P: ¿Se
siente más poeta o narrador?
R: Para escribir poesía tenés que estar muy bien
o muy mal (en lo posible tenés que salir con una mujer que te guste). Por
ejemplo vas a encontrar esa experiencia terrible de la poesía de Almafuerte. La
narración, en cambio, es ir sobreviviendo, las veinticuatro horas y vas
narrando. Amo las dos cosas. En la
poesía narro lo que conozco, el pasado, lo revivo, pero la narración me deja inventar, imaginar
situaciones nuevas. A mí fundamentalmente me gusta que la literatura sea
sensitiva, yo narro sensaciones, a lo sumo, me detengo en describir los ojos
lindos de una mujer, nada más que eso. A mí no me importa que la cosa sea linda
o fea, me importa lo que ocurre adentro.
P: ¿Y qué
fue lo último que escribió?
R: Se llama “El hombre y sus circunstancias” y va
a aparecer en el próximo número de La
Luciérnaga. Hablo de los cielorrasos y
del silencio de los hospitales y salto hacia atrás, cuando estaba en una
celda y vuelvo acá, sentado en una silla de ruedas.
P: En “Los
versos del ladrón” Ud. se presenta como un “poeta-ladrón” que puede despojar a
la mujer de sus pudores y arrastrarla
hacia el placer. ¿Cómo percibe esta relación entre el “eros” y la delincuencia?
R: Todo ladrón que se precie de serlo, por
empezar es caballero, segundo y principal es “playboy”. No estoy hablando de un
tipo que viene y te roba el celular o le roba a una vieja, estoy hablando de
una idiosincrasia, una manera de vivir. Un ladrón aprende que la vida hay que
vivirla rápido, porque no sabe cuánto va a vivir y entonces sacia sus
instintos, conoce mujeres de la noche, no está para organizar pareja (yo tenía
un amigo matrero que me decía “cuanto más mala una mina, mejor”) o pensar en
formar una familia, está para pensar el día y, sobre todo, sus instintos. Hay
algunas mujeres que viajan por todos mis libros, pero esas relaciones nunca
terminaron bien.
P: En el poema
llamado “El pasajero” Ud. presenta el delito como una “aventura” que seduce y
en la entrevista concedida a Marta Plattía en el diario Clarín, Ud. menciona que
se convirtió en ladrón por “vocación y
por fascinación y no por necesidad”, ¿qué lo sedujo del delito?
R: Yo no daba el tipo “A positivo” del ladrón, el
tipo sufrido, de la villa. A mí me fascinaban los malevos, las peleas a
cuchillo, pero para vivir eso no podés ser un “hombre de sueldo” y manejarte
por esos lados, justamente en ese poema dice “conocerás el peligro y te harás
adicto” y esa es la verdad, mi visión del peligro, es lo que siente un corredor
de fórmula uno, hasta que no se pega un tortazo no abandona o el que se tira de
un paracaídas una y mil veces, cualquiera de ellos no te sabe explicar lo que siente,
pero lo siente y es muy intenso. Es un camino malo, te puede llevar a la cárcel
seguro, pero te puede llevar a una mala cárcel, una mala cárcel es una cárcel
para toda la vida. Si me hubiese pasado eso yo me mato porque uno tiene que
cuidarse de eso, manejarse con gente igual que vos, ser inteligente.
P: Su
vocación por el peligro, lo que Ud. llama el “malevaje”, ¿tuvo algo que ver con
su vocación literaria?
R: A pesar de haber agarrado otro camino que no
tenía que ver con la literatura, el arte o la educación uno lo lleva en la
esencia aunque no se despierte o aunque no pueda manifestarlo (se refiere a la
vocación literaria). El ser humano nació ladrón, robaba la comida, robaba a las
mujeres, cuando empezás a vivir en sociedad te vas dominando los instintos, y
hay muchos que no lo hacen, que no quieren traje gris. Es cierto eso de que “la
ocasión hace al ladrón”. En mi caso, no, yo fui hacia el peligro, pero –a pesar
de eso- yo fui muy buen alumno, me gustaba muchísimo estudiar, sobre todo
literatura, historia, geografía, sobre todo era curioso, son cosas que quedan.
