miércoles, 7 de diciembre de 2011

Relatos de Iniciación

Foto Barrio Guemes

José Playo es un publicista (Lic. en Ciencias de la Comunicación) que tiene una revista virtual (antes de circulación impresa) llamada “Peinate que viene gente”. El leimotiv utilizado  frecuentemente por madres y/o abuelas para los desprevenidos niños y/o adolescentes que permanecen a menudo enfrascados en un mundo despreocupado de la “realidad” y la “buena presencia” es una manera interesante de entender sus relatos, armados con retazos de su diario personal, bitácoras de vida, pensamientos breves que persiguen la velocidad del instante de la observación, pero afortunadamente no reducidos a “140 caracteres”. Ante la aparición de redes sociales como Facebook o Mi Space entre otros, la exposición de lo personal, se ha hecho una constante en la vida de cientos de miles de personas, la versión moderna –y cordobesa- del aguafuertista Arlt es una manera de responder creativamente ante la nueva era digital, recuperando el valor de la narración de la banalidad del ojo del “Gran Hermano” -que reproduce “todo lo que ve” como la metáfora del espejo sobre el camino de Flaubert, pero sin distinguir entre lo que merece contarse y lo que no (y cómo)-. Algunos relatos son reales, otros son ficción aunque en muchos casos es imposible saber exactamente cuáles pertenecen a uno y otro bando sin que él nos lo aclare, salvo claro por “La irrupción de los finaditos”, cuando los muertos vivos invaden nuestra peatonal. Hay dos relatos de “iniciación” sobre la marginalidad, en “Delincuentes eran los de antes” el narrador aprende del Tutuca los artes del oficio del “choreo” que le sirven para desafiar a su maestro luego de un atraco sensacional inspirado en clásicos del cine yanqui y las versiones nacionales que reivindican al oficio “bien hecho”, con “códigos” y atacando al sistema capitalista.  En “La evolución del erotismo” recuerda la prostituta –“gorda con olor a cebolla"- que lo inició sexualmente y lo “sacó de niño”, pero "casi lo hace puto" al destruir tantas fantasías prolijamente elaboradas en torno a las bellas muchachas de las revistas.

En “Cultivar la Putez” el personaje se pone nostálgico y un tanto cursi- según él "puto"- al pasear al alba por la frontera “liberada” a esa hora del “choreo” entre Guemes y Bella Vista y esquivando los soretes de la calle tararea felizmente una canción, pero no encuentra coraje para adentrarse en esos caminitos de tierra, exponentes de la belleza del suburbio. Es que a la poesía la ha matado el pragmatismo y el temor a la violencia diaria reproducida por los informativos.
El territorio de la marginalidad es como una musa que no se deja agarrar, está custodiado por los agentes del hampa y por eso Playo no alcanza a "iniciarse" como poeta y se conforma con un poco de pan para el regreso a su casa y algo de ilusión. Paradójicamente el hombre occidental armó sus arrabales, sus suburbios, sus villas miseria como una forma de separar espacialmente el "hedor" de América de la presunta pulcritud de la ciudad, de los "hombres bien", de exorcizar a la vida de su lado "negativo", de olvidar detrás de las grandes edificaciones una miseria que nos reune con los del "otro lado", la posibilidad de la muerte, de lo impredecible (en el simbolismo de los incas la probabilidad de que "el azar caiga sobre la olla de la maleza y no del fruto) y he aquí que, sin embargo, este territorio nos seduce -como le sucede a Playo- de modo que quisiéramos aferrarnos a él y "robarle" algún verso,  ¿por qué el arrabal nos atrae como el inconmesurable altiplano que pinta Kusch en sus ensayos?, ¿no será que siente que una parte muy profunda de su esencia quedó anclada en él y desea recuperarla? El inca creía en una tensión vital del mundo que oscilaba entre los opuestos (femenino/masculino; abundancia/riqueza, sol/luna, etc.) que sólo se remediaba mediante el equilibrio de ambos principios regentes del universo. Un amuleto como el "huarmi munachi", no sólo servía para "conseguir mujer" sino que el casamiento curaba esta tensión vital al reunir lo femenino y masculino "y nosotros, que no tenemos ningún compromiso con un mundo vacío, ¿de dónde sacamos la tensión vital? Pues la inventamos. Vivimos para el empleo, la fama o la mujer que deseamos. Conseguimos el cargo, la mujer y luego... ¿Luego qué? (...) Somos, en este sentido, los snobs de la vida porque, en afán de renovarnos, perdemos el sentido de la profundidad, de tal modo que el amor, la muerte o el nacimiento se confunden con el disco nuevo, la teoría reciente o el autógrafo" (Kusch, 2007: 274).

Por eso el arrabal es como la mina de un tango: en lo mejor, te deja porque tenemos miedo de que nos "choreen"  ¿o será que en realidad queremos también "chorear" una parte oculta de nuestras vidas para reconstituir ese equilibrio sagrado?, sentir que además del trabajo, los chicos, el estudio hay un paisaje inmenso que no podemos controlar a nuestro antojo, que detrás de la mierda y los malandras hay una belleza reservada a nuestros ojos... 
El origen del término belleza (planteado por Pitágoras y recuperado por Platón) es precisamente ese "armonía". El arrabal es bello porque nos permite soñar con un mundo más armónico, equilibrado.  
 "Tango compadrón,/Que a pesar de bailarse/Con todas las ganas,/Se baila como sin ganas,/Como en carriles de lentitud:/Eres un estado de alma/De la multitud..." dice el poeta cordobés Fernán Silva Valdés.  Este “a pesar de bailarse con todas las ganas se baila como sin ganas” señala un estatismo, una melancolía, un reposo “como en carriles de lentitud” que aflora el tango cuando adormita en su ritmo la filosofía ancestral y el hombre se permite, aunque más no sea “por un rato”, “dejarse estar no más” o desalienarse de la prerrogativa del “ser”, de las apariencias. Pero cuando el tango “se quiebra” y marca el paso final o cuando “la mina se va”[1], parafraseando a Kusch, el hombre se queda solo como todavía arrobado por ese “estado del alma de la multitud” que lo embargó durante la danza.

BISCHOFF, Efraín (1966). Córdoba y el tango: crónica de un azaroso fervor. Estudios Americanistas de la Universidad Nacional de Córdoba.
ECO, Umberto (2004). Historia de la belleza. Editorial Lumen. Barcelona.
KUSCH, Rodolfo (2007): Indios porteños y dioses en Obras Completas, tomo I. Editorial Fundación Ross. Rosario.
PLAYO, José (2009). Peinate que viene gente vol. II. Ediciones del Boulevard. Cba. 




[1] “Abrojalera, piba querida, toda mi vida se fue con vos…” dice Aníbal Moyano sobre su barrio natal otorgándonos un panorama muy diferente sobre aquélla “barriada miserable, foco principal de la mala vida cordobesa” que describió Gálvez en “La sombra del convento”. 

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