determinismo fatalista que sólo
encuentra una salida de la mano de políticas de “inserción” que incluirían a los pobres
una vez que éstos se hallan separado de las conductas “negativas” de sus prácticas socio
culturales. El pensamiento del norteamericano cobró especial difusión en Latinoamérica
y suscitó tanto elogios como críticas, éstas últimas, sobre todo, radicaron en su supuesta
posición colonialista ya que recibió apoyo económico de fundaciones como la Ford,
Wenner-Gren o Guggenheim con intereses particulares sobre la explotación de las
poblaciones marginadas de los países del tercer mundo (su investigación en especial se
centra en India, México y Cuba) que mantuvieron contactos con los servicios oficiales
secretos del gobierno de EEUU.
Con el objetivo de la puesta en práctica de programas de ayuda financiera
estadounidense, se dio lugar a los estudios “de campo” de sociólogos y antropólogos,
donde pudo obtenerse un conocimiento "de primera mano" acerca de las estructuras
sociales, particularidades culturales, psicológicas y socioeconómicas de la población de
los países dependientes. Lewis aseveraba que sus investigaciones eran de "gran
importancia para nuestro modo de pensar y nuestra política respecto de los países en
desarrollo"(BARBIERI y CASTRO, 2000: S/D).
Jorge Acevedes Lozano, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM) citado por Barbieri y Castro dice que su libro, inspirado en la investigación de
cinco familias de México," está redactado conforme a una visión seudoperiodística de
la realidad, anecdótica y superficial, que busca exclusivamente el sensacionalismo”
con un afán colonialista para dar “una impresión de que en México la vida de los
pobres es un infierno, y que sería piadoso que alguien lo invadiera (los EEUU) para
sacarlo de esa abyección y de esa mugre" (BARBIERI y CASTRO, 2000: S/D).
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En nuestro análisis sostenemos, enfrentados a la teoría determinista y negativa de
Lewis, que en la “cultura del marginal” (representada, sobre todo, en los cuartetos) hay,
múltiples estrategias y tácticas de resistencia frente a su condición de “despojados”,
definidas como “la posibilidad de que sectores en posición subalterna desarrollen
acciones que puedan ser interpretadas por el analista o por los actores involucrados,
como destinadas a señalar la relación de dominación o a modificarla” (AAVV, 2008:
33).
Por tal motivo, hemos escogido en nuestro trabajo la teoría del antropológo argentino
Rodolfo Kusch, quien plantea, en su dialéctica, una visión superadora del planteamiento
del autor, que nos permite acercarnos con rigurosidad y profundidad en los significados
y símbolos propios de una clase “marginada”. Para Maturo, a Kusch le importa rastrear
la originariedad de América en el marginal pues constituye “lo vital y preformado de la
sociedad, aquello que ha permanecido al margen de las categorías del progreso, la
institucionalización, la masificación y la apariencia social” (MATURO, 2010: 45).
En conclusión, el marginal es siempre una “otredad”, pero caracterizada de diversos
modos según las aproximaciones teóricas e interdisciplinarias que, en su búsqueda de
una definición, afectan directamente nuestro abordaje del corpus desde la crítica
literaria.
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