P: El
delito tiene que ver mucho con la inventiva. Lucía Feulliet recupera del análisis
de Ricardo Piglia la relación que existe entre el delito y la literatura, por
ejemplo, hace una comparación entre el falsificador y el escritor…
R: El estafador es un poeta del delito, hace
metáforas, no hace un delito violento. Yo recibí dos condenas, en la última
sufrí mucho, pero quedé vivo de milagro. Sufrí para poner en marcha mi neurona
(se refiere a que allí comenzó su costado como escritor), porque antes mi
cerebro lo usaba únicamente para conseguir un boleto, para planear un buen delito, una mina, me dejaba ir
a mis instintos…
P: Marx
dice que la propiedad privada de una minoría se sustenta en la privación de la
propiedad de una mayoría y la ley vendría a ser para él la ficción también en
la que se sustentan los intereses de la clase dominante. ¿Qué piensa acerca de
esta postura?
R: Yo no quiero competir con la inteligencia
superior de Marx, pero, en realidad, todo ladrón es un poco Robin Hood aunque no reparta las
cosas, tiene un sentido de justicia. Había gente que al dinero que yo robaba no
lo usaba para nada. El daño siempre existe, pero si un gobernador se arma un
negociado de millones de dólares es más ladrón que yo. Igual eso no justifica
nada. Yo tuve muchas peleas en la cárcel con esos que dicen “si los demás
roban…”, ¿quién roba? Mi viejo no robó nunca. Hay gente que se muere de hambre por no tocar un centavo. Yo siempre decía
“si estamos acá es porque somos unos vagos de mierda, segundo, porque tenemos
berretines de playboy”. Nos gustan las platinadas, los autos de carrera y eso
es para gente de dos apellidos y eso no es para vos, no? Pero Carlos Marx hace
una esquirla de justicia… Porque yo a la plata no la usaba con la viuda de
Rockefeller, la usaba con una prostituta
que necesitaba la plata…pero es hilar muy fino.
P: En los
clásicos estudios de bandidismo rural, Eric Hobsbawm retoma
el prototipo del “ladrón noble” que roba al rico para dar al pobre (que puede
ser el prójimo o él mismo de atravesar esa condición) –lo que Ud. decía- y en
Corazón de Pájaro habla de “códigos rotos y dioses olvidados” de los actuales
presos…
R: Los códigos de nobleza de los ladrones
existen, aunque les parezca mentira, son muy férreos. La mujer del compañero es
sagrado. Vos no mandás preso a nadie. Si vos mandás preso a alguien sos (hace
una señal de degüello). Aguantar el dolor, el hambre, el amigo. Son códigos
fuertes porque es un mundo cruel y tenés que sobrevivir. Eso es lo que dije yo
cuando en un reportaje vino el ingeniero loco que los quería matar a todos
¿cómo se llama? Bloomberg... No los vas a matar a todos, la crueldad lleva a la
crueldad y la violencia a la violencia.
P: ¿Y los
códigos de nobleza son algo que perdura
actualmente en las cárceles?
R: Hace cuarenta años que no piso una cárcel. La
cárcel es el hogar del ladrón. El violador es un enfermo. El asesino es una vez
(a no ser que sea un psicópata). El ladrón va y viene. Tiene que mantener
códigos de respeto, porque sino, desaparece. Los que no tienen códigos son los
pibes boludos, que no hablan, que te meten un tiro, pero en la cárcel aprenden,
no se puede vivir así. El que no cayó preso no puede decir que es ladrón. Si no
hubiera respeto se matarían todos.
P: ¿Cómo
conjugó la experiencia de estar en la cárcel con la literatura?
R: Le tengo que agradecer al servicio penitenciario. Primero por
necesidad. Yo me quise fugar en la unidad 9 y me mandan castigado a Olmos.
Estuve tres años y medio solo en una celda. Hiciste dos pasos para caminar y no
sabés qué hacer con tu vida. Podés caer en el cielorraso y dormir todo el día,
podés masturbarte a lo loco o podés caer en la droga…O podés hacer algo con tus
manos y tu cerebro y ponerte a leer y escribir. Siempre digo que las
bibliotecas de las cárceles son las más completas porque el preso se va y deja
los libros. Ahí leí dos velas sagradas de la india, traducidas al castellano,
leí los clásicos. Iba a la biblioteca una vez por semana, los lunes recuerdo,
eran dos por semana, pero nadie leía, entonces yo encargaba quince. Entonces
empecé, primero como curándome, alguna frase, pero no me salía nada, eran todos
fetos que morían, hasta que me salió la primera poesía “Los que van a morir te
saludan”. Los primeros que escribí es Alias
Árbol. Yo sabía que después de veinte años eso no iba a servir. Porque así
escribí Alias Árbol y así me gusta
escribir, como una especie de mosaico, vuelvo al pasado, saco un personaje,
meto otro… Pero primero salió eso porque no me salía nada liso, largo, después
me di cuenta que yo estaba para escribir así… Ahí puse todo… Y Los versos de
ladrón los escribí era un cuadernito amarillento que vino conmigo hasta que
alguien descubrió mi historia, Luchi Ibáñez que era producto de René Baco, vino
a verme a ver si contaba mi historia, está loco, pensé.. y dije, ¿por qué no? Y
salió tan bien que fue un boom. Yo vendía cubanitos, recuerdo que ese día vendí
a lo loco y fuel el afecto de la gente. Eso me dio fuerza para escribir Los versos
del ladrón, que era muy tumbero, y ahí junte otros tantos poemas y se los
di a Oscar Arias, me los publicó. Vendí mil libros, parado en la esquina.
Entonces el éxito me hizo escribir otro. Pero ese tipo vivía enamorado, salía
con minas, estaba contento… Vos tenés que estar muy contento o muy triste para
escribir poesía y yo estaba contento y escribí Corazón de pájaro, que es más romántico…
P: En Alias
Árbol usted habla de “una escritura al
límite” y llama la atención la ausencia de puntuación que transmite una idea de
lectura “vertiginosa”…
R: Eso es otra cosa que me salió y no hay que
abusar de eso. Porque por ahí te escribo
un párrafo sin punto ni coma y los puntos ponelos vos, pero eso es otra cosa de
la que no hay que abusar porque sería medio versero. No creo que encontrés
muchos puntos en mi literatura…
P: ¿Y cómo
entiende esto de “escribir al límite”?
R: Escribir al límite de todo, de la moral, de
los prejuicios, hasta de vos mismo. Si creés en Dios, cree en Dios y no lo
niegues, pero si no creés, negalo. Escribir al límite es escribir viajando,
pero no para los demás, a vos no te importa el que viaja con vos, él tiene su
manera de ver las cosas y vos la tuya. A la novela la escribí bien fuerte. Si
escribís para gustare, no gustás y te traicionás, quién puede decir qué son los
estilos, ni siquiera puedo intentar fabricar un estilo, si vos tenés una manera
de escribir, dejala ir, dejala que salga y ese será tu estilo, porque si vos te
retrotraes y pensás en el qué dirán, en lo que a la sociedad le gusta, eso no
sirve. Todos los que triunfaron fueron
diferentes porque pusieron huevos para serlo. Kafka, estaba tan avergonzado de
lo que escribió que nunca quiso que lo publicaran. Entonces, demasiada
autocrítica te hace mal…
P: ¿Y qué
otros escritores escriben al límite?
R: Sartre, Camus, Hemingway, Joyce… Hay muchos.
P: ¿Y en la
literatura argentina?
R: Ah, Roberto Arlt, Sábato, un solo libro.
Sábato es escritor de un solo libro porque lo que hizo en Sobre héroes y tumbas no le salió nunca más, ese “Informe sobre
ciegos” es una barbaridad. Pero en la literatura argentina, como en la
literatura cordobesa, son muy clasistas, no se atreven. Porque no podemos salir
del corsette de la sociedad. Hay escritores, yo he leído, pero es difícil…
P: ¿A estos
jóvenes no los publica nadie?
R: ¿Quién te va a publicar? Te cuesta un huevo
publicar, porque en Córdoba no hay editoriales fuertes, nadie pone plata sobre
las patas del caballo si no va a andar. Tenés que tener un capital, conseguir
un mecenas, alguien que la ponga.
P: ¿Y Ud.
cómo financió sus libros?
R: Uno fue Oscar Arias y después, el ingeniero
Pita, él tiene una imprenta, publicó todos mis libros, hizo varias ediciones y
sabía algo, le gustaron mis libros, pero la mujer le hizo un agujero legal y
perdió todo.
P: Y eso
coincidió con su silencio editorial…
R: Claro, yo vendía libros, ahora no los tengo.
Yo si escribo libros a mí me los van a publicar, porque soy conocido, pero al
pibe no. Tenés que ganar un concurso.
Aparte el libro está muy caro. $70, $80 no vas a poner si no es para un
best seller, un escritor que vos conocés…
P: Y
nombres de escritores argentinos o cordobeses que tenga de las últimas décadas…
R: Lo que pasa que el escritor argentino siempre
hizo cofradía. Unos acaban como Borges, otros como Marechal, que estaban en la
poesía independiente, no encontraban su lugar. Sacá Cortázar, sacá Roberto
Arlt, Cortázar, Sábato (Sobre héroes... y El Túnel…), Marechal con el Adán. Hay escritores, pero tuvo que
haber muchos más, lo que arruinó todo el arte argentino fueron los milicos, la
opresión, eso les hizo perder el ritmo a un montón. Ahora se está apoyando el
arte. Ahora podés llegar, aparte ya no hay más censura, la censura es como el
aborto.
P: Decía
Ud. que le gustaba charlar con jóvenes, pero “si no estaban politizados,
mejor”, ¿por qué?
R: Porque si la charla se politiza se vuelve
mediocre, nos encerramos y no salís más porque en discusiones políticas, nadie
te va a dar la razón. Una conversación en general sobre la vida, el sexo, el
amor, va volando, las horas pasan y vos no te enfrascás en una conversación
mediocre…
P: Usted
estuvo preso en la época del proceso militar. ¿Cómo fue convivir con presos
políticos?
R: Sí yo fui un ladrón pelotudo que se le ocurrió
salir a robar en plena dictadura militar. Estaba todo más frígido. Pero yo lo
disfruté porque saqué muchas cosas para escribir Alias Árbol y el cuento del custodio, porque en la cárcel no sólo
había ladrones, había gente grande. En tiempos de la triple A, muchos ladrones
estaban ahí, también policías corruptos, y no aparecían en las cárceles. Una
vez se equivocaron y lo metieron a Santucho en el pabellón segundo de Bower,
duró una hora y esperamos como cuarenta hablando con él, porque éramos pibes y
queríamos saber.
P: ¿y por
qué le parece que los mantenían apartados?, ¿para que no los convencieran?
R: No y aparte para que no se consiguieran bandas
para escaparse porque estos se iban sin apoyo sin nada…
P: Cambiando
de tema, en cuanto al acceso a la literatura, ¿considera que es democrático?,
¿qué literatura consumirían estos “habitantes del abismo”?
R: La literatura es una rama del arte distinta.
Para la pintura sólo precisás el ojo para ver, para literatura necesitás más
capacidades, para un analfabeto no se puede. La literatura es un arte débil. Si
tenés oído a la música la escuchás, a la literatura tenés que masticarla,
pensarla. Es otro caso, pero la literatura pienso que puede ser un buen abogado
del marginal, es un abogado del marginal. Yo lo he vivido, en esta villa todos
me conocen, me quieren, y he sacado muchos cuentos de acá. Tanto las cárceles
como las villas de emergencia, si no estuviste no podés escribir, sólo podés
inventar, pero por eso hay tantas malas películas sobre las cárceles o las
villas, no podés filmar una villa desde la esquina, tenés que meterte adentro,
saber la idiosincrasia… pero andamos pocos por acá.
P: Elías
Castelnuovo dice que existen “escritores” del hambre que sufren y narran a la
vez la pobreza y que “una cosa es derramar sudor y sangre sobre un surco y otra
cosa muy distinta es hacer anotaciones en una libreta alrededor de la poesía
que entraña semejante hemorragia”. ¿Ud, cree que existe
una diferencia entre quien narra la pobreza sin haberla vivido y quien, por el
contrario, la padeció?
R: Sí, porque si
no sabés qué ruido hacen las tripas cuando suenan, no podés hablar de
tripas vacías. Yo pienso igual que él. Primero hay que curtirse. Hemingway
habla de mil viajes, pero viajó. Yo puedo imaginar las olas, puedo imaginar una
isla, pero tengo que sentirla en mi piel, el olfato. Recuerdo que en una charla
literaria en Cosquín estaba el hijo de Guaraní y el dijo que estaba agradecido
de estar conmigo porque yo era el único poeta urbano que podía comer…
Desde el dogma, sólo podés dogmatizar,
desde adentro, podés intentar cambiar las cosas.
P: Su
literatura escapa a una representación “piadosa” de la pobreza, estereotipo del
“otro”, el marginal, desde un ángulo que se centra en su representación como
víctima…
R: No, eso es lo peor que podés hacer.
P: Pero
además también supera la mera representación exclusiva del “otro” como
“peligroso”, tan propia del policial…
R: No, es todo. En la villa tenés uno que roba y
veinte que laburan. No podés tener piedad, porque piedad se le tiene a los que
no tienen palabras para valerse en la vida. Son habitantes de otra geografía
social. Entonces tenés que meterte en esa geografía. Vos tenés que
volverte esquimal para hablar con un
esquimal y tenés que volverte villero para hablar con un villero. Por eso los
pibes de La Luciérnaga me querían,
porque los comprendía, porque tenía códigos. Vos primero los respetás, después
te quieren.
P: En
“Cavernas”, Ud. menciona a La Mona, cómo el “quitapenas de los cordobeses”, ¿qué
lugar ocupa para Ud. el cuarteto en la cultura de Córdoba?
R: Es la literatura cordobesa, la música, el
cuarteto es pura cultura, todas sus letras, es pura idiosincrasia.
P: En
“Romance de la Vergüenza” Ud. hace un recorrido por los hechos más vergonzantes
para nuestro país, desde el derrocamiento de Perón en el 55 hasta el menemismo
¿Qué opinión le merece este gobierno?
R: Opinión no tengo, porque termino siendo casi
profeta... Al final de Romance, veo un montonero. Hablo de Kirchner, ni sabía
lo que iba a pasar con Kirchner. Pero “ojalá, que venga alguien que ame de
verdad a su tierra y me haga meter por el culo estas cosas en la lapicera”,
decía (cita el final de su poema y se le entrevera una lágrima). Romance de la
vergüenza es un vómito mío, porque, si bien robé, también me robaron, porque
todos sufrieron esas cinco décadas de opresión. Ese romance queda ahí, no lo
sigo.
P: Ud. se
refiere a Árbol como su sombra…
R: Árbol roba, culea, toma merca, la pasa bien y
Sotelo está preso, es mi otro yo, Árbol, es lo que nunca pude ser. Cuando le
pegan el tiro Árbol muere y yo sigo…
P: ¿Qué
trabajo hacía en La Luciérnaga?
R: Yo me ocupaba de la contención de los chicos.
Son muy locos, hay que pararlos. Hay que ver los que andaban mal, adivinar, ver
los que andaban en malos pasos, era fascinante, porque todos los días era un
día diferente.
P: ¿Alguno
escribía?
R: Había dos o tres, pero no se largaban. Tenés
que estar muy bien o muy mal para escribir y ellos estaban en la lucha diaria
por sobrevivir, y es duro. Cuando tenés que hacer un mango o vender si o sí no
tenés cabeza para otra cosa y necesitás tranquilidad para escribir.
P: ¿Escribe
para impactar a un lector burgués quien vive en una presunta “tranquilidad” y
arrastrarlo hacia el viaje de la aventura y el peligro por medio de un estilo “violento”
y “vertiginoso”?
R: Me descubrieron. Yo hago trampa. Abrís un
libro mío y te pego abajo. No voy a hablar como vos querés que hable, puteo, digo cosas,
transgredo, pero, en realidad, casi todos somos transgresores, pero no nos
atrevemos. ¿Se acuerdan la historieta de Sr. López? Todo lo que pensaba, estaba
en el baño. Tal vez en mis libros vos
puedas vivir lo que no vivís en la realidad y como final está bárbaro.
En SILABARIO, número XII, Octubre. Babel Editorial. Córdoba.